No soy nadie en especial. No quiero enseñarte nada. Ni tan siquiera me importa si me crees o no. Tan solo pongo por escrito mis viajes en la vida. Y es que, aunque no lo creáis, la reencarnación existe. La única regla para reencarne, es morir haciendo aquello que amas; muriendo por hacer lo que eres; morir por hacer bien tu trabajo, o simplemente estar dispuesto a morir, por asumir que tu vida no vale nada, que es absolutamente irrelevante para el resto el mundo. Si cumples tan solo una de estas condiciones, no temas, pues tu existencia se alargará a lo largo del tiempo, y tendrás algo interesante que contar, al que quiera escuchar. Y si yo ahora escribo esto, es porque sé que voy a morir y no voy a cumplir ninguna de esas reglas. Ya que muy a mi pesar, me dirijo a una muerte más que cierta. Pero supongo que no me puedo quejar. Aunque lo cierto, es que se me han hecho cortos estos últimos milenios.

En mi primera vida fui cazador de mamut. Morí al clavar mi lanza en el ojo de aquel gigante lanudo, para un segundo después, sentir su cuerno atravesándome el pecho. Pero mereció la pena, mi clan sobrevivirá ese invierno.

También recuerdo una vida, en la que fui el viejo más verde de toda Sodoma. Placentera muerte al intentar ir a por el cuarto, cuando una lluvia de fuego y piedras cayó del cielo.

Mercader en Damasco. Y por tener la corazonada de que al oeste, mucho más al oeste de Iberia, a seguramente muchas semanas de navegación, encontraría tierra. Y al mercadear con ella, me haría rico. Aquella tempestad me privo de mi sueño a la quinta semana de navegación.

Intelectual en Grecia atravesado por espadas romanas.

Guerrero espartano atravesado por tres lanzas enemigas.

Gladiador en el coliseo de roma. Aquí fue donde lo vi por primera vez.

Legionario romano bajo el mando del más grande cesar de todos los tiempos en Cesifonte.

Cristiano ejecutado en el coliseo de roma. Aquí fue donde lo vi por última vez.

Caballero cruzado en Jerusalén.

Explorador italiano en el nuevo mundo.

Ballenero en medio del Ártico.

Piel roja atravesada por un rayo de los hombres blancos.

General francés a las órdenes de Napoleón, en la defensa de Badajoz.

Soldado desertor ejecutado por mis propios compañeros.

Calderero en las bodegas del mejor buque jamás construido. Muerto a manos del Atlántico en la más absoluta desesperación.

Aviador japonés con una bomba entre mis piernas. Cayendo en barrena contra un buque americano en el Mar del Coral.

Maestro marcial fusilado por el ejército de Hirohito.

Boxeador en Detroit apuñalado en prisión.

Policía ni en broma.

Músico de éxito gracias a mi guitarra.

Currante anónimo. Consciente de que su vida pasara con más pena que gloria.

Primer hombre en asentarse en la luna.

Primer explorador espacial en abandonar el sistema solar, en un viaje solo de ida.

Y primer ser humano nacido en la estación espacial.

Minero muerto por una bolsa de gas en un asteroide y muchas vidas más, que ahora tan solo son sueños que a veces me cuesta recordar.

Ahora escribo esto, dos días después de despegar de la tierra camino de Marte. Nos creemos más listos que nunca. Que controlamos todos los aspectos que nos rodean. Pero yo os aseguro, que Cristóbal Colon tenía más idea que todos nuestros científicos juntos. Y es que Colon sabía, que tan solo lo conseguiría, si la suerte o el azar estaban de su lado. Y a él se encomendó, y gano. Y no como nuestros científicos, con el ego subido por intentar un viaje que no deja nada a la improvisación. Así que no me extrañaría decir, que voy a morir al intentar tomar tierra en Marte. Pero no me importa, al fin y al cabo, en la nave vamos lo que queda de humanidad. La otra mitad, se queda en la tierra asolada por enfermedades, por desiertos y por una población enloquecida que no mira más allá de su propia generación.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS