Una bolsa de basura negra y grande, abombada, brillante. Se retuerce, definitivamente hay algo vivo dentro, escondido. Desde mi ventana, me entretengo esperando a ver qué sucede cuando pase alguien por delante.
¡Allí viene, un paseador de perro! Parece que se va a cruzar con la bolsa… El dueño se entretiene, el perro hace pis y husmea farolas. Se paran ¿Es que nunca van a llegar? Caminan de nuevo, él se está fumando un cigarrillo, caminan de nuevo pero caminan muy lentamente, yo tengo mucho tiempo, tiempo infinito pero me impaciento, venga, venga, quiero ver qué hace la bolsa. Hasta que finalmente se acercan.
Primero, el perro. El dueño no se da cuenta, o no se lo cree, porque nadie normal se lo creería, ha desaparecido hasta la correa que hacía nada sujetaba en su mano. Han sucedido muchas cosas extrañas últimamente, ¿por qué no también una bolsa de basura depredadora?, quizás por eso el dueño termina por reaccionar más rápido de lo que hubiera reaccionado en otro momento, se da la vuelta con agilidad, se dispone a correr… pero resulta insuficiente. Un nuevo tentáculo atrae al dueño fumador hacia la bolsa y de repente ya no hay dueño. La bolsa es ahora más grande y lozana, parece que hasta brilla más. En la celda que es mi salón, suena el timbre de una videollamada que debo atender.
Hoy, parece que teletrabajar me importa menos. ¡Amo a mi bolsa de basura!
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