Desde mi ventana veo la vida detenerse. Las calles sin vida. Calles que, meses atrás, estaban llenas de gente paseando, haciendo deporte, yendo al trabajo. Niños jugando en los parques, en los colegios.

Son las 19:00 h., una hora mas en la península, hora de los aplausos dedicados a todos aquellos que lo están dado todo en la lucha contra esta maldita pandemia.

Desde mi ventana veo como esas otras ventanas se llenan de vida con todos los que habitan detrás de ellas. Me fijo en una de ellas, en la que se asoma una pareja joven con un bebé de meses, aplauden y el bebé se contagia de esos aplausos, aplaude y, de repente, fija la mirada en mi y sonriendo me saluda con su manita. Le devuelvo la sonrisa y el saludo. Esa sonrisa inocente y, a la vez, llena de esperanza, es la que da luz a esta historia de aislamiento que es la de mi ventana.

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