La curiosa iniciativa nace del grupo rescatista de valores “Pretérito Perfecto” y se propone enseñar a los niños a jugar como nuestros antepasados, sin luces ni pantallas. En sus primeras semanas, más de 30 niños se acercaron al lugar: un récord de convocatoria en actividades sociales infantiles.
Hace más de diez años que la disposición oficial ha suspendido las estaciones del año. Sin embargo, el paisaje recuerda una primavera de hace medio siglo: seis niños ríen y hasta conversan entre juegos. Fuera de esta cápsula de aire puro Nº 176, siguen las manifestaciones contra el tráfico de agua, continúa la guerra civil de clonados en varios países, el pueblo clama la universalización de la Ley de Hijo Único y el mundo sigue girando. Pero en este oasis lúdico, el tiempo parece haberse detenido.
“No veía tantos niños juntos desde mi último año en la escuela”, confiesa emocionado Jorge Rodríguez, que a sus 55 años creó y dirige este proyecto. Él, como muchos de nosotros, fue una de las últimas generaciones en conocer un aula, el concepto de compañeros o pizarrón. En una mezcla de astucia y nostalgia, propuso al grupo “Pretérito Perfecto” la creación de un parque como los que existían el siglo pasado y que sobrevivieron hasta las primeras décadas de este, antes de ser reemplazados por parques digitales o directamente, abandonados por desuso.
La nostalgia no es un juego
Para los niños todo es novedad. Algunos voluntarios de “Pasado Perfecto” les explican cómo usar los juegos, cómo mover las manos, cómo trepar. A pesar del sedentarismo y el aislamiento social, es curioso ver cómo los niños no dejan de ser niños, y disfrutan descubriendo por instinto y con sorpresa, el perdido arte de jugar.
“Nunca pensé que explicaría a un niño cómo usar un tobogán”, relata Rodríguez, “de todas formas, estos toboganes no son como los de nuestra época, tuvimos que mandar a construir modelos más amplios por el problema de la obesidad que afecta al 70% de nuestros niños”.
En efecto, el parque se propone luchar contra los problemas comunes de la infancia: obesidad, sedentarismo y soledad.
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