La vida y la muerte bordada en la boca

La vida y la muerte bordada en la boca

Marta Márquez

24/02/2019

Se me está yendo la cabeza. Noto que esta que vive mi vida no soy yo. Lo era, pero ya no. Yo, que siempre fui tan activa y rebelde, estoy cansada de vivir. Se me hace cuesta arriba cada segundo del día. Es insoportable y no paro de hacerme preguntas. ¿Por qué es tan difícil? ¿Qué lo hace así? ¿Siempre fue así? ¿Es culpa mía o de los demás?

Es muy posible que sea mi culpa, si es que hay que buscar un culpable. A lo mejor espero demasiado de la vida. Casi siempre pienso que si fuese menos inteligente sería más feliz, sin embargo, otras veces me atormenta la idea de mi escaso intelecto y mi falta de comprensión hacia algunas cosas y personas. Sería todo mucho más fácil si fuese capaz de sonreír sin ganas y aparentar que todo es genial. Pero, por algún motivo, no puedo hacerlo. Entro en modo absurdo y no paro de dar vueltas cual peonza sin poder hallar salida. ¿Quién tiene la llave del cambio?¿tú o yo?

Me siento ignorada, pequeña, insignificante en el mundo; en tu mundo. Ese mundo moderno de cortes ultra sensacionales, música alternativa que sabes que desconozco y que no me gusta. Y que yo sé que me resta interés mi no afición a las medicinas sintéticas para el alivio de cerebros en otra onda. Siento que cada vez te interesa menos mi mundanal cotidianidad, mis intereses poco atractivos, mi necesidad de un alrededor bonito, ordenado y limpio; eso es de perdedores, de simples, de mentes poco curiosas.

Me prometí no tomar nunca más pastillas para curar mis problemas mentales y, aquí estoy, con una benzodicepina en el cuerpo, los ojos a media asta y siendo capaz, por primera vez a lo largo del día, de hacer algo útil por mi vida. Porque aunque este vómito parezca lo que es, una mierda, sirve para sacar de mi cuerpo algo que me destruye y me atormenta. Y es que no sé qué tengo que hacer. Mi pragmatismo me está cegando, puede ser, pero no hallo la forma de seguir. No seguir por seguir, eso es fácil. Sino seguir y ser feliz. ¿Eso se puede? ¿Alguien conoce a otro alguien que lo haya logrado? Quiero creer que una vez fui feliz, lo que pasa es que hace tanto que no tengo claro si es real o lo soñé. Hace mucho, cuando la idea de dejarlo todo para siempre no me atormentaba.

Pero nadie se asuste, es solo una idea no materializable porque en un acto tan egoísta como generoso quiero ser presencia de unas personitas que requieren de un acompañamiento. Y no es que no tengan a nadie más en la vida, por supuesto, pero yo daría cualquier cosa porque ella me acompañase y no lo hace así que yo no haré lo mismo. No me podrá la vida, no me voy a dejar. Pero estoy tan cansada que me es complicado hasta pensar.

Las excusas. Las camas vacías. Las horas vacías. Las conversaciones vacías. Las excusas.

Irremediablemente, parece todo culpa mía y finalmente parezco yo la culpable de no pasar tiempo juntas, no dormir juntas, no hacer planes juntas, no ser compañeras de vida o cualquier cosa que enturbie el día a día. No deberían mandar estas pastillas a la ligera. Si mi cuerpo reacciona así a una sola de esas píldoras medio blancas medio rosas ¿qué pasaría con toda la caja? Y están aquí mismo, a mi lado. Si miro de reojo puedo verla. Y si yo,que me creo que estoy bien, pienso esto qué no harán los y las que yo creo que no lo están.

De repente, escucho una voz. Estoy alucinando o es Sócrates que me habla minutos antes de introducir de forma serena la cicuta en su cuerpo. Sí, sí, es él. Me dice que no vea la muerte como algo que paraliza la vida ya que no hay nada que pueda destruir el alma, inmortal y eterna.

Y le veo ahí, en la polis, delante de jueces y de sus convecinos. Critón, Fedón, Apolodón y hasta su guardia custodio lloran desesperados la pérdida que está a punto de sucederse. Y yo me siento huérfana por su partida, como Platón que pierde a su maestro y sus tres hijos que pierden a un padre. Sócrates nos pide que no nos dejemos vencer por la desesperación: “Tened valor y conservad la calma”.

Los ignorantes han causado tanto daño al mundo. Tantas vidas rotas por el camino por ignorancia, por altivez, por odio o por ansia de poder. Desde Sócrates hasta a Marielle Franco, tantas personas ha sido desterradas de este mundo solamente por lanzar sus ideas de cómo hacer de éste un lugar mejor que dan ganas de bajarse en la próxima parada y no ver lo que el futuro nos ofrecerá; pues si en más de veinticinco siglos no hemos cambiado no lo haremos en lo que me podría quedar a mí.

Caí. O más bien me tiré. Mi viaje duró menos de lo que yo esperaba, pero me dolió más de lo que supuse. Mientras caía me desperté. O quizá me desperté del golpe.

Las 8:13 de la mañana. Llegué a mi lectura de la tesis por los pelos. Después de tantos meses de trabajo no puedo desconectar de la filosofía ni durmiendo. Con la dedicatoria: A mi padre, por saber utilizar el lenguaje y enseñarme a escuchar y callar, y un arduo trabajo conseguí mi doctorado y mi libertad.

Como bien dijo Miguel Hernández: Para la libertad, sangro, lucho, pervivo.

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