Eran las 8 de la mañana cuando Luis quiso consultar el horario del tren. Inesperadamente, no pudo hacerlo como de costumbre así que se dirigió a la estación esperando no llegar demasiado temprano o demasiado tarde. Mientras tanto Erika decidía que ropa usar. Tenía una cita importante por lo que quería llevar su camisa nueva pero al pensar que probablemente llovería, también debía usar una chaqueta. Quiso consultar el pronóstico del tiempo como todos los días, pero tampoco lo logró. Finalmente usó la chaqueta preguntándose qué pasaría. Poco a poco todas las personas empezaron a darse cuenta de que no podían hacer las cosas que hacían habitualmente. Consultar las noticias, chatear, bajar archivos, enviar correos, y se empezó a crear un «caos» general. “Es el fin del mundo” decían algunos, “Es una amenaza terrorista”, opinaban otros. Lo cierto es que al pasar las horas todo seguía igual. “No hay sistema” pregonaban los funcionarios de bancos, centros médicos, oficinas del gobierno. Y añadían “Debe ser un daño temporal. Si gusta usted esperar…” Y las personas esperaron, esperaron y se cansaron de esperar. Ese día no se pudo trabajar o estudiar. Todo se paralizó  y las personas regresaron a sus casas totalmente desconcertadas, con un sentimiento de que no había nada que hacer, con un desasosiego por no comunicarse, con la esperanza de que todo volviera a la normalidad inmediatamente.  En las casas tampoco se podía hacer mucho. Celulares, Computadores, todo estaba apagado.  Y de repente las familias re descubrieron que había otro modo de comunicarse. Mientras cenaban, hablaron por primera vez en mucho tiempo, por fin se miraron nuevamente a los ojos y no estaban absortos en los mensajes que llegaban al celular. Los padres no trabajaron después de la cena, enviando archivos urgentes y los hijos no se encapsularon en las redes sociales. Se sentaron juntos, como lo hacían los padres cuando eran niños, hablaron del pasado, contaron historias, buscaron un viejo juego de mesa y pasaron la mejor noche  de sus vidas… Sólo fue un día aquel en que  Internet dejó de funcionar. El día que sentimos morir, sólo para después descubrir,  que estamos más vivos sin su presencia. 

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