No sabía cuánto tiempo llevaba aquí.
Hay muchos como yo, observando desde el andén. Perdidos. Deslizándose como sombras entre la multitud.
Y de repente la he visto, sólo un destello a través de la ventana del tren. Como un impacto de bala donde estuvo mi retina. Como un flash.
Me he visto con ella cruzando el desierto, cenando en Nueva York a la luz de una vela, recorriendo Nerja y Lanjarón, paseando por México…
Me he visto susurrándole en conversaciones de madrugada en una cama donde apenas cabíamos. La he visto sonriéndome con el pelo mojado al salir de la ducha. Me he visto quedarme prendado del lunar de su hombro.
Podría parecer que es como un sueño, como un golpe de amor a primera vista que me ha hecho imaginar una vida que nunca tendré…
Pero es parte del pasado.
Al ver sus ojos a través del cristal durante ese segundo he recordado que una vez tuve el sabor de su piel en mis labios.
He recordado quién soy.
Y he recordado que fue aquí frente a este andén, donde murió mi cuerpo al descarrilar el tren en el que viajaba llegando a Santiago para encontrarme con ella.
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