Por la tristeza de mi sentir, una ventana a la imaginación abrí y un viaje emprendí. Ante mi, en el horizonte infinito, pude ver a mi alma misma y la de los demás humanos terrestres en su andar.

La grandeza del universo, mi esencia elevó y con un profundo dolor, observé, que todos, desaparecer buscaban.

El esplendor infinito quise recorrer, su testura poder palpar y en lo profundo de su belleza navegar. En medio de la nada, suspendida por hilos invisibles que la hacen flotar, meciéndose sin cesar, está la tierra, en medio de la majestuosidad sideral que no tiene fin. Junto con ella, las criaturas terrestres también viajamos, viendo en nuestro recorrido, las oscuridades de las noches tormentosas y las auroras repletas de esperanzas, que en medio del dolor de muerte, nos hace querer vivir mas en cada despertar.

Ella, está triste, marchita y desdibujada, agoniza, pero aún así lucha por sobrevivir. En su seno materno acuna a un estraño ser, el cual, «hombre», se hace llamar. Con poca bondad, mucho odio y sin misericordia alguna, en destruirla mucho se esfuerza. ¡ Que horror ! Su propio hábitat quiere destruir. Su propio entorno, de la faz del universo quiere borrar.

Las naciones, aquellas llamadas superpotencias, con sus aires de superioridad, son gobernadas por hombres que se sienten superiores ante los demás, incluso mas grandes que la ley y la sociedad, y así pasan por encima de todo y de todos, sin importar el dolor que causen, solo buscan dejar en alto su supremacía.

El planeta azul, con la tristeza y el dolor que sienten los moribundos, alberga en su alma giratoria, que nunca se cansa de viajar, a pueblos de diáfanas conciencias, que a diario gimen por la angustia que el planeta siente.

Con el dolor de mis adentros, mi pobre alma mortal, idealizó tanto daño detener, pero que difícil es, por no decir imposible, tanta maldad parar.

Que le queda a quienes han luchado contra lo imposible?, ¿ que les queda a quienes les silenciaron sus gritos de protesta? La insensatez humana no tiene limites… ¿Acaso entregarnos en brazos del destino y dejarnos aplastar por él en el silencio cómplice de quienes escuchan en silencio?

Que tristeza nos embarga, ya nada cambiará, el rumbo de la vida ya esta trazado, y a pasos agigantados nos acercamos mas a las aguas nauseabundas del mar de la muerte.

Debemos consolarnos con nuestra melancolía y ver con tristeza la sombra desnuda de ese viejo árbol, que, vencido, proyecta su sombra llena de angustia.

Desde la ventana, que en silencio mi imaginación me permite las desdichas poder ver, pude contemplar a inocentes criaturas con sus caritas de dolor urbano, un trozo de pan mendigar. En las calles sucias, oscuras y llenas de peligros, ellos están. Son como seres fantasmales, desamparados por la fortuna y por la misma vida. Asustados por sus propios miedos, se esconden para vivir a solas con sus angustias, hasta marchitarse, y en silencio cual rosas en invernadero, dejar de existir en un cruel anonimato, agradeciéndole a la vida, morir prontamente para no vivir mas la tortura de la vida.

Desde los tiempos primeros, el dolor a acompañado al hombre terrestre y en su viaje inexorable por la vida, va llenando los senderos con sus lamentos y sus angustias ancestrales y a través de los siglos, va pasando, como nubes bajo el mismo cielo, bajo las mismas estrellas, mostrando su dolor terrible y desnudo que causa vértigo por su ir y venir.

Tanta ignominia junta, el corazón no puede albergar. Cerrando los ojos, un escape quiero encontrar y evadirme de esta dura realidad quiero lograr; pero esos deseos no bastan, la tierra sigue girando y junto a ella, nosotros también, como si fuésemos pasajeros obligados, con un destino al que no queremos ir. En su rotación infinita, lleva consigo a la maldad, la hipocresía, la mentira y a la corrupción. Esta ultima, vestida de saco y corbata, con ansias delirante, persigue a la imperturbable muerte y ya juntos, ríen sin parar, viendo el dolor que causan al pasar.

Con gran tristeza asomando a mis ojos y el pecho oprimido por el actuar insensato de mis congéneres, un sollozo escapose de lo profundo de mi alma, y ante la impotencia y sin saber que hacer, mi ser se doblegó por la angustia del sentir ajeno y de mi sufrir. Por todo lo visto, este pensamiento a mi mente llegó : «La vida, al nacer dueños y señores nos hace de nuestro propio dolor, el cual a cuesta llevamos hasta morir».

¡ Oh ! Triste vida la de aquellos, que por su sufrir añoran que todo acabe, para pronto poder partir.

Fin.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS