CUADERNOS, BOLÍGRAFOS Y LAPICERAS…

CUADERNOS, BOLÍGRAFOS Y LAPICERAS…

Alicia Prack

02/11/2017

Como para orientar al que me lee puedo decir que pertenezco a la generación para la que, durante el período de escuela primaria, lo primordial era tener buena caligrafía y excelente ortografía, detalles que hablaban muy bien de uno, además de obtener buenas calificaciones en otras materias, también, por supuesto.

En los programas de estudio de mi época se obligaba a usar cuadernos de caligrafía en materias como Lengua y Gramática, para practicar letra cursiva, inglesa, gótica, de imprenta, mayúsculas y minúsculas, ya sea en clase o como tarea en casa. Particularmente me gustaba usar dichos auxiliares, pero otros de mis compañeros los odiaban.

En general, estos ejercicios mejoraban mucho el estilo de escritura, y yo veía como algunos tenían la letra tan horrible que parecían arañas aplastadas contra los renglones, lo cual dificultaba mucho la lectura y el entendimiento de sus textos escritos. Pero a lo largo del año iban ganando en prolijidad gracias a dichas rutinas.

Siempre me gustaron las agendas y los cuadernos para tomar notas. Y también las plumas a tinta. De hecho, toda la vida fui candidata para que en fechas importantes me regalaran bonitos ejemplares, tanto de unos como de otros, con tapas muy atractivas. Y lapiceras haciendo juego. Se sabía que yo los iba a valorar, a atesorar y a utilizar, constantemente.

Claro está que también soy de las personas que se avienen a los adelantos y practicidades de la modernidad. Poco a poco fui usando el ordenador y el móvil para guardar mis cosas importantes. Y ya no fui a las librerías a comprar agendas y cuadernos. Ni lapiceras. Ya que el Word y la notebook hicieron que yo no necesitara escribir más. Mis yemas dactilares y el teclado iniciaron el romance cibernético más inesperado, y el papel y el bolígrafo quedaron olvidados en el fondo de algún cajón de mi escritorio o de algún bolso.

***

Hace unos pocos meses, estábamos viendo con mi esposo un programa de televisión de preguntas y respuestas, que gustamos ver de sobremesa. Lo hacemos para divertirnos al medir nuestros conocimientos adquiridos en cultura general. Entonces, una de esas noches lancé la propuesta, el deseo de ir a presentarme a responder, y mi esposo, apoyando mi enorme deseo de concursar, me dio una idea para repasar mis conocimientos.

Me propuso que comenzara a repasar datos de por ejemplo, capitales de países del planeta, ríos más importantes, premios Nobel, autores de obras artísticas, aves nacionales, comidas típicas, sistema solar, constelaciones, nombres de presidentes, protagonistas de cine ganadores del Oscar, fechas de guerras. Bueno, en fin, repasar todos los datos y acontecimientos que pudiera almacenar en mi memoria como para someterme al bombardeo de preguntas, y responder acertadamente, cuando llegara la ocasión.

La verdad es que consideré construir una montaña de datos necesarios para ello, pero volviendo a mi vieja usanza: anotar de puño y letra en un cuaderno de los grandes, con renglones y tapas duras, y comprar una buena cantidad de bolígrafos, lapiceras y resaltadores de varios colores para destacar palabras clave. Pero más que nada, para contribuir a mi memoria fotográfica.

Confieso que fue sentarme a estrenar mis nuevos implementos de estudio y comprobar que realmente hacía muchísimo tiempo que no escribía a mano.

¿Qué pasó con mi hermosa y pareja letra? ¿Dónde quedó la fluidez de mis trazos? La falta casi total de práctica me demostró que ahora debía ponerle mayor atención a las palabras escritas, además de estudiar datos para un concurso televisivo, ya que mi mano derecha parecía haberse olvidado de escribir. Demás está decir que fue soberana la revelación, al descubrir que todo lo cibernético y tecnológico se había devorado a mi otrora hermoso hábito de escribir, con lápiz y papel… La carrera digital en la que todos participamos tiene un gran cartel en su meta el cual no se alcanza a leer, porque es difuso como todo espejismo. Lo que dice no es precisamente “Llegada”. Yo, personalmente leo “Comienzo”. Y es lo que he vuelto a hacer. Comenzar a escribir, con mi mano derecha, con mis bolígrafos, mis lapiceras y mis resaltadores de colores, sobre mi gran cuaderno nuevo, cuyas primeras palabras se parecen bastante a las que hace mucho tiempo, solía escribir.

***

¿A alguno de mis compañeros participantes en este Club de Escritura, le ha pasado algo parecido a lo que acabo de contar?

¿A alguno de los escritores y periodistas de la lista de presentación de esta propuesta, le ha ocurrido que no saben cómo se escribe cierto vocablo, siendo ya profesionales de sus carreras?

¿Cuál será el destino de todo lo que escribimos, de nuestras obras literarias, alojadas en una dulce nube, y no en un cuaderno escrito desde nuestro puño y letra, como se hacía antiguamente?

¿Los muy jóvenes, que escriben con tantas abreviaturas, interpretan mis inquietudes acerca de que la escritura estaría muy amenazada por la cibernética y la tecnología?

¿El sentido de la vista de los niños está en serio riesgo de acortarse, debido a que no despegan sus ojos de las pantallas tecnológicas?

¿Puede decirme Silvia Nanclares, cuya entrevista leí, si mis preocupaciones son considerables o imaginarias e innecesarias?

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