– ¡CALMA! ¡TODO EL MUNDO EN ABSOLUTO SILENCIO POR FAVOR!

El director del proyecto no paraba de gritar, agitando fuerte sus manos y mirando al resto de científicos con una mezcla de odio y emoción. Quería disfrutar aquel momento con el sonido natural: el vacío del silencio.

Tras una calma que se hizo eterna y aún con la emoción y la alegría contenidas en el corazón, el director dio permiso para gritar, aplaudir y bailar al resto del grupo. Al fin lo habían conseguido. Tantos años de estudio, investigación e hipótesis habían culminado hacía solo unos instantes y algunos seguían sin creérselo. Las lágrimas cubrían las mejillas de los más ancianos y los novatos reían sin parar con un deje de superioridad, inconscientes del duro trabajo que acarreó todo el proyecto. Realmente habían logrado lo imposible.

Entre sollozos y abrazos, el director volvió a silenciar la sala y comenzó a hablar:

– ¡Enhorabuena compañeros! ¡Lo hemos conseguido! Lo sé, no ha sido fácil, lo noto en vuestras miradas. Muchos habéis perdido a familiares, otros habéis olvidado a vuestros mejores amigos y sé de algunos que han sacrificado el amor verdadero por esta investigación. Gracias a todos por el esfuerzo y la dedicación. Creedme, todo lo que habéis hecho pronto habrá valido la pena. Pronto recibiréis llamadas de los medios de comunicación más importantes. Hoy nos hemos ganado un hueco en la historia de la ciencia… de la humanidad y su progreso. Ahora, os pido que volváis a vuestro hogar y descanséis, mañana podréis hacer uso de la máquina tal y como os prometí hace tantos años. Buenas noches compañeros. Descansad y sed felices.

Los científicos vitorearon al director durante varios minutos y todos lo abrazaron sin excepción mientras salían poco a poco del laboratorio. Al final, todo quedó en absoluta calma y la soledad tras la celebración abrazó los pensamientos del director, que contemplaba sus canas en la pantalla del ordenador. Al fin estaba solo.

El silencio no duró mucho pues sus lágrimas lo rompieron, desparramándolas por el viejo teclado que tantos fracasos había presenciado todos estos años. Acto seguido se tiró al suelo y comenzó a reír como un lunático, la energía que desprendía era voraz y sus expresiones se manifestaban con mucha confusión.

Tras la mezcla de sentimientos, empezó a hablar solo:

– ¡AL FIN LO HE CONSEGUIDO! Pronto estaré ahí con vosotras, mis pequeñas… No he olvidado vuestras sonrisas, todo lo contrario, cada día me daban fuerzas para seguir con este descabellado proyecto. ¡Dios mío aún no puedo creerme que lo haya conseguido! ¿A qué espero? ¡Voy a probarlo! ¡No puedo aguantar un día más sin veros, sin tocaros…!

Tras el soliloquio, el director se levantó lentamente del suelo de la sala de investigación. Tenía la garganta seca y los ojos rojos y húmedos. Bebió a morro de un grifo para calmar su sed y secó sus lágrimas con un pañuelo de seda que llevaba sus iniciales. Recorrió el pasillo que conducía al ala de experimentación, pasó por los protocolos de seguridad pertinentes y llegó finalmente a la sala que contenía aquello por lo que tanto había trabajado. Al llegar, encendió una vieja cámara y comenzó a hablar:

– He creado el medio de transporte definitivo. Muchos pensaron a lo largo de la historia que la conexión con otros universos, con otras realidades… era imposible… No les juzgo, no podían saberlo, no podían verlo como yo. Desde la antigüedad, la lucha entre la ciencia y la fe había colapsado los cerebros de los grandes pensadores. O luchabas con datos empíricos o te aferrabas a la esperanza espiritual, pero ni uno solo quiso dar su brazo a torcer y ninguno pensó que ambos bandos podían unirse… Todo estaba ahí, pero fragmentado: un poco de la inexorable verdad cristiana, los manuscritos prohibidos de Da Vinci, los rituales de las de los antiguos santuarios griegos, la teoría de la relatividad… Todo unido de forma natural y aplicada a la tecnología moderna me ha permitido explorar nuevas capas del cosmos y he conseguido viajar entre distintas realidades. Universos paralelos por así decir.

Hubo una breve pausa y el director sonrió para sí, luego volvió a hablar, con un rostro que reflejaba nostalgia por un pasado que siempre fue mejor:

– Todo por vosotras. — Sacó entonces una foto arrugada del bolsillo interior de su bata y la mostró a cámara—. Éstas son mi mujer y mi hija, ambas fallecieron en un terrible accidente hace varios años… hace muchos años realmente. Las quiero, las sigo queriendo por supuesto. No he dejado de pensar en ellas ni un solo día. —Suspiró—. Antes del accidente era profesor de teología en la universidad, enseñaba todas las religiones a mis alumnos y siempre quise que respetaran todas las creencias por igual, incluida el cristianismo, del cual me consideraba un fuerte devoto. Sin embargo, en el momento en el que vi los ataúdes de los seres que más quería… aquel día tomé una decisión: desafiar a Dios y a toda la realidad que había creado; las iba a traer de vuelta como fuera, costase lo que me costase, nada valía la pena sin ellas. A partir de ahí comencé a estudiar diversos campos del conocimiento y formé un grupo de investigación…

El director habló durante largo rato y la cámara grabó hasta el último segundo su discurso relatando la historia de su investigación, todo acompañado de varias explicaciones de corte técnico y con una terminología compleja.

– … Y así concluye este periplo que me ha costado más de la mitad de mi vida, pero todo ha merecido la pena por este maravilloso momento. Me dispongo a realizar la primera prueba en mi persona, voy a viajar a otra realidad. No puede determinarse cuál pues la variable es infinita, así que a partir de ahora estoy en manos del azar. Activó la maquinaria, se la guardó en el bolsillo y de pronto todo comenzó a temblar, una fuerte luz se propagó por la sala y el director, junto a la máquina, desapareció. Alabado sea…

Desapareció de la sala.

Acto seguido apareció en un pequeño salón con una chimenea que crepitaba. Estaba sentado en un sillón antiguo de madera con una copa en la mano, había sido transportado física y mentalmente a otra realidad, había suplantado a su “otro yo”…

– ¡Imbécil! —gritaba una mujer entre sollozos— No eres capaz ni de disimular tus engaños, ayer tu chaqueta estaba manchada de carmín y no paras de recibir llamadas de extrañas. Tantos años de matrimonio condenados al eterno fracaso: la rendición del amor. No te entiendo…

El director no sabía que decir, aún estaba asimilando la veracidad de la situación y le era muy difícil pensar con claridad. El primer humano en cruzar el espacio-tiempo… no era fácil adaptarse a aquel viaje…

– ¿Ni siquiera vas a hablarme? ¿Ni una sola excusa?

La mujer miraba al director con miedo y curiosidad pues éste mantenía un rostro imposible de describir, muchas emociones se reflejaban de forma inmediata y ninguna terminaba de salir a la luz. El amor de su vida, que había fallecido hace tanto… estaba allí, delante suya, y le estaba sermoneando.

– ¿Qué te ocurre? ¿por qué me miras así? —bajó la voz—. ¿vas a volver a… pegarme?

Esas palabras activaron el mecanismo del habla en su cerebro y logró balbucear:

– Amor de mi vida. Tesoro, te he buscado tanto tiempo… he negado mi realidad y te he buscado en otro mundo y ¡aquí estás! Te amo y jamás sería capaz de levantarte la mano por nada del mundo.

Sin reacción visible en su rostro, la mujer respondió:

– ¿De qué hablas? ¿Has vuelto a beber? Enfrenta la realidad maldita sea, nuestra hija está muerta, idiota, la has matado. Si, ha sido un accidente, lo sé… pero no puedo verte con otros ojos, has destruido a un ángel. Irresponsable… testarudo… maniático…

– Pero tesoro yo…, no lo entiendes, yo…

– ¡Silencio! No aguanto más, te has convertido en un ser despreciable. Un hombre injusto sin principios y deshonesto que desintegra el amor de sus seres queridos, eres…

El eterno amor del director no paraba de gritarle cosas terribles sobre él. En aquella realidad el director había abandonado su amor, había matado por accidente a su hija y vivía infeliz ante un mundo sombrío, ante una vida que le golpeaba y hacía cada día un poco más gris que el anterior.

Pensó entonces que esa era solo otra realidad, podía fácilmente abandonarla e ir a otra; huir… Y eso hizo. Sin escuchar los improperios de su mujer, activó la máquina que guardaba en el bolsillo y viajó a otra dimensión.

En ésta, el director apareció en un tren, sentado, escuchando música a través de unos auriculares. La cabeza le dolía un poco menos y los gritos de su mujer habían cesado. Qué mala suerte topar con aquella realidad —pensó— espero que ésta sea mejor. Miraba a su alrededor en busca de alguien conocido, pero no veía a nadie, ni siquiera sabía en qué parte del mundo se encontraba. Entonces su móvil vibró, era un mensaje de texto de su hija.

¡Bien, está viva! —pensó—.

El mensaje revolvió su estómago:

“!Enhorabuena por tu ascenso Papá! ¡Se que llevabas mucho deseándolo! Ambas estamos muy orgullosas de ti y te echamos mucho de menos. Intuyo que con ese nuevo puesto tendrás aún menos tiempo para venir a casa… No te preocupes, lo entiendo y estoy intentando que Mamá lo entienda también. Sus recuerdos se desvanecen por culpa de la enfermedad y su personalidad se deteriora a pesar de los fármacos… En fin, espero que el año próximo puedas pasar unos días en casa. No te olvides de nosotras. Te quiero.”

Las lágrimas llenaron su rostro. A su lado, una mujer acarició su mano y le besó en la mejilla.

– ¿Tu hija otra vez? ¿No se cansa de mandarte mensajes? Es muy pesada, siempre que te escribe te veo malhumorado y triste… sonríe para mi ¿quieres?

El director no daba crédito a sus palabras y menos a la realidad de aquel mundo.

– ¡Pero cómo te atreves! ¿Quién es usted? ¡Apártese!

– Pero cariño… ¿qué te ocurre? Las detestas, por eso aceptaste ese puesto ¿no? Anda, ven aquí y dame un beso.

Entonces lo comprendió. Otra realidad errónea —pensó—. Volvió a usar la máquina y se transportó a otra dimensión, se empezaba a acostumbrar… Así, dio comienzo una vorágine de viajes interdimensionales con realidades tan desgarradoras y atroces como las anteriores: En una su mujer había sido asesinada durante un robo y él había huido como un cobarde, lo que causó un odio profundo por parte de su hija; en otra, se encontraba en estado de coma pero podía observar como ellas lo visitaban cada día… En otra era feliz con su mujer pero no eran fértiles por lo que su hija nunca podría nacer. En otra, su mujer lo dejaba y empezaba a acosar a su hija por la custodia…

En definitiva, el director comprendió la constante: no podía ser feliz en ninguna realidad, estaba destinado a perderse o a perder a alguno de sus seres queridos. Cansado de la tristeza recurrente del universo, volvió a la realidad del principio, aquella donde había conseguido crear una máquina capaz de atravesar el espacio-tiempo. El silencio envolvía el laboratorio. Su mente comenzó a llenarse de recuerdos de las realidades alternativas… lloró, gritó, se golpeó contra las paredes, maldijo a Dios y con un hilo de voz habló a la cámara, que seguía grabando.

– He viajado a los confines de la ciencia y el espíritu para buscaros. He quebrantado mi alma y he perdido de forma estrepitosa ante un destino despiadado. Al ser divino que me está observando le digo: has ganado. Ah… —sonreía de forma irónica con un rostro dolido, observando un viejo bisturí oxidado— pero no puedes evitarlo todo compañero… las voy a volver a ver, eso te lo aseguro…

Y las vio.

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