Esa fina línea que divide la razón y los deseos es una tortura para quien sueña con pasión.
Esa línea que nadie se atreve a cruzar ni por el bien de uno mismo.
Es en esa razón sobre el deseo que observo mis ideas y pienso…
“Que afortunado ese hombre”
Ese hombre por el que yo en un pasado hubiera cruzado esa línea dejando toda lógica en los libros.
Yo hubiera sido capaz de convertirme en una hipócrita, en una pecadora, en una delincuente, en una corrupta, en el sinónimo de maldad… y todo porque mis sueños siempre fueron más grandes de mi sentido común.
“Que afortunado ese hombre” por el cual yo lo hubiera dado todo por verlo sonreír.
+A.P+
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