Luis Enrique estaba golpeando a Ligia; María Elvira ―hermana de él― cogió un cuchillo que había sobre la mesa, sin pensarlo dos veces se abalanzó llena de furia y el «gran macho» salió corriendo.

Ligia, mi tía política, nació el dos de mayo de 1931; era de tez blanca, ojos oscuros y cejas delgadas. La cara un poco alargada reflejaba en su mirada resignación con un toque brillante de alegría e ilusión, que daba una sensación de picardía a su rostro serio. La madre de ella era una señora tirana y déspota que casi nunca mostró señales de cariño, al ser fanática religiosa se creía elegida por Dios y limpia del pecado que acompañaba al resto de mortales.

Muy joven se enamoró y creyendo encontrar la libertad, que su progenitora le había negado, se unió al amor de su vida. Se llamaba Luis Enrique; al principio como todo noviazgo él era especial, detallista, y generoso. Con el tiempo se fueron a vivir con los padres de él y a compartir con mucha más familia, en unas condiciones de hacinamiento que fueron dando al traste con la felicidad ―que ella había creído encontrar― al lado de “su hombre”. Empezó a conocer al bebedor, machista, mujeriego, agresivo…tenía la ilusión que con la llegada de los hijos todo cambiaría, pero no fue así, realmente fue a peor; se acumulaban las obligaciones, los gastos, el tiempo no alcanzaba para responder por todo el oficio de casa y su trabajo en costura. Entre miedo, angustia y con un alto grado de responsabilidad se fue encargando de sacar sus hijos adelante de la mejor manera posible.

Luis Alberto nace en 1955, es el tercer hijo de Ligia, luego vendrían tres hermanos más. Es un niño de apariencia amable, con nariz y orejas grandes, delgado de cuerpo y cara, las cejas casi delineadas no eran notorias pero si destacaban sus hermosas y largas pestañas que disimulaban la profundidad y alegría de su mirada. El día a día es muy difícil, la alimentación es escasa, se producen discusiones y malos entendidos ―la mayoría― provocados por su padre que es muy violento. Son varias familias viviendo cada una en una habitación, se producen enfrentamientos con amenazas, gritos y golpes que hacen insoportable el ambiente. Todos los niños corren a esconderse a alguna alcoba, mientras sus corazones se aceleran y sienten un miedo terrible.

Contaba con unos nueve años y ante la desesperación por la mala convivencia y la escasez de alimentos, ella se lo lleva a vivir con la abuela. El remedio resulta peor, esta señora lo castiga permanentemente y lo recluye como un prisionero. Entonces decide escapar e irse a vivir a la calle, ya no soporta la presión de esos mayores que lo envuelven en una espiral de violencia. Sin alejarse del todo de la familia y con la mamá siempre pendiente de ayudarle; va trabajando, estudiando y viajando. De un momento a otro se pierde de todo el mundo, nadie sabe donde está y Ligia desesperada creyendo que está muerto le manda decir algunas misas pidiendo por su alma.

Después de diez años, como si se tratará de un fantasma aparece. Vive en Cali, es propietario de un taller de mecánica donde repara autos de alta gama y le llegan todo tipo de clientes: narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros, políticos… que de cierta forma están unidos por los “negocios”, el ansia de poder y la avaricia.

Ese abanico de “amistades peligrosas” le abren un mundo de puertas y alternativas, donde es muy bien aprovechado su ingenio y rápidamente se llena de dinero. Es amable, generoso, no hace distinciones y en general se lleva bien con todo el mundo. Su osadía traspasa límites y de repente se ve amenazado por las autoridades que emprenden una ofensiva contra el cartel de Cali. Muertos, detenciones, desapariciones y amenazas se vuelven el pan de cada día; le recomiendan esconderse y dejar todo, así empieza a ocultarse en diferentes ciudades de Colombia hasta que por la presión y consejo de un amigo, que es agente secreto del Departamento Administrativo de Seguridad, decide viajar a España.

Llega a Madrid, en el año 1999, va sobreviviendo con su profesión y logra quedarse. Siempre recuerda a su madre y siente que tiene una deuda con ella, quiere volver pero sabe que es un riesgo, va dejando pasar el tiempo. En 2010 le da un ictus, que es una enfermedad que afecta los vasos sanguíneos que suministran sangre al cerebro, luego vienen los dolorosos tratamientos y la lenta recuperación. Con medio lado paralizado viaja para Cali, en noviembre de 2017 en compañía de una hija, allí se ve con las otras dos hijas y luego va a Bogotá al reencuentro con su madre y sus hermanos.

En un abrazo casi interminable y con llanto en los ojos, se aferra a Ligia; siente que es la última vez que la va a ver y no quiere despegarse de ella. Dura unos meses en Colombia y vuelve a España, en Madrid le habían operado, unos años atrás, de un cáncer de vejiga. Al volver le realizaron unos estudios clínicos que detectaron su invasión a los pulmones, al hígado y ya le estaba llegando a los huesos.

Luis Alberto fallece el dieciséis de julio de 2019…

En el mismo año, el seis de marzo, murió Ligia de embolia pulmonar.

En palabras de Jorge Enrique, el hijo mayor:

“Una extraordinaria mujer, comprometida con sus hijos y su deber. Sencilla, humilde, sensata y permisiva en cuanto estimaba que era justo serlo… Sufrió como una de las mujeres más abnegadas de las que yo tenga historia; por tener una comida para nosotros, un vaso de agua, un sitio donde arroparnos…ella era como una gallinita que al abrir sus alas nos salvaguardaba de todo cuanto se aproximara a nosotros, nos defendía y expuso su vida en múltiples formas para asegurarnos y protegernos…”

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