Son tantos los destinos y tantos los lugares que podemos conocer pero somos seres miedosos, que podemos tener tantos deseos pero el miedo nos abruma y nos ciega.
Creo que fue una tarde del mes de septiembre cuando creí que estaba listo para migrar. Solo el tiempo me enseñó del horror he incertidumbre que podemos vivir al dejar a tras nuestro utero familiar, esa zona donde a pesar de todas nuestras tristeza entendemos que estamos seguro.
Decidí viajar al lugar donde desde las montañas se creó el mundo. Pero solo al llegar me di cuenta que no pertenecía a ese mundo. Ese mundo que me recibió con todo agrado y cariño, pero para mi no era lo suficiente como para amarlo y quererlo, sentí que no pertenecía y que era solo un paso para lograr un futuro, el cual no podía construir donde pertenecía.
Llegue a tempranas horas de la mañana y al ver ese lugar me encontré con emociones que no podía comprender y que jamás había sentido antes. Lo peor es que no podía contárselo a mi mejor amigo, tío o mi pareja. Estaba solo, fue el primer día donde esas palabras de mi abuela (simona) “ no importa donde estes, importa quien eres tu” y fue allí que decidí dar el primer paso. Un paso que fue el más importante para mi vida. No fue fácil comenzar y aceptar situaciones difíciles.
Desde comer poco, para ahorra los más que pueda, hasta pensar en terminar mi dolor de una manera distante a mi ser, puedo decir que reí, llore quizás po miedo o por alegría, no lo sé fueron muchos los países ( Peru, Ecuador, Uruguay Estados Unidos) hasta llegar donde solo el destino trazó mi camino.
Conocí a personas que hoy en día son grandes amigos, ya que en la vida del emigrante la familia son tus amigos.
Quisiera decirle que hoy o mañana esto va a cambiar pero sería como negar mi pasado. Pero si puedo decir que emigrar es una deducción de la necesidad en la que nos encontremos.
Todo cambia, menos la muerte.
T’ Yiye
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