En un extraño caminar
por espacios vacíos
he podido experimentar
una verdadera intimidad
con el eterno,
con el creador del mundo
con lo más profundo de mi espíritu.
He hallado la paz
que no tiene entendimiento
por el ser humano.
He podido encontrar
dentro de mi ser
cosas que aún no conocía.
He podido intimar
con lo más profundo
de mis propios misterios.
He podido transmitir
mi nobleza oculta
un tesoro inalcanzable
para los seres hostiles de este mundo.
Y es que aun en la desesperanza
he podido comprender
que una palabra puede elevar mi espíritu
que la fe, es la clave
para nuestros grandes males.
Que el fracaso
puede convertirse
en nuestra mayor victoria.
Que el mundo es
lo que queremos que sea.
Tal cual Cisne negro
criatura majestuosa
y delicada
que convierte una triste realidad
en un sueño alcanzado
en cuestiones de minutos
quizás de segundos.
Ironías de la vida misma
que te seduce por años
en profundos mares de llanto
en una interminable melancolía.
¿Es que acaso
tu ser maravilloso,
criatura hecha a imagen
y semejanza de un Dios
todo poderoso,
no te das cuenta de tu posición en este mundo?
¿No comprendes
que eres un ser especial,
que estas por encima de del resto de las criaturas silvestres?
Si has logrado dominar las perversidades,
el egoísmo absurdo de otros seres
de tu misma especie.
¿No te sientes acaso capaz
de tener dominio propio?
Tan miserable eres,
que te comparas con seres inferiores.
¿Acaso te crees un ser irracional?
Date cuenta ser amado,
de bendición sin igual
que tienes un propósito divino.
Entiende que no eres cualquier adorno barato,
que has sido escogido desde el vientre de tu madre,
que viniste a cumplir tu sueños,
tus anhelos más profundos.
Que hay un ser más grande
el cual te sostiene con una sola mano
y aunque para él eres del tamaño de una hormiga
te trata cual vaso de cristal frágil.
Todo esto me susurro el ser supremo
en mi solitaria pero calurosa alcoba.
Para hacerme entender que valgo
más que mil tesoros.
Así estuve, por un instante de mi vida
así me sentía.
Pero no más llanto,
No más dolor.
Pues hoy me he investido de su armadura,
la fe es mi escudo
la salvación es mi casco
y su palabra mi espada.
Estas armas me acompañan noche y día,
y aun en valles de sobras me resguardan
de mis enemigos.
Calla las voces de las obscuras tinieblas
anunciando un amanecer que está próximo.
¿Y tu miserable incrédulo,
no te crees capaz de anunciar
las buenas nuevas?
¿Acaso tu espíritu
está muerto en vida
y caminas tal cual zombies?
¿Te has entregado a la muerte?
¿Caminas sin norte alguno,
sin rumbo fijo?
De ser así, detente
detente ya,
cansate de cargar tus propias miserias,
de someter a todos los que te rodean
a cargarlas contigo.
¿Acaso ellos son culpables?
¿Acaso no logras ver
que el único culpable
eres tu mismo?
Tu qué te empeñas en seguir
sumergido en tu propio abismo.
Tú que decidiste cavar tu propio pozo.
Levanta tu ánimo
e inclina tu mirada hacia las estrellas
y después que logres contar
todas ellas
entérate que así de infinito
es el número de bendiciones
que te esperan.
He entendido que la fe
suele ser la certeza de lo que no ves,
la convicción de lo que humanamente
no se espera.
Que la luz de un hermoso día
nace desde lo más profundo
de mi ser.
Que si todo es caos
he sido elegido
para ver
mi más grande milagro.
Que si todo esta de cabeza
califico para que el eterno
derrame sobre mi
una lluvia de bendiciones.
He hallado la paz
que no tiene entendimiento humano,
se ha elevado mi espíritu,
cual ave blanca
y pura.
En este tiempo,
donde la tristeza y el miedo
se han apoderado
de la mayoría.
Donde la desolación
parece ser el plato que te sirven
tus malditos demonios internos,
cual aves rapaces y sombrías.
Yo he hallado
mi mayor tesoro
mi milagro más grande,
la paz que no tiene entendimiento humano.
Gracias a ti ser altísimo
gracias a ti
que me has mostrado
que no existe circunstancia
que se compare con tu gran poder.
Gracias por tu infinita bondad
tu mas grande misericordia
fue quitar los velos mágicos
tejidos por malvadas hechiceras
brujas de las tinieblas
que tenían mis ojos cubiertos
para no ver tu infinita verdad,
pero tú con gran poder
me ha dado una visión clara,
ahora puedo ver.
Y no conforme con eso
me has preñado de tus promesas,
has acabado con mi esterilidad.
Hoy que puedo ver
que mis ojos son los espejos
de un alma liberada,
he comprendido que mi espíritu
habita en una simple materia,
que soy más que un pobre cuerpo,
que el dolor no es parte de mi,
que no hay plaga que toque mi morada.
¡Ho altísimo!
magnifico Rey, majestuoso y soberano
en este transitar por la vida
en la cual estemos de paso
he de vivir conforme a tu gracia y tu favor.
He de disfrutar
de todas tus riquezas
tanto espirituales como terrenales.
He de someter a mi miserable cuerpo,
a ciertos placeres de la vida,
el cual se mantiene en este mundo
de forma circunstancial.
Porque al ser llamado mi espíritu,
al llegar la hora de presentarse ante el Rey Supremo,
esta materia será consumida
destruida y comida por las miserias terrenales,
más mi espíritu tendrá vida eterna.
Esto y más me han hecho comprender
que transito por este mundo momentáneamente,
y por tanto sería un ser estúpido
perder mi valioso tiempo
en cosas que no tienen valor alguno.
He podido comprender que todo es vanidad.
Mira hacia el cielo las aves,
que no siembran, ni siegan,
ni recogen en graneros;
y vuestro Padre celestial las alimenta.
¿No valemos nosotros mucho más que ellas?
Y por el vestido,
¿por qué nos afanamos?
Primeramente Considerad los lirios del campo,
cómo crecen: no trabajan ni hilan;
y aun así el altísimo los viste.
Por ello debemos preguntarnos una vez más
¿No valemos nosotros mucho más que ellos?
Y si la hierba del campo que hoy es,
y mañana se echa en el horno,
Dios la viste así,
¿no hará mucho más por nosotros?
Verdaderamente esto nos muestra
nuestra poca fe.
Reflexiona alma mía
para que adquieras la sabiduría,
que nos hará entender
que para todo existe un tiempo,
un tiempo para nacer,
y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar,
y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar,
y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir,
y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar,
y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto,
y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras,
y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse,
y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar,
y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar,
y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar,
y un tiempo para coser;
un tiempo para callar,
y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar,
y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra,
y un tiempo para la paz.
Entender nuestros tiempos
es ser dignos de admirar,
es demostrarnos
que hemos logrado
entender los complejos de la vida,
que lo que hemos vivido
ha valido la pena
porque cada experiencia
la hemos transformado
en un valioso aprendizaje.
Pero lo más importante
es que hemos hallado la paz
que no entiende entendimiento humano.
Y que perdimos mucho tiempo
buscando la felicidad
en lugares equivocados,
cuando en realidad
esta se hallaba en nuestro interior.
Es por ello,
que me pregunto hoy:
¿Qué provecho saca quien trabaja tanto en afanarse?
Si Dios hizo todo hermoso en su momento,
y puso en la mente humana el sentido del tiempo,
aun cuando nosotros
no alcancemos a comprender
la obra que Dios ha realizado
de principio a fin.
Yo sé que nada hay mejor
para el hombre
qué alegrarse
y hacer el bien mientras viva.
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