Ella pinta colores en el cielo,
y forma hogares en los abrazos;
con la brisa se desata el pelo,
y aprieta su corazón con lazos.
Me encantaría probar su boca,
beber del dulce zumo de su hiel;
sé que mi locura no es poca,
y que estoy lejos, muy lejos de su piel…
Ella, que desprende un aroma…
con un amargo olor a café…
Por la ventana de su alma asoma
la libertad acompañada de la fe.
Ella es experta en conocimientos,
ha vivido más que ninguno.
Se siente joven por momentos;
y no tiene miedo alguno.
Habla todos los idiomas,
sabe del dolor de un amor;
le han otorgado millones de diplomas
por haber alzado su clamor.
Sus besos de tequila, sal y limón,
son la razón por la cual escribo;
yo soy navegante, ella timón;
y nuestro barco está en el derribo.
Su cuerpo está impregnado
con un agrio sabor a naranja…
y mi lengua se ha entrelazado
con la pena que le amortaja.
Ella sabe de revoluciones,
de sonrisas, de sentidos,
de lágrimas, de canciones;
de fracasos prometidos.
Sabe de olores, de latidos,
de aromas haladas,
de lagos perdidos,
de noches desesperadas.
Ella vive lejos, muy lejos:
cerca del cielo, al lado de las vías.
Su nombre escribo en espejos,
reflejado en forma de poesía.
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