La Realidad De Las Cosas.

La Realidad De Las Cosas.

La música del fondo retumbaba suavemente en las estrechas paredes del bar. Rodrigo no podía despegar la mirada de una joven mujer que lucía magníficamente una minifalda en un sobrio color vino. Su corta falda terminaba por debajo de donde sus muslos perdían el nombre. Su cabello de fuego y sus largas piernas bronceadas enfundadas en unas ajustadas medias oscuras alteraban su libido.

Rodrigo terminaba su cuarta cerveza de aquella noche y el alcohol finalmente le surtía el efecto que tanto buscaba. Armarse de valor para invitarla a bailar, se levantó un tanto mareado y cuidando sus pasos por la poca iluminación del lugar llego tambaleante hasta la joven mujer.

-Hola, mucho gusto soy Rodrigo. Desde que entré aquí me ha sido imposible evitar admirar tu belleza. Te gustaría bailar.

-Ohhh -contesto la joven ligeramente incomoda-. Lo que sucede es que espero a mi novio, no debe tardar.

Con una apagada sonrisa él dio media vuelta para volver a su mesa, no sin antes lograr descifrar los murmullos de la amiga que acompañaba a la joven pelirroja que recién él había invitado a bailar.

-Viejo pervertido.

Aquellas palabras retumbaron fuertemente en todo su ser. Viejo, pero si tan solo tengo 45 años, se dijo a si mismo mientras le pedía con la mano otra cerveza al mesero.

Ni siquiera sabía con certeza que estaba haciendo. Tan solo quería sacar de su mente lo que horas atrás había ocurrido.

La mañana de ese mismo día, era la primera vez en 3 años que salía temprano de su trabajo y pensaba darle una grata sorpresa a su esposa llevándola a desayunar. Pero la sorpresa fue para él, al contemplar con horror a su Matilde en cama con otro hombre, más alto y notablemente más joven que el.

El atónito, soltó su maletín y se postro en su deslucida mecedora que daba frente a la ventana de la habitación y quedaba a un costado de su cama. Tanto el joven como la mujer le decían palabras que no podía escuchar, mientras él tan solo se arrepentía de no haberle comprado ese anticuado revolver a Jerry, su viejo amigo de la infancia cuando este intento vendérselo el año pasado. No hubiera acribillado a su esposa y amante, tan solo les habría sacado un susto de muerte. 

Menos de cinco minutos después el salió de su casa sin quejas ni reclamos y solo un interminable silencio lo acompaño. Camino toda la tarde pensando en los infortunios de la vida, hasta que sus pasos lo llevaron al bar en dónde había conocido a su esposa. Entro y se acomodo en la misma mesa de siempre.

Desde que conoció a su mujer en ese bar, hizo habitual su visita al lugar entrando algunas veces al año ahí para pedir un par de cervezas y sumirse en sus pensamientos mientras se relajaba.

A pesar de que la joven pelirroja acababa de rechazarlo, el no podía dejar de contemplarla ahí recargada a sus espaldas en la barra del bar. Sabia que estaba mal y no quería parecer algún tipo de acosador. Además estaba el echo de que la mujer no debía tener más de 25 años, aquello lo apenaba un poco, si tuviera una hija podría tener más o menos su edad.

Si tuviera una hija claro se dijo a si mismo, pero nunca tuvo, así que ese no era su problema. No es que no hubiera deseado al menos un par de chiquitines jugueteando por toda la casa. El detalle estuvo en que su mujer jamás quiso tener hijos, ella decía que el mundo era un lugar horrible y la economía era un desastre.

Dejo sus pensamientos para centrarse de nuevo en la pelirroja que portaba una chaqueta de cuero negra y una playera blanca con un estampado al centro de alguna marca de ropa que sin duda el no reconocía. Sentía la enorme responsabilidad de pedirle una disculpa por haberla incomodado. Eso haría, se disculparía y después se largaría de inmediato del lugar, a pasar sus penas en alguna otra parte donde nadie pudiera verlo.

Mientras se acercaba lentamente a la joven mujer, observo los tacones descubiertos en dorado que portaba y creyó que le sentaban muy bien a su look, a diferencia de él, que solo portaba su traje desaliñado en color caqui, sus zapatos negros ya no tan lustrados de tanto caminar y la completa falta de corbata, que en algún momento del camino sintió que lo asfixiaba y la lanzó por un desagüe.

-Hola soy yo otra vez.

-Ya lo noté amigó- le respondía ella con una sonrisa obligada-. ¿Pasa algo?

-Tan solo quería que supieras que lamento si te incomode -llevo una mano a su cabeza-. No suelo hacer estás cosas, es solo que… olvídalo, solo eso.

-Esta bien, no hay nada que explicar- le dijo ella con una sonrisa más natural.

-Gracias.

Volvió a su mesa y pidió su cuenta. Mientras bebía el último sorbo de su cerveza una figura le tapo la poca luz del lugar. Saco su cartera creyendo que era el mesero.

-Hola Rodrigo, tenemos que hablar.

Eran Matilde y su joven amante que se sentaban en la misma mesa frente a el.

-Te buscamos por horas -dijo la mujer que se secaba un poco el sudor en su frente-. Y entonces recordé que cuando sentías que las cosas salían mal, venías a este lugar.

Rodrigo no les dirigió palabra, solo los observaba, pero noto como discretamente la pelirroja los miraba a los 3, la joven ya se había sentado con un apuesto y músculo hombre de tez morena clara y no muy mayor que ella. Aunque se le hacía muy curioso cómo aquel hombre musculoso no había llegado solo sino con una joven rubia y alta a la cual no dejaba de abrazar.

-Esto se acabó Rodrigo- dijo Matilde mientras suspiraba y echaba su cabello hacia atrás- ¿No tienes algo que decir?

-Se acabó en el momento que decidiste volverme un cornudo, solo que hasta ahora me doy cuenta, ¿No?

-No. Ya se había terminado desde antes- dijo la mujer afligida-. Pero tú no quisiste verlo, hiciste lo mismo de siempre, no escucharme y fingir que todo estaba bien.

-Ya se de dónde te conozco -enuncio Rodrigo molestó a la vez que señalaba al joven-. Eres Milo el chico que repartía los periódicos.

-Si ese era yo -respondió él joven con su voz ronca voz-. Pero ahora ya no soy un chico.

Rodrigo dejo asomar una sonrisa burlona.

-¿Que edad tienes? -le pregunto Rodrigo mientras de reojo miraba como la pelirroja no les perdía la miraba de encima-. ¿Espero que cuando menos dieciocho?

-Tengo casi 20 y también tengo mi propio negocio -respondió Milo ofendido-. Soy cofundador de un próspero local de cómics.

-Bien por ti niño, bien por ti- dejo de mirar al joven para mirar a su aún esposa-. Aquí te conocí Matilde así que tiene sentido que aquí acabe todo. Se podría decir que es hasta poético.

-Ves a lo que me refiero- dijo Matilde visiblemente frustrada mientras se limpiaba el sudor de su frente-. Tan solo me ignoraste pero al menos esta vez no pretendiste que me escuchabas. Te reporto que lo nuestro no termina hoy. Lo nuestro llego a su fin desde hace mucho.

Rodrigo observo como Milo la abrazo y ella lo tomaba del brazo.

-¿Que todo ese tiempo riéndose de mi a mis espaldas, no fue suficiente? -dijo Rodrigo irónico y molesto-. ¿Y aparte vinieron aquí a regodearse de lo tanto que se aman en mi cara?

-Jamás nos reímos a tus espaldas -comento la mujer-. Las cosas se dieron lentamente y surgió el amor. En el encontré lo que contigo perdí.

-¡Mejor lárguense de aquí!

-¡No te pienso pedir pensión! -le hablo molesta la mujer al escuchar el tono de el-. Pero me voy a quedar con la casa, las cosas y el coche. Puedes pasar por tu ropa hoy o mañana si quieres.

-Jamás creí que todo mi esfuerzo sería para un chamaco, que ni siquiera es mi hijo- dijo mientras observaba fijamente al joven.

-No empieces, me descuidaste mucho tiempo, siempre fue más importante tu trabajo que yo.

-¡Perdón si siempre quise que hubiera comida en la mesa!

-No entiendes nada, tan solo dime si aceptas o habrá que recurrir a los abogados.

-Quédate con todo, no me importa.

-Que bueno que llegamos a un acuerdo- comento Matilde.

Al levantarse ella se mareo un poco y se apoyo del joven. Este le tocó suavemente la barriga.

-¡¿Estas embarazada?!

-¡Si!- le respondió ella con dureza.

-¡¿Desde cuándo?!

-¡Eso a ti no te incumbe!. No vinimos a hablar de eso.

-¡Mentirosa!, ¿que paso con eso de la economía y de que el mundo es una basura?

Matilde no respondió, tan solo lo miro molesta y jalo a Milo para que se fueran de ahí. Pero ya era muy tarde la ira había poseído a Rodrigo que ya se abalanzaba contra el joven, ambos calleron contra el duro suelo del bar y casi también hacen caer a Matilde que sujetaba del guante a su hombre.

-¡Perro sarnoso!- le gritó Rodrigo con sus expresiones en total descontrol-. ¡Siempre te di propina! -siguió gritándole mientras azotaba una y otra vez la nuca del joven contra el mosaico-. ¡Y me pagas robándome todo por lo que me esforcé!

La cara de Matilde se llenó de pánico y tomo una gruesa botella de Ron, la cual azotó duramente contra la cabeza de Rodrigo, la botella voló en decenas de pedazos. Rodrigo cayó y mientras él perdía el conocimiento Matilde llorando y con su cara colorada lo amenazaba apuntando a su rostro el afilado cristal que sobresalía de la botella restante.

Para cuándo despertó sentía su cabeza a punto de estallar, estaba sentado con su espalda recargada sobre una de las bancas del lugar, mientras un paramédico lo vendaba de la cabeza. Había poca gente y habían encendido las luces en su totalidad. Recordó un poco de lo sucedido y volteo a todos lados tratando de encontrar a Matilde. De pronto se sintió tan vacío por dentro como jamás en su vida, la imagen de Matilde en pánico amenazándolo lo lleno de una inmensa y escalofriante soledad y un agudo dolor en la boca de su estomago apareció, como si de aguijonazos se tratarán.

-Hola -la delicada voz de la joven pelirroja se oyó por detrás de el-. ¿Cómo te sientes?

-No lo se- respondió asombrado-. ¿Que sucedió exactamente?

-Pues por dónde empiezo- dijo ella y se sento en la banca que estaba a un lado de el-. ¿La mujer que llegó con el chico era tu esposa?

-Si

-¿Y el chico su amante?

El asintió con la cabeza.

-Ok, poco después de que te quedaste inconsciente la policía llegó, tu esposa armó un escándalo quería que te encerraran, dijo que casi matabas al chico ¿Ves toda esa sangre?- le señaló con el dedo.

-¡Cielos no creí que había dejado tan mal a Milo!

La chica soltó una risa ligera y lo golpeó del hombro.

-¡De que hablas!, toda esa sangre es tuya, me sorprende que recobraras el conocimiento. Vaya que tú mujer te jodió duró.

El se sonrojo y enmudeció.

-Bueno yo y el dueño del bar que ya te había visto antes y que por cierto dijo que eras muy tranquilo, intercedimos por ti.

-¿Por qué me ayudaste?

-Al principio creí que solo eras un pesado, pero cuando te disculpaste cambie de opinión y después de ver lo que pasó con tu esposa entendí todo.

-Puede caminar- pregunto el paramédico.

Rodrigo lo afirmó parándose lentamente y caminando apoyado de el.

-Gracias- dijo Rodrigo a la joven pensando que aún no sabía su nombre.

-Romina- enuncio ella al darse cuenta que ni si quiera se había presentado-.

Y antes de que el saliera por la puerta gritó ella.

-Oye seguido estoy aquí, cuando te recuperes con gusto te acepto ese baile.

Ambos se sonrieron y de pronto Rodrigo no se sintió tan solo como hacía un instante.

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