ESPERANDO

Poco importaba si era de noche o si el sol calentaba hasta los huesos, el rescatado de los pesares y de los dilemas de la sociedad, viajaba aturdido, de regreso a casa, pero sentía no hacerlo, ya había saboreado y abrazado lo que tanto criticaba sonrisas y lagrimas atrás, tanto que no se sentía parte de su viejo hogar.

En el transcurso de las curvas y los vientos declarantes de lluvia, en su corazón sonaba la melodía que tarareaba noches atrás… «No digas que he fracasado por creer que no tengo un buen pasado, no digas que no te quiero por estar ocupado, no digas que no hay futuro tan solo fijándote en el pasado, ya tengo 27 y quisiera vivir como de 17… no es inmadurez, solo que crecí con mucha rapidez, no necesito que me digas cuídate, necesito que me enseñes a cuidarme, necesito que tomes mi mano y digas… tú puedes». Pese a que las letras no tienen sentido, agrietaban su razón.

Seguía siendo el mismo, el que poco dice y más hace, el que no consulta si lo demás también tienen miedo de no hacer lo que dijeron que harían; preguntándose en qué tenía que cambiar para no perder lo que ya era suyo, cuestionándose cómo conseguir lo que todavía no tiene, reclamándose por no perder lo que ya no quiere.

Como en mucho de sus días, tenia hambre, hambre de saber que lo movía y disgusto por no reconocer lo que lo detenía. Para no ser tan duro consigo mismo, se repetía, en un abrir y cerrar de ojos estaré pidiendo disculpas por no ser nombrado, por no tener grabado mi nombre en la historia, por haber escogido en una semana, dejar de lado los laureles, los pronósticos y los sueños de etiqueta, y haber escogido vivir sin daño, comiendo, riendo y no escalando a lo que la sociedad llama éxito, sino tan solo viviendo.

Como mucho de las mejores cosas que no suceden, solo eran ideas, ideas en la mente de un hombre sentado en un viaje de dos horas, sentado, esperando bajar para treparse a la maquina del éxito, de la disputa, de la búsqueda de los aplausos y condecoraciones, de encajar en la norma, una norma lenta y gorda, que para dar justicia cobra.

Se dijo asimismo, mas saludable es dejar de pensar si la sociedad nos condiciona o si nosotros la condicionamos a ella, pesa menos no pensar y actuar como de costumbre, mas fácil es dejar pasar las cosas. Más no es fácil probar la verdadera felicidad, vivir de verdad, y por costumbre tener que dejarla.

El viajero de tramos cortos seguirá esperando, esperando a no morir sin antes lograrlo; seguirá de un lugar a otro, esperando volver a vivir.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS