Una fría noche de invierno

Una fría noche de invierno

El invierno estaba comenzando a calar los huesos a través de la nieve que dejaba caer y las luces de la calle estaban ya parpadeantes en la noche.

Elisa miraba con atención cada uno de los copos de nieve que empezaban a caer frente a su ventana, estaba atónita, era la primera vez que veía nevar después de tantos años, quería ir a sentir la nieve en sus propias manos y comenzar a danzar sobre ella.

A sus 16 años no había sido afortunada con una buena salud, cada cierto tiempo visitaba el hospital de la ciudad en los cuales solo miraba el atardecer.

Pero ese día, quería desafiar a los predicamentos de todos. No quería vivir su único día de nieve encerrada en la casa, mirándola caer hermosa frente a sus ojos.

“Si voy a morir, que sea sin arrepentimiento, Elisa”

Cumpliéndose la media noche, queriendo ser como cenicienta comenzó la travesía de ir contra todos, contra su destino y tocar la nieve con sus propias manos.

La luz de la luna iluminaba la casa desde su pieza hasta la puerta, era una luz tenue, pero precisa al momento de poder comenzar con esta noche de aventura. Fue capaz de tomar sus prendas favoritas, se abrigo tanto como pudo, y dio el primer paso.

Lentamente cerró la puerta detrás de ella, haciendo el menor ruido posible, olvidando todo aquellos predicamentos hechos y observó con asombro cada movimiento que esa noche le ofreció.

Mientras comenzó a caminar la nieve crujía bajo sus pies, y la llenaba de un nuevo sentimiento. No quería perderlo.

Alejándose de casa paso tras paso, recorrió esas calles que por tanto tiempo le habían dado días de sol y de risas con sus amigas, pero aun así pensó que todo estaba siendo nuevo.

Ya había caminado unos veinte minutos y sus piernas estaban debilitándose, el frio estaba siendo aún más cruel de lo que pensó, las calles de su cuidad nunca habían sido tranquilas, a ninguna hora, pero ese día estaba vacía, como si quisiera regalarle ese momento solo a ella.

Tomando una decisión quiso recostarse sobre la nieve, recorrió el camino que recordaba que le llevaba hasta el parque más cercano desde donde estaba, saltando las rejas que le cerraban se estiró sobre el pasto cubierto por una fina capa de nieve, cerró sus ojos y descansó.

– Hey, chiquilla, que haces aquí – escuchó a lo lejos “debo estar soñando”, pensó y dando media vuelta a su cabeza, siguió durmiendo – vamos, sé que me has escuchado, te puedes morir ahí – “que molesto” – llamaré a la policía.

– Maldición, quien eres tú – dijo en un súbito respiro Elisa, quien recién estaba tomando consciencia de la situación.

– Una persona que pasea – dijo la otra persona, bajó la bufanda que cubría su rostro y Elisa pudo percatarse de la deslumbrante sonrisa que tenía – Soy Javier y ¿tú?

– Elisa.

– Es un lindo nombre… bien Elisa, me harías el favor de levantarte, creo que este no es lugar ni hora para que una señorita esté aquí, en medio de la nieve.

“No estaba soñando” – pensó al percatarse que sus ojos miraban la oscura calle, la nieve que le rodeaba y cubría sus ropas; moviendo su cuerpo en dirección hacia dónde provenía la voz, y logra ver un hombre vestido de lana, con la cara cubierta, y le miraba intensamente.

Elisa volvió a mirar a su entorno y se percató que en verdad estaba durmiendo en medio del parque de la avenida, se sonrojó y tomó la mano que el joven amablemente le ofrecía para ayudarle.

– ¿Qué haces acá? – pregunta Elisa

Javier le mira sorprendido y sonríe – eso debería preguntártelo yo a ti – dijo, mientras ya Elisa compuesta arreglaba y sacudía sus ropas.

– Quería ver la nieve – dijo sonriente, Elisa.

– No puedo creer que haya un lugar así a esta hora abierto – decía Elisa, observando con atención cada detalle de ese café de la esquina al cual entraron.

– Abre por las noches para aquellos que trabajamos a estas horas, para los viajeros, para cualquiera que lo necesite, e incluso una pequeña niña a punto de morir de frio. ¿Un chocolate caliente? – le ofrece Javier mientras Elisa acepta.

– Aun así, sigue siendo sorprendente que la gente esté dispuesta a estar despierta a esta hora.

– Más sorprendente fue encontrarte a esta hora, durmiendo en plena calle, cubierta de nieve.

– Soy una persona que se enferma muy seguido, y pensé que si he de morir pronto debo vivir disfrutando mis días… es primera vez que veo nieve… y no quería solo mirarla, quería sentirla con todo mi ser. Eso es todo.

– Creo que deberías volver pronto, tu familia debe estar preocupada… pero hasta que no termines ese chocolate caliente haremos de este tiempo, un buen recuerdo.

En ese momento decide abrir los ojos, solo para cerciorarse que no estaba soñando, quizás nunca había salido de casa y la nieve solo estaba en su imaginación.

Mientras tanto Javier mira su reloj y le convida a caminar por el parque, Elisa duda un momento, pero sus ganas de seguir mirando el paisaje la animaron.

El camino ya estaba espesando mientras más avanzaban, encontrando una tienda con las luces encendidas y deciden entrar.

Elisa acaricia los bordes de su taza con chocolate y piensa por un momento ¿qué era aquello que la había motivado? En cualquier otro día no saldría de esa manera de su hogar ¿Qué fue ello?

Claro, eso era …

Javier mirando fijamente el rostro sonrojado de Elisa, producto del frio, sonríe luego de un momento.

El tiempo pasó a prisa y las risas fluyeron, esa avenida nevada, los faroles parpadeantes, el olor a café que rodeaba el local, acompañaron aquel momento hasta el momento de volver a casa para Elisa.

El recuerdo de esa avenida, de esa sonrisa, de ese encuentro y de esa nieve aun permanece.

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