Alegremente irresponsable

Alegremente irresponsable

D Carles ML

18/04/2017

Llamaron por mi nombre, el apellido generalmente lo obvian porque les resulta difícil la pronunciación.

La enfermera, que tiene obligada su presencia durante la visita, abrió la puerta del consultorio y me indicó dónde debía sentarme con un movimiento sincronizado de ceja y mano.

Me senté mientras daba los buenos días.

Un escritorio amplio que tenía un ventanal encortinado como fondo.

Tres médicos, uno era neurólogo, el del medio siquiatra, el del otro extremo generalista.

El trío con sus delantales blancos, sus rostros circunspectos y ojos escrutadores, respondieron a mis saludos con un leve movimiento de cabeza.

El del medio, siquiatra, sostenía unas hojas de papel con los datos de mis analíticas y demás pruebas que me hiciesen.

Bajó su mirada a los informes por la fracción de un segundo, evidenciando una capacidad asombrosa al poder leer tan rápido y a la vez resumir para sus compañeros.

– Señor Zutano, según este informe usted ha sufrido un ictus a los veintisiete años, un brote depresivo hace dos años, sufre de dolor generalizado en su musculatura, es diabético, tiene una cardiopatía coronaria leve, una hernia en el hiato también leve, una dismetría de nueve milímetros en pierna izquierda, colon irritable, le han operado de la vesícula, de un Dupuytren en mano izquierda, dos descolocaciones de tendones en los codos, una apendicetomía, párkinson inicial en la fase 2, una posible fibromialgia… bueno, tiene un panorama diverso, son varias patologías que no necesariamente están relacionadas entre sí.-

– Sí, así es.- le respondí.-

– ¿En estos momentos usted está con medicación?- preguntó el generalista.-

– Sí, para la fibromialgia, el dolor, el párkinson y dieta para el colon irritable.-

– ¿Y cómo se siente usted hoy?- preguntó el siquiatra.-

– ¿Le tengo que ser sincero?-

– ¡Claro! Es necesario saber cómo se siente.- respondió a mi pregunta.-

– Alegremente irresponsable…-

Los médicos se miraron entre sí y uno hizo una mueca de sonrisa apagada.

El siquiatra carraspeó, tragó saliva, se tranquilizó.-

– Explíqueme que es eso de alegremente irresponsable.- al fin preguntó.-

– Eso, sin más. Me duele todo, tengo de todo, no sé cuál será mi futuro y por lo tanto he adoptado esta manera de ver la vida. Soy un seguidor del empirismo lógico o neopositivismo, todo es empírico y verificable. Pero antes pasé por otras etapas. Al comienzo de mis padecimientos me torné agustinita, de la escuela de San Agustín de Hipona; él se anticipó a Descartes y sostuvo que la mente mientras dude es consciente de sí misma. Luego me convertí en racionalista y abracé a Kant, pero no fue el último; cuando comprendí lo que me sucedía me pasé del lado de los idealistas para mitigar el sufrimiento y me centré en lo inmaterial, pero el dolor me doblegó. Comencé con morfina, continué con ella y cannabis. No fue lo que necesitaba, seguí con la adicción adquirida y fui a conocer el neopositivismo, quiero verificar lo que ocurre, desde la duda sistemática, con la ayuda de la razón, reconocer lo empírico y resolverlo. Así creo que no me curaré y tampoco lo harán ustedes, pero al menos hallaré cómo dialogar con estos monstruos que en mí habitan y me destrozan hora a hora.- el trío de blanco tenía expresiones graciosas, desde la mandíbula caída, el ojo incrédulo, hasta el irónico sonriente.- por eso estoy y me siento alegre, estoy en buen camino, e irresponsable, porque he averiguado que no tengo culpa que llevar por lo que me ocurre. Ahora ¿tienen ustedes alguna medicina que darme?-

El ojo cínico del siquiatra se abrió, la ceja se curvo en un ángulo imposible, las comisuras de los labios tenían un extraño temblor.

La enfermera caminaba por detrás de mí, nerviosa, impaciente, como lo hace una gallina degollada.

El temblor comisural se calmó, entonces parece que pudo hablar.

– Usted es un caso de escopeta. ¿Nos toma el pelo o estudió todo lo que ha dicho?-

– ¿Ha tenido dolor las veinticuatro horas al día, los treinta días al mes, los doce meses del año, así por cinco de estos?-

– No, por supuesto y… le comprendemos, sin embargo usted necesita de terapia complementaria que le ayude a superar su depresión, además le recetaremos ansiolíticos para dominar sus brotes de ansiedad, y le veremos de aquí a cuatro meses.-

– No han comprendido nada de lo que dije, ¿no es así? Me citaron para recitarme mis males y yo les he dado la verdadera medicina que logra que esté de ese modo que parece no agradarles. Digo alegre y me recetan contra la depresión, digo irresponsable y me dan una pastilla para la ansiedad, están equivocados. El pensamiento puede a la materia y la filosofía cura más que sus medicinas. Piensen que los mejores médicos abrazaron los pensamientos de los grandes filósofos y eso no debió ser una casualidad.-

Llamaron a que pasara al consultorio.

Los tres médicos me recibieron con unos alegres buenos días, uno de ellos dijo que habían leído atentamente mis informes, que estaba bien con los medicamentos que recibía y que notaban una mejoría de la sintomatología; era evidente que había conseguido superar los primeros trances de este complejo cuadro clínico.

Ellos sabían de mis lecturas de filosofía y que veían de buen grado que estuviese con la mente activa, que ello aliviaría los brotes de dolor y angustias.

La enfermera me ayudó a ponerme de pie.

El siquiatra volvió a reconocerme el esfuerzo de mis estudios.

Ya de pie quise saludarles.

El generalista acotó en la despedida:

– ¿Le gusta pintar, escribir, esculpir, alguna de las ramas del arte? Porque eso le haría muy bien al control de sus movimientos involuntarios debido al párkinson.-

– Me gusta pintar.-

– Muy bien! Pinte todo lo que pueda y verá los resultados, ya nos contará en la próxima visita del mes entrante.-

– Gracias, hasta la próxima vez.- les saludé.-

Salí a la calle.

Y me pregunté, ¿ahora qué hago con todo el discurso que preparé?-

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS