El sexto día de encierro estaba terminando. Ya había comido, lavado los platos y tomado la infusión de costumbre.
Reviso la alacena y reforzó su sensación de tranquilidad; tenia alimento para muchos días.
Se sentó en el sillón de la cabaña (lo único que podía relacionarse con la comodidad allí dentro) y comenzó a leer un nuevo libro, aunque rápidamente sus pensamientos se apartaron de la historia impresa en las páginas.
El fuego de la chimenea había calefaccionado el lugar y se sentía a gusto. Afuera, la tormenta de nieve continuaba.
Termino el capítulo, marco la página, cerro el libro, miro por la ventana y pensó “mañana la tormenta cesara, el sol derretirá la nieve y podré irme”.
Se recostó en el sillón y se durmió. Horas después se despertó y volvió a mirar por la ventana. La tormenta de nieve continuaba.
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