Hoy le gané al despertador, debe ser porque estoy algo inquieta por esa vídeo llamada del trabajo. Las cortinas de la pieza quedaron abiertas ayer, y hoy entra una luz azulina que precede a los rayos del sol. Me gustan los días despejados, suben el ánimo. No tengo muchas ganas de participar en esa vídeo llamada, estarán los jefes de todas las áreas de la empresa y yo, una simple analista de recursos humanos. Ahora que lo pienso, nunca he tenido una reunión cara a cara con ellos, y hoy conocerán un rincón de mi intimidad, como si estuviéramos todos sentados en el living de mi departamento, compartiendo el mismo espacio.

¿Dónde hago esa vídeo llamada?, no tengo escritorio, tampoco puede ser en mi cama, ni en pijama y en la cocina los niños se subirían sobre mi cabeza, no tengo una biblioteca como telón de fondo para dármelas de intelectual.

Los niños aun duermen. Sigo mirando la ventana y veo al camión de la basura, ojalá no metan ruido, pero sólo ruge el motor del vehículo cuando se aleja tras una nube gris. Me siento tan torpe lamentándome por la vídeo llamada, y ellos afuera, recorriendo la ciudad desde la madrugada.

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