El dolor de una sola palabra.

El dolor de una sola palabra.

Abrí mis verdes ojos por quinta vez ese mismo día y me volví a encontrar rodeada de las mismas paredes blancas que puedo observar los últimos dos años. Yacía en la misma cama rígida e incomoda en la que llevaba ya muchos meses soportando. Volteé la cabeza hacia la derecha, las cinco de la tarde marcaba el reloj. No sabia si era yo la que hacia los días largos o es que los días realmente eran interminables.

Me desperté con ganas de orinar, quería levantarme de la cama para ir al baño, pero por desgracia no podía andar. ¡Que fastidio! Cada vez que tenia ganas de evacuar no podía hacer otra cosa que llamar al timbre para avisar a la enfermera. Ella apareció con una gran sonrisa y con su bonito uniforme lleno de colores alegres y me la coloco sin rechistar como siempre, pero yo me sonroje sin saber donde esconderme.

Hacia dos años que había dejado de caminar. Padecía una enfermedad en los huesos llamada cáncer, la palabra en clave que utilizaban los médicos para nombrarla era osteosarcoma. Esta misteriosa enemiga contra la que luchaba me había echo perder mis dos piernas cuando tenia 7 años, pero mis padres siempre me decían que yo era mas fuerte que ella y que tenia que seguir luchando.

Levante la mirada, pude observar como entraban a mi habitación mis padres junto a mi hermano con una bonita. Mi madre, una preciosa mujer con el pelo negro como el carbón y de piel blanca como la leche, casi podría decir que se parecía a Blancanieves. Mi padre, a diferencia de mi madre, era rubio con un tono de piel oscuro como si hubiese tomado el sol todo el verano. Pero os puedo asegurar que no es así. Baje la vista y vi a mi pequeño hermano de 6 años, nació 3 años mas tarde que yo. El único del grupo que mostraba la sonrisa mas sincera.

Me incorpore gracias al mando de la cama, mis padres se sentaron en el borde de esta y me miraron tristemente.

  • – ¿Qué os ha comentado Valls? – Les pregunte. Valls era el nombre del Doctor que llevaba mi enfermedad. Se miraron el uno al otro, sin saber que decir.
  • – Marta, bonita, nos a dicho que por el momento tendrás que pasar un tiempo más en el hospital. Nos a dicho que te van a poner medicamentos nuevos que te ayudaran a descansar mejor. Tu solo relájate. – Dijo mi madre tristemente. No se por que da dio la sensación que no me decía toda la verdad. Me daba mala espina esta nueva faceta suya tan negativa y triste que mostraba.
  • – De acuerdo, ¿Cuando empezaran con la nueva medicación?- Le pregunte.
  • – Esta misma noche, después de cenar te la pondrán.
  • – De acuerdo mami.

Mis padres se habían traído todos los juegos de mesa que teníamos en casa, y me dejaron escoger los juegos que mas me gustaban para jugar con ellos y mi hermano, me pase toda la tarde jugando a la Oca y el parchís que eran mis preferidos. También hice un puzle con mi hermano que tuvimos que desmontar mas tarde, ya que se hicieron las 19h y estaban a punto de traerme la cena.

Mi padre y mi hermano se despidieron de mi con un beso y se fueron a casa, esta noche le tocaba a mi madre cuidar de mi por la noche. Me gustaba que se quedara ella ya que me leía cuantos de princesas hasta quedarme dormida, su voz me tranquilizaba y me daba paz. Yo creo que ella lo sabia por eso cuando estaba mas nerviosa, por ejemplo antes de una operación o una sesión de quimioterapia se quedaba ella a dormir conmigo.

  • – Mami, ¿ocurre algo? – Le pregunte, nerviosa por su contestación, pero intrigada por lo triste que se mostraba. No estaba como otros días, siempre mostraba una sonrisa incluso en los peores momentos en los que todos sabíamos que estaba rota por dentro.
  • – ¿Por qué lo dices? – Contesto sorprendida.
  • – Estas triste, y tu nunca lo sueles estar.
  • – Cariño, estoy triste porque hoy el medico me a dado una mala noticia pero no te preocupes que con la nueva medicación te encontraras mejor.
  • – Mami, ¿me voy a morir? – Le pregunte. Esas palabras parecieron resonar en su mente. Unas palabras dolorosas pero la cara con la que me miro afirmo todas mis dudas.

Yo lo sabia, hace días que lo sabia. El dolor era tan intenso, tan fuerte, que únicamente desaparecía con muchos calmantes. Se me estaban acabando las ganas de jugar, las ganas de hacer cosas, incluso las ganas de despertarme cada día. Me encontraba cansada, sin ilusión y sin ganas de sonreír. Eso era una señal, la señal de que mi luz se estaba apagando.

Sentía impotencia, cuando yo me fuera ¿Quién cuidaría de ellos? Sé de sobras que ellos se pueden cuidar solos, pero ¿Quien hará que mis padres superen el echo de que yo me haya ido? Lo que mas me preocupa es el que mis padres estén bien, y ellos no estarán bien cuando yo me vaya.

Entro la enfermera, ella también lo sabia. No entro tan feliz como esta mañana, se había dibujado una sonrisa antes de atravesar la puerta. Me pregunto que tal estaba, si necesitaba algo más, coloco la medicación y se fue.

  • – ¿Puedes prometerme una cosa mami? – Le pregunte. Le miraba fijamente a los ojos y ella apartaba la vista. Tenia miedo de sostenerme la mirada, creo que temía que me rompiera en mil pedazos, pero en este momento era yo la que estaba preocupada por ella. La que intentaba sostenerla a ella.
  • – Claro que si, cariño.
  • – Prométeme que serás feliz por mi. Créeme que estaré bien, realmente deseo irme. No me encuentro bien aquí, siento dolor y no os veo felices. Quiero que estéis contentos por mi y que sepáis que por fin acabara mi dolor.
  • – Te lo prometo. – Dijo en un susurro sin saber que mas decir. – Te quiero.

– Yo también te quiero mami.

Se acerco a mi, me dio un beso en la frente y me abrazo muy fuerte durante horas. Estaba feliz de haber podido hablar con mi madre con plena sinceridad sobre lo que me estaba ocurriendo. Poderle decir como me sentía. Hasta que me finalmente me fui.

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