Se fue con las últimas luces del día, envuelta en un jirón de niebla. La niebla que había estado acosándonos durante todo este maldito noviembre.No nos dimos cuenta hasta que ya fue tarde y sentimos como un mazazo el hueco que dejaba en nuestras vidas. A pesar de que mi madre no la amaba demasiado, se entristeció tanto que, sin decir nada, unas lágrimas corrieron por sus mejillas.
Yo la había incorporado a nuestra familia, a nuestras vidas. Yo la quería con locura y ella correspondió con un cariño que flotaba por todos los rincones de la casa, con su sonrisa y con sus muestras de afecto. Sin embargo, aquel triste día, mi madre que estaba histérica por no sé qué razón, le gritó. Ella no dijo nada, se limitó a mirarla con esos ojos tan bellos y tan tristes que tenía. Y se fue para nunca más volver. Esperamos que se arrepintiera y volviera. Avisamos a la Policía, pero no la encontraron. ¡Nunca te olvidaré, así pasen cien años, mi bella compañera! Que seas feliz dondequiera que estés, Laika, mi bella perra esquimal.
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