SIN NOTICIAS DE DIOS

SIN NOTICIAS DE DIOS

Miguel Gom

09/12/2017

La noche era fría.Como de costumbre no dejo pasar ningún lugar donde buscar el tan ansiado sustento. Ese que la naturaleza nos obliga a buscar todos los días si queremos seguir en ella. Ese que a unos les cuesta buscar más que a otros. Ese que a muchos nos sobra en determinados días del año y apenas nos acordamos de los que luchan hasta morir por encontrarlo.

Le partía ese hielo de cristales huecos que se mete en el alma, el mismo que descartamos enseguida buscando el refugio de la calidez de nuestro hogar. El paralizante y a la vez inquieto frío es el que buscaba a Jhon esa noche. Lo buscaba por todos los rincones. Por entre las esquinas, por los soportales, por la marquesina de cualquier comercio.

No le dejaba en paz mientras él quería encontrar algo que poder llevarse dentro de su solitario estomago. Halló una caja de cartón con las medidas adecuadas para poder entrar en el. La llevó hasta el portal más próximo para que le sirviera de cobijo esa maldita noche de invierno.

Se durmió con el fresco hilvanándole los huesos. Las mantas que lo cubrían apenas podían hacer un hueco de calor entre su cuerpo y el relente.

Le ayudaba aquella media botella de licor que encontró en el contenedor. Un halo de calor interno que subía hasta sus mejillas y sus orejas repartiendo la sangre en aquellos sitios que más se necesitaban.

Ya muy de madrugada y cuando la oscuridad empezaba a perder su batalla con la luz, salió el portero del comercio que había elegido esa noche como hogar y lo echó de allí. Retiró la caja con el poco esfuerzo que le permitían sus agarrotados músculos y volvió al centro de aquella ancha acera.

Cuando amanecía acertó a pasar por allí una niña acompañada de su madre posiblemente camino del colegio. Miró a Jhon mientras sus ojos se nublaban. Miró a su madre y con la mirada le dijo todo. Entraron en un local de desayunos que había cerca y con la paga semanal de la niña le compraron un plato de revuelto caliente.

Se dirigieron a la acera donde comenzaba a caer una suave lluvia y le ofrecieron a aquella figura maltratada por la vida ese sabroso plato.

La sonrisa desdentada de Jhon hizo llorar a la niña y a la madre. No dijeron nada y aquella escena quedó en el recuerdo.

Cuando cogió la cuchara y empezó a comer entre la lluvia y bajo la caja que apenas le resguardaba, miró al frente donde un hombre con gabardina se entretenía con una cámara. Se oyó un click y Jhon bajó los ojos al plato para seguir ayudando a la madre naturaleza a seguir su camino ignorando aquel ruido….

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