Damien Rice: I remember

Damien Rice: I remember

La primera vez que escuché a este genial artista irlandés fue en el 2010. Ese día había leído un post en internet y la autora colocó el link de la  The Blower’s Daughter. Esa noche no recuerdo cuántas veces escuché esa canción que hablaba del amor perdido para siempre. Eso entendí. Supongo que cada quien interpreta las canciones de acuerdo a su estado de ánimo, vivencias, sueños y experiencias. Pensé en ese momento que era la mejor canción que había escuchado en mi vida. Recuerdo con emoción que durante meses no escuché otra canción que esa. En casa me decían que renunciara a escucharla o en todo caso que buscara otra canción de ese artista.  Un mes después escuché I  Remember y Amie, hermosas creaciones.  Ese día empecé a adorar el talento de este músico.  Pensé que hay que ser genial para escribir y componer canciones que produzcan sentimientos encontrados no solo en el tema amoroso sino social y ambiental. Pronto me sedujeron Volcano, Delicate, Cold Water y Cannonball que escuchaba en los pocos momentos de ocio que tenía en ese entonces en que trabajaba en una panadería.  

Lo que amaba de sus canciones es que cada vez que las escuchaba sentía  enormes ganas de leer, leer y leer nuevamente. Sus canciones y su talento me conectaban nuevamente con el amor de mi vida que había considerado perdido para siempre: la literatura. Sumergida entre panes, harinas, alfajores y clientes apurados, sentía que el talento de un desconocido que para ese entonces era Damien Rice para mí, me devolvía así como un milagro esas ganas no solo de leer sino que pronto, meses después sentí  que debía volver a escribir.  Años que no escribía y mis lecturas más amenas no pasaban de leer el periódico que compraba fielmente por esos años.

Empecé a escuchar más canciones de Rice. Cada una se volvía la favorita por meses.  Cada una tiene una historia especial y única con algún momento de esos años en que poquito a poco comencé a leer párrafos subrayados por mí en los libros que había leído durante mi época universitaria y profesional. Comprendí en ese instante que esa fea costumbre de malograr los libros que compraba marcándoles me rescataba de la apatía hacia la lectura,  que había adquirido tras mi decisión de trabajar en un taller de panadería. Leer esas frases que más me gustaron fue mi salvavidas. El primer libro que leí completo fue Ensayo sobre la Ceguera del portugués José Saramago. Lo leí en menos de dos días. Extasiada de sus párrafos increíbles pasaba hojas tras hojas hasta llegar al final con una sonrisa de gratitud: era mi primer libro tras años de cero lecturas. Recordé en ese instante cómo a los 17 años había leído en solo dos noches y tres días—con algunas pestañeadas—con emoción desbordante Cien años de Soledad. Esa fue mi primera gran novela leída. Ese día me enamoré de Gabo, como millones en el mundo que habían leído a este genial escritor colombiano.

Las canciones de Rice fueron para mí como un ángel redentor.  Volví a escribir, quizás en forma diferente. Años que no lo hacía. Como un homenaje a esos años en que descubrí su música y me animé a retomar poco a poco un placer dormido, hace algunos meses escribí un relato en la cual menciono que I remember es la canción favorita del protagonista, una mujer que por amor cambia de sexo y de color de piel. Debo de confesar que escucho a Rice cada vez que escribo. Es mi motor, el combustible que me recuerda que necesito escribir para ser feliz. Cada persona busca la felicidad según sus expectativas y sueños. Yo encuentro la felicidad cuando escribo y leo. No leo para saber más, ni siquiera para conocer otros mundos. Leo para sentir. Hay escritores que te producen emociones que no sientes ni viendo las mejores películas. Solo la música de Rice me producen esas sensaciones que  gozo cuando leo algún buen libro.  ica.jpg

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