Aquella vez no era como las otras. Aquella vez la bruja malvada había sido capaz de llevarse a su presa delante de toda Villa Hinojosa sin ningún pudor ni vergüenza. Los aldeanos estaban más que enfadados, aquella ya estaba llegando demasiado lejos. Así que crearon una partida con los hombres más fuertes, se internaron en el bosque en busca de los pequeños y, para sorpresa de todos, aquellos hombres tampoco volvieron. ¿Qué les habría pasado? ¿Habían sucumbido a la fuerza de la bruja o a su irresistible encanto?

Pasaron los días y en el pueblo se denotaba un terror inimaginable. No salían a la calle más de lo debido, solo para comprar las cosas para la cena y nada más. Los niños tenían prohibido salir jugar y los hombres vigilaban todas las posibles entradas por si volvía a aparecer la bruja. Al padre de la pequeña secuestrada se le dio entierro poco después de la partida de búsqueda en una ceremonia en la que nadie abría la boca. El dolor causado por aquel monstruo disfrazado de mujer hermosa había sido el más grande que nunca habían sentido en sus vidas.

Una mañana soleada, uno de los hombres de guardia iba corriendo y anunciando que alguien venía. Se pusieron en tensión. Los hombres cogían las azadas, horcas, hachas y demás utensilios como armas.

Al final resultó que la figura era un caballero que iba a pie hasta el pueblo. Llevaba una armadura dorada sobre la cota de malla; una armadura con enredaderas dibujadas en relieve. También había otra particularidad: el caballero llevaba una armadura con pechos de mujer.

-No es que tenga pechos la armadura -dijo una joven-. Los lleva el cabalero porque es una mujer.

Y así era. Cuando el caballero llegó a la linde del pueblo, se quitó el casco y dejó ver un rostro curtido por el sol y con una cicatriz en forma de espada en la mejilla derecha. Su rostro era hermoso, pero masculino a la vez. Sus cejas iban mal peinadas, los ojos eran grandes y azul como el océano, la nariz parecía haberse roto en más de una ocasión y sus labios eran finos. La larga cabellera rubia le caía sobre la armadura como una cascada de agua. Se encaminó hacía uno de los hombres armados y dirigió hacía él su mano. Aquella desconocida quería estrecharle la mano.

-Mi nombre es Gerogina y vengo de una región lejana. Mi destino es batallar por el bien común y he hecho un descanso en mi largo viaje hasta la región de Thesaurus.

Los pueblerinos se quedaron atónitos.

Al final fueron las madres de los dos pequeños desaparecidos las que se adelantaron y estrecharon la mano de la guerrera. Ésta las saludó con una inclinación de la cabeza.

La recién llegada quiso comer algo y todo el pueblo estuvo dispuesto a contentarla y presentarle los mejores manjares. Pero no tardó mucho en descifrar que allí pasaba algo. Mientras degustaba el mejor cordero asado que jamás haya probado, Gerogina escuchaba las historias de la gente del pueblo, pero algunas veces, ellos mismos evitaban charlar más de lo debido.

El banquete no cesó hasta bien entrada la tarde. Los aldeanos, acompañados de su nueva huésped, bebieron y comieron hasta reventar. Pero había dos mujeres que no comían ni bebían. La guerrera Goergina se les acercó con paso masculino y les preguntó por su pesar. Al principio ambas rehuían contar nada, pero aquella mujer podría ser una bendición. Una de ellas habló.

-Una bruja nos ha robado a muchos niños desde hace ya muchos años.

-¿¡Una Bruja!? -exclamó Gerogina- Pero eso es horrible.

-Mucho -continuó la otra dama-. Y más cuando uno de esos niños es hijo tuyo.

Gerogina agachó la cabeza a modo de hacerlas entender que las acompañaba en sus condolencias.

-No sabemos nada, ni por qué, ni que hace con ellos. Ni siquiera si están vivos -dijo la primera con la voz quebrada.

-Yo podría hacer algo, ayudar…

-No -arguyó la segunda mujer-. No podemos pedirte semejante tarea, mas, es cosa nuestra. Nosotros, los del pueblo somos responsables de evitar tal desgracia. Pero no sabemos cómo.

Gerogina se posó sobre su rodilla izquierda y, con una reverencia, dijo:

-Señoras, yo soy una noble guerrera de tierras lejanas. He vivido mucho y he luchado mucho. Os comenté en mi llegada que batallo por y para el bien común. Y si arrancar del bosque a la bruja es un bien común para vuestro pueblo, dejadme decir que eso es lo que haré, queráis vos o no.

Y así fue. La guerrera se internó sola en los bosques de los alrededores para dar caza a la malvada bruja.

Dos días después de comenzar la partida, Georgina encontró una pequeña gruta, se internó en ella, a medida que avanzaba por ella con una antorcha, la gruta se iba haciendo más y más grande y espaciosa. Un calor abrasador que parecía salir de cualquier roca de la cueva hizo que la caballera se despojara de la armadura. Siguió hasta dar con el final de la misma donde una multitud de huesos y dos niños dormitando se encontraban junto al cuerpo de una mujer esbelta; aquella debía de ser la bruja. Desenvainó su espada y, con sigilo, se acercó a la mujer con la espada en ristre, y… justo cuando iba a asestar el golpe de gracia.

¡Zas!

Georgina salió volando por los aires, dio una voltereta y cayó de pie, se tambaleó y una de sus rodillas terminó en el suelo rocoso.

-¿De verdad creías -comenzó la bruja arrastrando las palabras- que podrías matarme mientras duermo? Siempre estoy alerta.

Y no era la única; la joven que había secuestrado días anteriores se despertó y se lanzó contra la guerrera. Ésta se la quitó de encima noqueándola sin hacerle mucho daño, mas no era capaz de darse cuenta de sus actos. La niña cayó al suelo inconsciente.

La bruja no esperó a que Georgina volviera al ataque. Con un movimiento certero de sus manos, los huesos danzaron en el aire. Huesos de los niños que había ido devorando a lo lardo de las décadas. Aquellos huesos iban y venían de un lado para otro, rozando la cota de malla de la caballera, la cual sufrió graves daños.

-Nunca podrás contra mí -anunció la bruja-. Ni tú, ni ningún otro desgraciado.

Y se lanzó contra el niño, lo cogió en sus brazos y dirigió sus afiladas uñas al cuello. Georgina contraatacó, pero la bruja era rápida además de lista: con cada paso que la guerrera daba, la bruja hincaba más las uñas en el pescuezo del pequeño.

-Estas contra la espada y la pared, verdad.

-Ya me esperaba esto de ti, zorra. -masculló la guerrera.

La bruja no soltó al muchacho.

Georgina tiró la espada al suelo e hizo el movimiento de <<¡Venga, vamos!>> con las manos. Los huesos seguían levitando por el aire. La bruja dio un silbido y éstos se juntaron en una masa grande y cavernosa. Con otro silbido, la masa de huesos, todos pegados con magia, se lanzó contra Georgina, dieron de lleno y se estamparon contra la pared. A la guerrera le costó ponerse en pie y le escocía la espalda tras el golpe.

Georgina comenzó a correr esquivando los huesos, de nuevo por separado. Algunos los cogía y se los lanzaba a la bruja a la cara; ella los esquivaba con magia, pero a causa de ello, no recordaba su cometido de hincar las uñas al pequeño. Zigzageando, la guerrera llegó hasta la bruja y le asestó un golpe en el costado izquierdo, que estaba desprotegido. La mujer soltó al niño que no cayó al suelo, mas Georgina lo agarró antes de que llegara a él.

La bruja volvió a enderezarse, pero los puños de la mujer eran más rápidos que sus conjuros. Ahora un buen puñetazo en la mandíbula, ahora en el estómago, otro en la sien derecha, uno en las partes nobles.

-¡¡¡No soy un hombre, jodida puerca!!!

Y dicho esto, la bruja hizo algo con sus manos y Georgina se elevó unos metros del suelo. Intentó zafarse de los poderes mágicos, pero fue todo en vano.

-¡No te tengo miedo, bruja!

La mujer miró a su rival con una mirada que quería decir, <<Ahora lo tendrás>> y, con un movimiento de su mano izquierda, elevó la espada de Georgina hasta la altura de su pecho. La bruja tenía intención de acabar con aquello cuanto antes. Pero entonces… ¡Algo inesperado!

La guerrera pronunció unas palabras y la espada y ella cayeron al suelo. La bruja no daba crédito a lo que veía. Georgina se levantó, empuñó su espada y dijo:

-¿Te ha gustado mi último recurso? La magia blanca se me da bastante bien, pero esto aún más.

Y fue directa hasta la bruja y la atravesó con la espada. La bruja comenzó a deshacerse en pétalos rojos hasta convertirse en una hermosa rosa roja. Georgina la cogió y se la entregó a la muchacha que se acababa de despertar.

-¿Qué ha pasado? -preguntó también el niño.

-Que ya ha pasado todo -dijo Georgina con una gran sonrisa.

Aquella noche, Villa Hinojosa celebraba dos cosas: la primera, el regreso de los dos muchachos, por desgracia, los demás se encontraban en la maraña de huesos, y la segunda, el final el terror vivido todos aquellos años. La bruja había desaparecido para siempre y todo gracias a una valiente guerrera de tierras lejanas con afán de héroe: Georgina de Promissa.

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