El exilio ya había comenzado

El exilio ya había comenzado

Silvia Bentolila

26/04/2017

Día 2:

Aún no sabía qué hacer, ni a qué hora despertarse, aunque de todos modos, era algo que daba igual, cuando el sol sale por esa colina que ves por allí, un bocado de luz entre anaranjada y rojiza se apoderaba de toda la habitación y no tenía más remedio que despertarse.

Para sentarse a los pies de la cama, mirar el suelo, sus pies, fijamente. Con las manos enlazadas y metidas entre sus muslos, lo primero que pensaba era: ¿qué hago aquí?

En realidad, es una pregunta estúpida, sabía bastante bien qué hacía ahí: escapar.

Escapar de sí mismo. Escapar de toda la vida que dejó en Nueva York, con los lujos, los coches, las juergas, las noches de cremalleras bajadas, las copas a altas horas… Una vida de excesos y desenfreno le han traído hasta aquí, pero no para cambiarle, sino para reflexionar y sobre todo para crear.

Se desperezó y se alzó para salir de la habitación, tomó algo de desayuno y salió afuera.

Cuando ya cumplió 16 años y veía el amanecer después de una tranquila noche soñando, se le ponían los ojos tan brillantes que podían llegar a deslumbrar al que los mirase. Un verde intensísimo que apenas dejaba entrever una pequeñísima pupila gris, que apenas se alteraba por las variaciones lumínicas. Era curioso, porque siempre que el sol salía, bajaba las persianas, y volvía a dormirse.

Se acercó al pueblo, necesitaba hacer una llamada, sacó su agenda, que tenía su nombre grabado en Oro y comenzó a buscar la letra: “E”, a la cual le pertenece el nombre de: Eva.

Eva, era una amiga que conoció en uno de sus múltiples viajes por el mundo cuando tan solo tenía 17 años. Se conocieron en Perú. Pasaron un verano entero juntos, él alquiló una casa junto a un lago inmenso y ella vivía humildemente, cerca de donde estaba la casa que alquiló.

Se conocieron en el mismo lago en una de esas tardes de verano que el calor parece que acabará achicharrándote cada centímetro del cuerpo.

Eva, era de ese tipo de chicas que podía ser sol y lluvia, podía secarte o mojarte con solo una mirada. Eva brillaba, no solo porque tenía la piel dorada, sino porque irradiaba luz por cada poro. Eva, oscurecía con la noche y le daba forma, si imaginas que podía ser bella, de noche lo era más aún si cabe. El manto negro de la noche le vestía, las estrellas se posaban en sus ojos y la luna en sus labios.

Eva era magia corpórea, sus caderas eran hechizos y su mirada un embrujo.

(Suena tono de llamada)

(Cogen la llamada)

Adán: Es en el desconocimiento donde nace el atrevimiento, pues la ignorancia siempre fue la base de la valentía. Y aquí me tienes casi ahogándome en el magma, necesito de tu pureza que eres tú, un río bravo y hermoso que apagará este océano de fuego que me quema y sobretodo que me descompone el alma, llevándola lejos de mi cuerpo a una profundidad casi imperceptible, porque me ciega la caída y más el dolor.

Eva: ¿Adán?

Adán: Eva…

(Eva ojiplática y sin poder apenas hablar)

Eva: ¿Cómo tienes mi número? ¿Cómo sabes que tengo teléfono? ¿Dónde estás? ¿Qué te pasa?

Adán: Te contestaré a todas esas preguntas pero tienes que venir aquí. Le diré a Gabriel que te de instrucciones, tú no te preocupes por nada, él te preparará todo lo que sea necesario para que puedas venir aquí y hablemos.

Eva: Pe…pero.

Adán: Pero nada, vendrás aquí sabes que no te faltará de nada. ¿Tengo tu confirmación?

Eva: Sí.

Adán: Hasta más ver, Eva, gracias de todo corazón.

Eva: Hasta pronto.

Los siete días hasta la llegada de Eva, fueron días interminables para Adán,

Miraba hacia el cielo casi poniendo los ojos totalmente en blanco, agradeciendo, poder beber esa agua que va a calmar su sed. Agradeciendo la necesidad de poder hidratar su cuerpo. Sin pensar en la razón de su condición y su valía. No le importa quién ni qué es, solo quiere sobrevivir.

Eres un lobo estepario, solitario…

Eres un animal hambriento y con rabia, y con espuma en la boca.

Allá donde está, está cercado por alambres de espinos donde crecen rosas azules y blancas alrededor. Pero no se da cuenta, solo siente la lluvia caer sobre él y siente como le cala en el interior de la piel, quedándose bajo la primera capa, sin fluir más hacia abajo. Y en su piel no florece nada, porque está muerta.

El verde del césped que rodea sus pies y su vista cada vez se funde más con el alambre y se convierte todo el paisaje en gris, todo es gris, menos las rosas que aún no las ves.

Están cayendo sus pétalos, se ha movido para recoger esos pequeños pétalos grises que se apoderan del suelo de alambre. Te has pinchado con uno de ellos y se derrama sangre gris, ahora sus ojos son grises.

Y las nubes son blancas, muy blancas, y esponjosas y mullidas, podrías saltar encima de ellas y volar entre sus aires, impregnarte de pequeñas gotitas de agua que te fluirían por todo el cuerpo y tú cerrarías los ojos y las acompañarías en el vuelo pero prefiere caerse y hundirse en el lejano cielo que está en la tierra gris.

Día 3:

Se oculta el sol, entre aspiraciones de retorno con una dentellada celeste. Ahora, unos ojos tristes anhelan su vuelta. Ellos saben que no es el sol el que sale todos los días, sino que somos nosotros los que volvemos a él. Como si cada noche el alma se nos eximiese del cuerpo y cada mañana al despertar volviera a nosotros, renovada y descansada, lo contrario que nuestro cuerpo, mi cuerpo, que fatigado por la falta del cuerpo apenas puede componerse y mantenerse erguido.

Sobre las líneas que jamás se escribieron duermen las conciencias más inquietas, repletas de culpa. Yo por ejemplo, cuando quiero pensarme, escribo.

Siempre hay una historia para alguien que no desea contar la suya…

Siempre se despierta entre burlas y párrafos difuminados y pasea borracho entre las letras que conforman cada oración. Esta agonía no solo la sufre él, la sufren todos sus “yo”. Se compone de un yo fragmentado. Ya no es en la noche que él siente miedo. Es en ese oscuro lugar donde él encuentra el abrazo materno y la piedad acunándole. Allí donde todos sabemos.
En su mente se desajustan todos los parámetros que le hacen actuar con cierta humanidad, allí en la cima de su razón se vuelve un sociópata que se pudre.

Pero salió.

Si. La vi. La vi quedarse dormida dentro de mi mente, la sentí caminar por los estrechos pasillos de mi comprensión. La vi ablandarme el alma mientras no podía defenderme. Volvió a aparecer, más clara aún.

Día 1:

Adán llegó al pueblo tras varias horas de viaje. Cinco horas en autobús de Madrid a Granada y tres horas en camioneta de Granada al lugar donde tenía que ir, que estaba prácticamente perdido por un campo que estaba entre Granada y Almería.

En la estación de autobuses le recogieron, había a la salido un hombre con un cartelito que ponía “Adán” y no hacía falta poner nada más, Adán supo reconocer al hombre que le iba a recoger simplemente con mirarlo.

El rostro del hombre que le recogió era bastante peculiar, pero más peculiar era aún la raja que le atravesaba todo el rostro, la cual intentaba disimular con pinturas negras y blancas, círculos y rayas que dibujaban su cara como si de un negro de África se tratara.

Sus vestimentas eran bastante sencillas: unas botas de montañero, una camisa de cuadros y unas bermudas.

Se encontraron y subieron juntos a una camioneta.

Adán, intentó entablar conversación con el señor pero este quería reservar todo comentario, para no adelantar nada que no debiera ser adelantado.

Estuvieron tres horas en silencio, y con la radio apagada.

Cuando llegaron y Adán bajó de la camioneta, observó como pudo el pequeño poblado inundado por el sol donde no corría el aire y hacía un calor de los mil demonios.

Había una cantidad de casas elevadas sobre el suelo donde todo el rato podía cambiarse las estructuras y formar nuevas casas con nuevas comunicaciones, todas las viviendas pertenecían a toda la gente que vivía ahí, he de decir que una de las leyes del lugar era:

-PROHIBIDA LA PROPIEDAD PRIVADA-

Así estaba escrito en la entrada a la comuna.

Sobre todas las casas había una casa que destacaba, donde vivía “el regente” del poblado. (Del cual hablaremos más tarde).

Fue a ese retiro para hablar con el regente, dijo que quería ser de la Obra. El regente le dijo que antes “tenía que conocer”… y con gran seguridad, Adán le respondió que ya había leído numerosas historias sobre aquel lugar y que su curiosidad por este “santo lugar” y esta “santa obra” no hacia más que incrementar y persuadirle.

(Narrador externo)

El regente, el fundador, el que se erige como el principal líder de la asociación y consigue reunir a multitud de adeptos, conforme se iba acercando el final de los años noventa crecía el fervor por los postulados que enfatizaban en cada homilía.

Hay que decir que en su pasado como político había fracasado varias décadas atrás pero como líder (en este lugar) era un fenómeno de masas…

Este fenómeno asentaba sus bases jerárquicas y de dominio en los credenciales que le inspiró Buddhafield, él vivió la primera época idílica en las playas de California, al final de los 70.

Y por fin llegó Eva.

Llegó Eva y Adán le esperaba fuera para llevarle, antes que nada, ante el Regente, era primordial, si este no la aceptaba sería imposible que Eva pusiera un pie en la comuna.

El Regente quedó maravillado por la belleza que desprendía Eva y la aceptó sin ni si quiera hablar con ella.

Después de la vista, la pareja de amigos no pudieron evitar darse miles de abrazos y besos y entre tanto cariño no tuvieron tiempo de contarse nada, pero bueno, había tiempo de sobra, el exilio ya había comenzado.

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