Herencias de peaje
Se llamaba Justa pero su vida no lo fue. Nunca pudo huir de ese pueblo alejado de la sinfonía de los cláxones. Aquella mujer lavaba su cara con lágrimas de bondad y especiaba los guisos para su nieto, el risueño Gabriel, con cucharadas de amor incondicional. Hidrataba su cuerpo borrando cualquier atisbo de miedo a lo...