Acta del I Concurso de relato filosófico

EN MADRID, A 13 DE JULIO DE 2017

Un jurado compuesto por Delia Manzanero, Ángel Vallejo y Antonio Campillo, de la Red Española de Filosofía, Manuel Sanles, de la SEPFi, y Enrique Ferrari, de la Fundación Escritura(s), ha decidido conceder los premios y menciones que se indican abajo.

En esta primera convocatoria han participado 467 relatos. Ha habido 34.990 votos emitidos por 12.559 usuarios. El número de lecturas (a 13 de julio) ha sido 68.973.

El jurado lamenta haber tenido que excluir varias obras de indudable calidad por no haber cumplido con el requisito mínimo de votar al menos 10 obras para poder acceder a los premios.

Primer premio

dotado con 500 euros en metálico, aportados por la REF, y un lote de libros de clásicos de la filosofía de Gredos valorado en 200 euros

Alfredo Darío Ruiz, con «Mi Dios«

La narradora le habla a su marido muerto recientemente. Hay mucho de Cinco horas con Mario, por su discurso hecho de balances y reproches (que aquí parecen más justificados), pero también por su tono cariñoso, preocupado, casi cómplice con el fallecido. Es un monólogo que interrumpen al darle el pésame los que han acudido al tanatorio. El más insistente es el cura, con su proselitismo. Pero la mujer, lejos de amedrentarse, lo arrincona con sus preguntas, con su cuestionamiento de las formas de Dios para probar a los suyos. El relato es eficaz, bien escrito, con un narrador muy atractivo: por su fortaleza, su carácter comprensivo, sus razonamientos, pero sobre todo por cómo no se deja intimidar, cómo no cede ni siquiera en ese momento de máxima vulnerabilidad, negándole ese efecto sedante a la religión.

Premio a los 5 finalistas

dotado con la trilogía de Lars Iyer compuesta por MagmaDogma y Éxodo, aportada por Pálido Fuego

(por orden alfabético)

Cleva Valdés, por «El hombre del saco«

El planteamiento es sorprendente, con una propuesta narrativa valiente, atractiva y sugerente, con un narrador observador que esquematiza la historia (una historia surrealista), para recalcar su condición de ficticia, de medio para sacar conclusiones: la mayor parte del relato, con una clasificación de los besos. La estructura es audaz, y eficaz para comprimir un pequeño tratado psicológico con los diferentes caracteres y actitudes que refleja cada beso.

Héctor Tarín, por «El espectador«

La historia es desconcertante, muy potente, con un comienzo irresistible (“Mi televisor sólo emite entierros sórdidos”). La repetición de los entierros sugiere el vacío existencial, el tedio, la falta de un sentido en todo, la imposibilidad de ser diferente, de desmarcarse, de ser libre, en definitiva. Incluso de comprender lo que sucede. Es un texto breve que funciona a partir de una sola escena, con pocas concesiones a la historia, que queda casi esquematizada, para hacerla más contundente, como una sola imagen tremendamente evocadora.

Marina Aguilar Salinas, por «Ontología del deshecho«

El texto tiene dos voces: la del narrador y la del protagonista (la de este más entrecortada, en cursiva, como un monólogo interior), para contar el relato de dos personajes que en realidad son uno solo: el tipo ridículo, enloquecido, resentido, fuera de la sociedad, y (en su cabeza) el genio, el incomprendido, el autor de una obra magna. El texto, muy trabajado, integra bien las dos voces, como si se complementaran a pesar de estar contradiciéndose. Hay una reflexión de fondo sobre la escritura y la filosofía: cómo organizar el contenido de lo que se quiere narrar, cómo contar historias. El narrador va desfigurando a su protagonista, M. Défait, hasta volverlo un ejemplo estándar en el que puede encajar casi cualquiera con motivaciones menos elevadas para convertirse en autor (que dejan fuera muchas de sus complejidades). En el título es más comprensible «desecho» que «deshecho».

Mauricio Langón Cuñarro, por «Despojos. Rastrojos«

Es un texto interesante, con mucho fondo, bien trabajado. Dividido en cuatro partes (con las que busca un aspecto fragmentado, casi de collage), en realidad tiene dos: una primera, que coincide con el primer apartado, que sirve de marco al resto del relato, como contexto, y una segunda que recoge fragmentos escritos por el protagonista. Este, un hombre al final de su vida, publica un libro con los inéditos suyos que ha encontrado (la imagen del rastrojo para un tipo de producción del intelectual es buenísima). Como muestra, el narrador destaca algunas piezas que sugieren algún tipo de metafísica existenciaria, de reflexión sobre la vida. Por ejemplo: la distancia entre las expectativas y la concreción de la vida, la renuncia a los sueños y cómo puede entenderse esta como una traición a uno mismo.

Miguel Ángel Malo, por «Las piezas del mundo«

El texto es un testimonio demoledor, con una primera premisa (late de fondo la dificultad de encontrarle un sentido a la realidad) que enseguida se justifica. La historia se remonta a cuando el narrador era niño, cuando muere su padre sin saber él por qué: desconfía de la explicación de su madre, él piensa que se ha suicidado. Desde ahí, el relato son los intentos del protagonista para volver a colocar cada pieza de su mundo, con una reflexión precaria pero sincera. Una foto de ambos juntos permite un final esperanzador. Dar con esa foto tomada poco antes de morir su padre le sirve al narrador, si no de respuesta concluyente sobre las causas de la muerte, sí de conjuro: decide hacerse esa misma foto con su hijo, adoptar él el papel de padre, para comprenderlo mejor, y desde ahí establecer una nueva relación con su hijo capaz de integrar también a su padre, ampliar la cadena.

Premio al mejor lector

Juan Bullón

Sus comentarios, que atienden tanto a lo literario como a lo filosófico de los relatos, son constructivos, generosos, respetuosos, muy extensos, bien armados, con argumentos sólidos y muy minuciosos en el análisis. Detrás de cada comentario hay un enorme trabajo. Pueden leerse aquí.

Premio al relato más votado por los usuarios

«El viaje de mi vida«, de Silvia Ripoll i Gadea

Ha obtenido 1.123 votos y, a fecha de 13 de julio, 2.237 lecturas.

Otros relatos destacados por el Jurado

que serán también publicados en la revista Paideia

(por orden alfabético)

«Transcripciones«, de Anartz Kereda

El texto es una reflexión sobre la escritura, sobre los papeles del autor y del lector: cómo le llega al lector las ideas del autor y cómo trabajar el lenguaje en ese sentido, con un planteamiento muy cercano al estructuralismo. De fondo subyace una preocupación metaliteraria, pero como relato funciona bien a partir de esa progresiva deriva del fluir de la conciencia del narrador con que se presenta la reflexión, cómo va descuidando la argumentación para dar con conexiones nuevas, fortuitas, que puedan aportarle luz. Como si fuera una paulatina renuncia a lo racional, a la propia estructura, a unos arneses demasiado prietos para la meditación.

«Lluvia cerda«, de Mara Blixen

Es un texto bien armado, complejo, muy subjetivo (casi críptico), que rentabiliza bien las dos imágenes que engarza al principio: la válvula de cerdo de su madre y la válvula del sexo de la narradora, que se erige en núcleo del relato, cargándolo de sexualidad, reconociendo en el sexo un principio vital ineludible. Tiene una ambición poética obvia, con una prosa brillante y un ritmo muy medido. Con una atmósfera envolvente y desconcertante que emana de una reflexión de fondo sobre la identidad, y su distancia con otra realidad social, hecha por o a partir de los otros.

«Rumbo al ocaso«, de Matías OT

El relato tiene importantes puntos fuertes: su minuciosidad, su atención a los sentidos, el tema que vislumbra al fondo, el enfoque del narrador, muy eficaz, la narración del viaje en la primera parte… También cómo está escrito, con mucho trabajo (un ejercicio de orfebrería), aunque quizá queda cada palabra demasiado pensada, demasiado grave, lo que carga en exceso la atmósfera. El accidente fatal de un conocido en la carretera y el contraste tremendo con la trivialidad de una conversación que oye a pocos metros, en la misma escena, desestabiliza al protagonista, que se atormenta preguntándose qué sentido tiene la realidad, cuánto pesa la superstición, cómo toda explicación es tan inconsistente.

«Insomnio alrededor del vacío«, de Netty del Valle

El texto, muy bien escrito, eficaz, sensible y emocionante, es en esencia un reproche a su interlocutor, al que se dirige explícitamente. Es un reproche a él como escritor pero también, sobre todo, como persona, como su compañero sentimental. La literatura, con sus funciones y posibilidades, queda al fondo. Le recrimina que buscara en la escritura un modo de comunicación y de comunión elevadas con el lector cuando era incapaz de comunicarse con ella, de ver su soledad, cuando se mostraba indiferente ante ella, y también ante los demás (en tanto que no lectores). Absorto con los grandes objetivos de la literatura y ciego para esos mismos objetivos en su entorno. El final del relato es una mirada a sí misma, hecha de preguntas, y la confesión de que, a pesar de todo, no lo ha olvidado.

 

Y un reconocimiento también por su valor literario o filosófico a:

De las flores secas y de la felicidad” de Ana Catalina Lea-Plaza Puig

Paradoja inteligente” de Juan Beneito Abellán

Cerebros mecánicos” de Juan Bullón

Un día cualquiera” de Marisol Rodríguez Robledo

Indiferencia” de Mercedes García Abajo

El príncipe y el pastor” de Miguel Martínez Olmos

 

Gracias a todos. Oportunamente nos pondremos en contacto con los ganadores para la entrega de premios.

La decisión del jurado es inapelable y la organización no puede mantener correspondencia sobre los aspectos del premio. Existe un espacio de comentarios que la organización consulta periódicamente en busca de observaciones que nos permitan mejorar sucesivas ediciones. Os animamos a usarla para comunicarnos vuestra impresión sobre este concurso.

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