No sé por qué me ha dado un vuelco al corazón al escuchar la historia de Christian, un colombiano de Medellín que viaja de piloto en el blablacar de hoy. Christian tiene 24 años y está sin papeles en España desde hace 11 meses. No entiendo cómo todavía llega a afectarme pero, cada vez que oigo algo que me lleva a pensar en M, se me acelera el pulso más que el cuentakilómetros del Tesla que conduce Christian. La verdad es que no que me gusta hacer conjeturas, pero me las hago porque no entiendo cómo alguien que conduce ese coche -es la primera vez que monto en uno y, probablemente, sea la única- tiene problemas de residencia o dice que está buscando trabajo -en una obra o como escayolista-, porque necesita estar dado de alta para el tema de los papeles. Está hablando con Carla, una gaditana que vive en Algeciras y estudia en Granada; va sentada de copiloto y mantiene una atención arrobada a todo lo que cuenta Christian.
- ¿Y si te casas?, pregunta Carla con una voz engolada que no viene al caso.
- ¡Ah, no! Ya lo intenté, parce, estuve con una vieja de Granada de 42 años…
Ahí se me produjo el primer agarrotamiento. Y no sé por qué me tiene que alterar en lo más mínimo algo que terminó hace ya tiempo, pero sentí como una premonición de esas que a veces me suceden y que se acentuó cuando seguí escuchando:
– …no, es que la pelá quería casarse y todo, pero es que se lo vi en la mirada desde el primer día que nos enganchamos: esos ojos así, como saltones, de loquita; además con dos pelaitas, la guevona…
Ahora fue un espasmo, seguido de un escalofrío lo que recorrió todo mi cuerpo, porque lo de las dos hijas acercaba más su relato a M.
- …no, yo me salí de ahí enseguida, parce, y es que la pelá estaba con un tío. Imagínate, ¡qué enredo tan berraco! Y encima lo del bar, parce, que le gustaba darle al ron en un tugurio, rodeada de su corte, ¿ve? Y todos esos manes ahí, mirándolo a uno feo. Una vez hasta me metieron en una pelea con el novio, ¡sin saber ni por qué! No, no, eso estaba muy jodido. No, yo vi eso y sali volado.
- ¿Y tenía nombre la muchacha, illo?
Y ahí me bajé.
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