Ella caminaba sola por la calle, era una noche fresca, hace tan solo un mes. Todos caminaban despreocupados entre la masa colectiva de hormigas solitarias, todas tan solas, tan muertas, viviendo vidas monótonas y aburridas, horarios a ocho horas, comida, dormir, todo tan muerto. Ella tampoco tenía nada particular, era una más en el hormiguero. Como cada noche, volvía sola del trabajo dando un paseo bajo la noche de estrellas de gas y neón de una ciudad cualquiera, sin importancia, sin trascendencia. Tenía el cabello rubio, unos ojos profundamente verdes y se edad era de 23 años. Ella caminaba sola, pero sentía que algo no estaba bien, era como si alguien la observase. Aceleraba el paso, mientras pasos tras ella tronaban, galopando, pero profundamente invisibles. Podía gritar, llorar, sufrir, correr, arrastrarse, pero nada serviría. Me iba acercando, cada vez más cerca, ella podía notar mi aliento en su nuca. Me sentía vivo, intensamente vivo. La agarré con mi mano izquierda tapándole la boca, cerrando su boca, ya no le quedaba nada, la gacela había sido cazada. La arrastré a un callejón, ella lloraba, intentaba suplicar a gritos silenciosos, lágrima tras lágrima, paso tras paso, ella se acercaba más. Según decís os espera una luz, aunque yo creo que no, solo espera un profundo sueño lleno de gusanos. Como la otra vez, saqué una pequeña navaja, la agarré por un brazo y mostrando su muñeca ante mí, se la rajé lentamente mientras empezaba a salir sangre. Seguí el mismo procedimiento con su otra muñeca. Después la arrastré hasta la calle principal y, allí, la dejé sentada, pidiendo limosna. Dejé en su mano una nota y me senté a admirar mi obra. Estaba hecho, una persona no es nada ente siete mil millones de personas. Me levanté despacio, paseé un rato hasta encontrar un buzón, allí deposité una carta y me dirigí a mi vivienda. Al día siguiente pudo verse en la caja tonta como había aparecido un cadáver con una nota que decía:

El alba avanza por el jardín de mentiras

Empiezan a sentir miedo las hormigas

El orden poco a poco se convierte en ira.

Nemo

Me sentía como una estrella de Hollywood, en boca de todos, el personaje del momento. Seguramente ya tendría incluso fans que intentarían imitarme, pero que no serían capaces de imitar mi grandeza. No existían huellas que me delatasen, las notas eran escritas a máquina, pero cuando llevas un tiempo, te empiezas a aburrir, sin alguien que compita en inteligencia contigo, todos eran tan torpes e insignificantes. Tan idiotas.

La cuarta, tampoco era muy peculiar, tenía el pelo… creo que castaño oscuro. Ese día había tormenta. Otro ser sin nombre entre la raza humana, todos con sus preocupaciones. Me acerqué a ella, se estaba calando de agua e iba corriendo. Le ofrecí mi paraguas en lo que algunas personas suelen considerar un acto de amabilidad. Caminé junto a ella hasta llegar a su apartamento, al que me invitó a tomar un café. Al café le sobraba azúcar, estaba extremadamente empalagoso y me repugnaba, pero me limité dar las gracias con una falsa sonrisa en un acto de convencionalismos sociales. Ella no paraba de hablar de estupideces sin sentido que no se como le pueden resultar importantes o mínimamente divertidas. El aburrimiento me hizo darme cuenta de que era la hora. Sois tan confiados que dejáis que un extraño entre a vuestra casa por haberos prestado un simple paraguas, sois muy graciosos, es lo que me gusta de vosotros. Ella se fue a la cocina, probablemente a preparar más café o incluso la cena. La seguí. La atrapé. Ella no debió entender por qué. La dejé inconsciente. Saque la pequeña navaja. La coloqué en su muñeca. Hice una pequeña incisión vertical. Repetí el proceso en la otra. La llevé al sofá. La dejé sentada. Puse una nota. Fui a su cocina. Me preparé algo de comida, tenía hambre. Me senté en el sofá y tomé la cena. Descansé un poco, me di una ducha. Salí del apartamento silenciosamente. En la nota se podía leer:

La nada se convierte en hambre

Los dulces gatos se quedaron sin madre

Todos trabajan para la reina en el enjambre

Nada es todo y todo es nada

viviendo como hadas a las que quemaron sus alas

Flores secas en un jardín de vida y muerte

Solo hay rocas sin pensamientos

jugadores con suerte

y jugadores muertos.

Nemo

Al día siguiente los medios de comunicación se dieron voz. La casera de la mujer se la había encontrado muerta. Dicen que eso le provocó pesadillas. La policía vino. Las hormigas empezaban a discutir su autoridad y valía. Estaba jugando con sus débiles mentes. Parece ser que matar a una persona en su propio hogar es ir al extremo. No fue difícil. Fue muy sencillo. Tenéis mucha confianza. La policía dobló la seguridad en las calles, como si eso fuese a pararme. Poco a poco nos acercamos en el relato a la actualidad.

– Continúe

Bien, ayer, sobre las 20:00, salí de mi vivienda, pensando quién sería la quinta. Me encontré con un agente y amablemente le saludé y realicé una conversación típica en humanos con él. Nadie sospechaba que era yo la persona a la que buscaban. Tengo entendido que capturaron a un hombre, un imitador. Ese hombre no trabajaba la poesía, solo la copiaba. No era más que otro de vosotros, pero que se convirtió en un fanático. Siguiendo con mi relato, encontré a la candidata. Ella caminaba sola, llevaba una trenca marrón. Esta vez caí en algo inesperado. Me fui acercando a ella. Ella se apresuraba. Yo corría más. Esto se estaba convirtiendo en el juego del gato y el ratón. De repente ella paró. Se giró. Apuntó. Pude notar calor y luego me dormí. Desperté en el hospital. Allí se encontraba un policía. Me trajeron aquí y me puse a dialogar con usted.

Esta es mi historia, contada para mentes inferiores y para que usted la pueda entender.

– Entiendo. ¿Tenían alguna conexión las mujeres?

Ninguna.

– Solo una cosa más, ¿siente remordimientos?

No.

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