Los colores del mañana

Los colores del mañana

Querido hijo si estás viendo este video-tape quiero que sepas que el tiempo que pasamos juntos fue un regalo. Nada, ni siquiera el infierno en que vivimos ahora podrá hacerme olvidar eso… El día en que tú naciste fue el día más maravilloso y aterrador que haya experimentado alguna vez. Tu mamá rompió fuentes cuando apenas tenías siete meses de gestación por lo que el abuelo y yo tuvimos que llevaros de urgencia al hospital. Había pocas probabilidades de que sobrevivierais al parto. Elisa porque tenía la tensión alta y tú porque eras prematuro.

Yo me sentía impotente. Tú eras el hijo con el que siempre soñé y tu madre era el amor de mi vida y no podía hacer nada para protegeros. Ambos estabais en manos de los doctores y de la diosa de la fortuna, y ambos podían decantarse en vuestra contra ese día.

Acosé a los doctores, a las enfermeras y hasta al personal de limpieza para saber cualquier novedad sobre vosotros hasta que el jefe de obstetras se dirigió a la sala de espera y me dijo: ―¡Deje ya de acosar a la gente! ¡Su mujer y su hijo están bien por el amor de Dios!

Nunca olvidaré el alivio que me embargó. Estuviste varias semanas en la incubadora y cuando saliste y tu madre te tomó en brazos por primera vez, lloró. No te parecías a ninguno de los dos, pero a ninguno le importó… eras perfecto, eras nuestro y al fin éramos una familia.

Luego creciste y llegó la epidemia cuando cumplías doce años. Nadie espera que su cumpleaños coincida con el colapso de todas las civilizaciones, pero esas cosas pasan. Hubo cientos de colapsos antes de este y los seguirá habiendo mientras actuemos de la forma irracional en la que lo hacemos.

Lamento no poder sobrevivir para ver cómo nos recuperamos, pero así es la vida. La epidemia finalmente me alcanzó. Sólo me queda darte mi mayor consejo:

Vive. Vivir es el mayor acto de valentía que podrás hacer en estos tiempos que corren. Sé que ahora mismo no encuentras muchas razones para vivir, que te sientes superado de todas las formas posibles y que estás completamente solo en el mundo. Pero no es cierto. Tienes a tu madre. Tienes a Mike. E incluso si los pierdes a ambos todavía nos tendrás a todos en tu corazón.

Vive por todos nosotros. Vive para tener hijos. Vive por tus sueños. Vive para ver las nuevas ciudades alzarse sobre las ruinas de los viejos imperios. Vive para ver los campos de cultivo de Alabama crecer de nuevo, vive para explorar las selvas de Sudamérica o irte de excursión por los parajes solitarios de la India. Vive para descubrir tu vocación sea cual sea, vive por tus sueños por más disparatados que ahora te parezcan.

Y si al llegar a viejo no tienes un sueño, no tienes hijos, ni hay nuevas ciudades o nuevos destinos en tu camino vive para contemplar los esquivos colores del mañana.

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