Al final del páramo

Al final del páramo

Fco Medina Troya

03/06/2017

El páramo era tan estéril como la luna de enero para la siembra. Ardía hasta las sombras minúsculas de los raquíticos arbustos. El pirata que no sabía nadar avanzaba arrastrando una pesada ancla dejando una estela en la arena. A lo lejos vio a una figura alargada que parecía el atisbo de un espejismo. Cuando llegó a la altura de aquel individuo le miró con los ojos aquosos, ausentes de mar.

– El mar es reflexivo-comenzó el bucanero marcado con una cicatriz que cruzaba su rostro curtido-sus olas hablan. Es un rumor constante y su espuma albariza te dan las respuestas. El mar me da la vida, sin embargo tengo miedo a sus oscuras profundidades. No sé nadar, si, este pirata fiero y despiadado se ahoga, se hunde. Sin embargo eso no me ha impedido ser el capitán de mi navío.

El escuálido oyente oía con atención. El bucanero hasta ese preciso instante no se percató de que no poseía rostro.

-Cuando eres una persona-la voz surgía de la cara sin rasgos, una voz lenta, lejana-insigficante y el mundo te aparta vas perdiendo la identidad. Poco a poco eres un fantasma, un jirón de la persona que fuiste. Frente al espejo ves tu cara, pero para la gente solo eres un espejismo porque ya no estás en su recuerdo. De todas formas aprendí que la soledad tiene la virtud de curar las heridas.

Los individuos se observaron mutuamente. El sol se ponía en un horizonte anaranjado.

-¿Puedo ayudarte con tu carga? Dijo señalando el ancla.

-¿Y yo puedo ayudarte a que te recuerde? Dijo el pirata mostrando una sonrisa de coral.

Ambos comenzaron a caminar. Como dos náufragos en un mar de arena.

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