Cuando nacemos, la Vida Una nos impregna; la conciencia cósmica es manifiesta. Nada tiene nombre ni etiqueta, todo es contemplación en movimiento. Poco a poco, comienzan a introducirse palabras, la mayoría sin sentido rellenando y tapizando la mente, evitando que quede un espacio de conciencia pura. Letra tras letra, unión de vocales y consonantes formando palabras, que adquieren fuerza y significado si se acompañan de una imagen mental o un sentimiento”.

El proyecto, había convocado científicos afamados de todas las disciplinas y estaba listo para ser presentado públicamente.

Para ingresar, debía abonarse un monto voluntario, que sería donado a instituciones de caridad.

La encargada de la disertación era Helena Petrossi, doctora en biología molecular y antropología.

Las luces tenues del auditorio y los conciertos para violín de Mozart, brindaban el clima adecuado para recibir a profesionales de la ciencia, la política y los medios de comunicación.

Helena entró por la puerta principal, atravesando el corredor central con elegante femineidad. La bata blanca ceñida al cuerpo remarcaba armónicas formas, que se engalanaban con el vaivén del largo cabello castaño.

Subió lentamente los escalones hacia la plataforma. El encargado de iluminación le ofreció galantemente la mano, que ella tomó y agradeció con un ligero movimiento de cabeza.

De pie frente a casi mil personas, esbozando una sonrisa, tan luminosa y angelical como su voz, dijo:

–Bienvenidos. Yo, como hombre, me siento honrada por su presencia.

Tras esta frase se escuchó un murmullo generalizado.Un huracán de palabras e ideas preconcebidas; confrontando, movilizando emociones, sensaciones…

Ella prosiguió indiferente, pero nadie escuchaba. En sus mentes iba y venía la frase “Yo, como hombre.”

Uno de los periodista no soportó la intriga. Dijo a su asistente que filmara todo. Interrumpiendo la disertación, levantó la mano e increpó:

—Gabriel Mayi, del canal tres de Monte Hermoso. Disculpe doctora… o debo decir ¿doctor?… ¿Es usted un hombre?

—Doctora, por favor —dijo Helena —y sí, soy hombre, como usted y usted —continuó, señalando una mujer de la primera fila, que a su vez se señalaba a sí misma con el índice y negaba con la cabeza una y otra vez.

—Todos pertenecemos a la raza de los hombres.

La palabra hombre deriva de humus, tierra. En todas las lenguas y culturas significa «Ser pensante y racional, que camina erguido sobre dos piernas. Varón o mujer que viene de la tierra y pisa la tierra».

Unos pocos se interesaron. Otros se levantaron y se retiraron ofendidos. La mayoría no entendió nada; siguieron pensando que la doctora era gay.

Helena continuó:

—Todo en el universo tiene un género o principio masculino y un género o principio femenino que otorgan determinadas características en los tres planos de existencia: mental, emocional y físico, a este último lo denominamos sexo.

Ante lo dicho, un grupo importante se retiró.

—¡Imposible soportar tanta estupidez! —decían.

En este grupo, la mayoría eran políticos, y al salir reclamaron se les devolviera el dinero que habían donado.

—¡Esto es pura falacia! —gritó desde el fondo una periodista —yo soy mujer, no soy hombre ¡Ni quiero!

—¿Qué le pasa a usted con los hombres? —vociferó un biólogo, fornido y ofendido.

Inmediatamente se formaron dos bandos, todos hablando a los gritos y uno encima del otro.

«Este mundo fenoménico, regido por la ley de los contrastes, paulatinamente fue cambiando el sentido veraz y creador de la palabra, iniciando el reinado de la “letra muerta”, para introducir palabras de mentiras y engaño, produciendo temor y oscuridad en la mente de los hombres».

Helena miró al iluminador y éste asintió con la cabeza.

El cuerpo de ella comenzó a cubrirse con un suave y sutil brillo, que inundó las primeras filas.

Entre el bullicio continuó:

—En el inicio de las civilizaciones, las ideas plasmadas en el éter, eran afines al hemisferio izquierdo del cerebro. Como el principio masculino tiene más desarrollado este hemisferio, captaba rápidamente las ideas del progreso material y espiritual, y se erigieron como representantes de la raza de los hombres, llamándose a sí mismos “hombres”.

La mujer quedó relegada, pero aún no le interesaba competir o involucrarse.

—¡Mentiras! ¡Puro cuento! —gritaban algunos, mientras otros se retiraban refunfuñando.

—¡Pero! ¿Qué dice? —gritaban otras — ¡Las mujeres no somos estúpidas!

Ella, que no respondía a agresiones o insultos, continuó:

A medida que transcurría la evolución, comenzaron a plasmarse ideas dirigidas al hemisferio derecho del cerebro.

La mujer, más receptiva a estas ideas, las comprendía perfectamente, así empezó a destacarse en todas las disciplinas, optimizando conceptos y proyectos, comenzando la integración: la visión equilibrada entre intelecto e intuición.

Los varones, considerándose superiores, desestimaron y muchos aún lo hacen, las sugerencias u opiniones que ellas aportaban. Esa lucha de egos, destruyó la armonía de la familia humana, necesaria para desarrollar los dos hemisferios cerebrales, objetivo primordial para evolucionar.

La luz emanada de Helena se expandía cada vez más. Algunos, huían asustados; otros la esquivaban y unos pocos, seguían atentos sus palabras.

—Sólo a través del conocimiento que aporta el principio masculino, se puede llegar a la sabiduría que aporta el principio femenino.

La mujer iniciada representa el alma de la humanidad. Y cuando es reconocida por el varón iniciado, se produce el sagrado matrimonio. La unión perfecta entre el alma y la mente.

Varón y mujer, como dos columnas, sosteniendo el templo de la consciencia unificada…

—¡Yo me voy! —gritaron muchos a coro —No vamos a permitir que un travestí nos diga cómo son las cosas.

—¡O una feminista idiota! —vociferaron otros — ¡Qué vergüenza!

«Día tras día empleamos palabras, multiplicamos sonidos y nos rodeamos de mundos de formas creados por nosotros mismos».

— ¿Cómo estuve? —preguntó Helena al iluminador —.¡Sólo quedaron ciento cuarenta y cuatro, de mil personas!

—Estuviste bien, y es un buen número. El proceso de despertar es lento… pero efectivo…

Sin más, tomados de la mano y envueltos en esa extraña luz, desaparecieron…

—¡Eh, eh! ¡Oye, Gabriel! ¡Despierta! ¿Prendo la cámara? Está entrando la doctora Petrossi. Va a comenzar la disertación… ¡¡¡Despierta!!

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