el viaje del ciego.

el viaje del ciego.

teo Gómez

13/06/2017

En el comienzo era el caos: Descripción conceptual de un estado inimaginable, inentendible e inconmensurable. Sobre este caos la fuente toma conciencia de su existencia y sus potencialidades, y decide moverse para armar un caos similar pero duplicado. Cuando de una pareja caótica nace el fruto, podemos afirmar que comienza en realidad este viaje.

Luego de observar en silencio el horizonte de columnas, el viajero sintió un tenue golpe en su corazón: Desde el exterior esto no parecía tan sobrecogedor, y luego de deambular golpeando puertas falsas, un soplo de suerte lo llevó a una pequeña apertura oscura que se cerraba ligeramente ante los ojos de algún desprevenido. Los pájaros de Horus se posaban sobre los capiteles de las columnas y a medida que el viajero avanzaba el sudor y los nervios aumentaban. Cada ave representaba un viaje diferente del viento en su trasegar cósmico y cada columna representaba un alma avanzada que fija en la tierra las raíces de su mensaje. A su lado caían semillas invisibles que reproducían ciertos tonos: La música era un arte mundana que sólo servía al díscolo Seth, pero éstas notas eran diferentes, no parecían venir de ningún instrumento y producían unas ondas surrealistas que embriagan el entorno. El recorrido a través de las columnas no fue rápido y la atmósfera parecía contener ciertas partículas microscópicas que iban actuando sobre la lucidez de quién osaba trasgredir un templo sagrado. El viajero iba delirando en medio de las columnas y sobre el suelo veía cadáveres de hombres y mujeres que al parecer habían muerto esperando entrar en razón. Sin embargo, para aquellos que lograban en sus alucinaciones traspasar la última de las 37 columnas, afuera los esperaba la fuente de agua sagrada del Nilo en medio de un patio lleno de arena y en el cual se encontraba la mayor máquina cuántica que pudiese el hombre haber construido.

Cuando los antiguos egipcios comprendieron las eras por las que el ser humano iría evolucionando entendieron que el viaje sería más largo de lo presupuestado. No había templos, no había pirámides, no había obeliscos ni estatuas, incluso la arena infinita del Sahara estaba ausente, solo el Dios del Nilo y sus ciclos podían ser fiables. Sin embargo, entre el fuego de los dioses y el agua del Nilo existía una eterna pelea que no podía ser zanjada con una simple buena voluntad, por ello, el Dios del aire de la era de Géminis, trajo la armonía entre los contrarios, y se llegó una etapa de continuo sometimiento donde el agua y el fuego eran invadidos por un nuevo elemento para formar un todo inmutable en espíritu pero maleable en su forma física. Es difícil aceptar que el ojo de horus pueda tener tantos estados materiales como nuestra cabeza pueda imaginar, pero la realidad es una y estable aunque la podamos dividir en infinitas partes. Las eras del aire traen vida y comprensión, el aire es el punto medio entre los extremos de una figura geométrica, de allí nacen las proporciones áureas inconmensurables y es el medio para cualquier viaje de un ser vivo.

Para aquellos que lograron algún día completar los recorridos del viajero, la idea de la neutralidad no es indiferente. El ser humano debe romper toda resistencia al entorno y volverse una partícula neutra que no conspire ni beneficie, simplemente debe hace parte de él como un todo. Existen espacios donde la ingravidez y el paralelismo de tiempo no son ningún obstáculo para la evolución. Existen espacios recónditos donde se puede atrapar la música de las esferas para desintegrar toda resistencia. Somos como las columnas inmóviles que sacan raíces sobre una tierra inestable en busca de esa música sagrada que pueda devolverle el espíritu a las piedras.

Tiempo después el viajero despertó lleno de sudor y con los nervios de punta. En su respiración sentía el aroma del desierto, en sus manos tenia rastros de arena y en su cabeza un sueño muy limpio. Los viajes al templo habían sido una visión de su vida anterior y sobre su conciencia cargaba la pena de un viaje aún sin terminar. Él era uno de los cadáveres postrados a las puertas de la luz. Sin embargo, su pena era la única salida. A veces los seres humanos buscamos de manera torpe cuales son nuestros orígenes y nuestros destinos: Algunas veces creemos que el viaje es un continuo reconocimiento frívolo entre personas iguales de ignorantes; otras veces creemos que el viaje es un eterno escape de sí mismo; otros viajan por las sendas del éxito material, y otros simplemente atinan a decir que aún no saben cuál es el sentido de todo esto.

Somos viajeros a las puertas de la libertad que siempre desfallecen en el camino. Una y otra vez el viaje egipcio se repite: Así como la luna y el sol danzan sincronizadamente, así danzamos nosotros entre las oportunidades y la ignorancia. Cada viaje es una oportunidad para dejar de viajar, para encontrar el destino y comenzar otra historia.


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