Desde el andén un murmullo de pasos apresurados anunciaba la inminente salida del AVE con destino Madrid. Sara terminaba de colocar su escaso equipaje cuando le vino a la mente una frase que expresaba lo sucedido en las últimas horas: » la vida se encuentra llena de encuentros y despedidas.»
En un acto reflejo, el pulgar de su mano derecha rozó sin querer aquel trozo de piel donde antes había llevado un anillo. Aflojó la cinta que tenía a su izquierda y la persiana que cubría la ventanilla se enrolló con un golpe seco y sordo.
Se sentó, saco del bolso un libro y abrió una página al azar. Una locución oriental al pie de una ilustración, pareció cobrar ahora todo su sentido: «Ella es un tallo sin pétalos que el viento balancea.»
Al buscar un pañuelo en el bolsillo, unas llaves se enredaron en sus dedos. Aquel frío metálico como el vacío de su alma, la hacían despedirse de una casa hueca, donde el aire pasaría revista a todos esos muebles de diseño que, tiempo atrás, dieron sentido a su vida.
Contempló entonces las últimas casas de la ciudad, mientras las lágrimas y la lluvia componían un mismo sonido.
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