La calle que me vio crecer no es muy ancha, ni siquiera estaba asfaltada en ese entonces, pero vaya que no camino por allí aun, sin volver a tener cinco, nueve o catorce años. He decidido no hablar sobre ello nunca, pero he optado liberarme simplemente escribiendo lo que ya no me duele, solo lo bueno, por que aquello que fue amargo y sin querer me ha definido lo guardaré para mi, para no olvidar que después de todo estoy hecha de pasado, de sin sabores, de sentimientos.
Este laberinto interminable de emociones, el mismo que palpita ahora en mis oídos, me recuerda que solía ser la niña callada del salón, pero aplicada, la que corría la vereda diminuta entre arboles del camino hacia su casa, que escuchaba los ecos de los consejos de su madre, el paso lento de su padre al irse de casa a trabajar día tras día, la que vio crecer a sus hermanas, sus amigos y el silencio. La joven que deseaba no volver nunca y al mismo tiempo vivir allí para siempre.
Los perros que ladraban en la madrugada, el gato que parecía hablar con otro gato, los gallos que despertaban puntualmente, el olor de las flores de café recién rociadas por la lluvia, el sabor del nance a veces verde y amargo, a veces dulce y suave. Los arboles que trepé, las veces que me caí, las tardes que huí, que regresé, los secretos que me contaba mi prima en la esquina de la cuadra, el olor a humo del fogón por las tortillas hechas a mano, los ríos de agua fría y espuma blanca que me sabia de memoria, la cascada turbulenta y arremolinada.
El callejón testigo de mi primer beso, la luz tenue de las luciérnagas en el techo de mi casa esas noches al contar las estrellas, los raspones cuando aprendí a montaren bici, los gritos del vecino por la pelota que golpeaba su ventana, la secundaria siempre por ese camino de piedra y pasto, el fútbol, las retas en la canchita cerca de la plaza, los chiflidos y piropos a los chicos de la cuadra, años y años de esto en un ir y venir de momentos.
Si esas calles hablaran, si contaran lo que fue vivir en los noventa, en mis noventa, quizás mis memorias no serian tan borrosas, tan dolorosas o tan infinitas.
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