Querido sobreviviente:

Dejo esta carta para advertirte de un terrible peligro que seguramente te acecha, ya es muy tarde para mi y lamento no haber sido mas cauto. Asumo que estarás feliz por haber conseguido un puesto de empleo en esta renombrada empresa, pero lamento decirte que aquí nada ni nadie es lo que parece.

De un momento a otro empezarás a notar que algunos de tus compañeros de trabajo no se comportan como personas normales. Yo los llamo los cabizbajos, porque siempre realizan sus tareas cotidianas con el cuello arqueado hacia el piso y con un automatismo que borra cualquier rastro de vitalidad a sus movimientos, que no te engañe su conducta, no es que estén así por culpa de la rutina y el cansancio, sinó que es porque han olvidado como comportarse de otra manera. Descubrí a los cabizbajos un martes a la mañana en que se había caído el sistema informático, algunos de mis compañeros seguían presionando perseverantemente las teclas de su computadora a pesar de que las mismas no respondían y solo se detuvieron al cabo de unas horas cuando un supervisor advirtió en voz alta el problema, en ese instante, emitieron casi al unísono un sonido similar al que hacen los niños cuando quieren ver su aliento en una noche fría, aunque en un tono mas espectral y perturbador.

En general se mueven en grupo, salen a descansar al mismo tiempo e incluso cuando termina la jornada laboral marchan hacia la salida como en una especie de horda que ocupa los pasillos, si les prestas atención notarás que emiten palabras que recuerdan de cuando eran totalmente humanos, hablan de deportes mencionando deportistas que hace años se retiraron o comentan algún chisme que hace largo rato dejó de ser una novedad. También notarás que algunos empleados de jerarquía parecen inmunes a ese estado, aunque con el tiempo te darás cuenta que solo están en una fase avanzada, una fase maníaca y de delirio que consiste en gritar órdenes y frases convencidos de que los demás cabizbajos los escuchan y obedecen.

Al principio la cantidad de cabizbajos y de personas normales estaba equilibrada, pero vertiginosamente los primeros comenzaron a ganar terreno en la oficina. Una mañana quise hablar con mi colega Gutiérrez como de costumbre y me respondió con unos balbuceos indescifrables, me alejé espantado hacia la otra punta de la oficina solo para descubrir que Benavídez, Ramallo y López habían corrido la misma suerte, ninguno miraba de manera firme hacia el frente, todos balbuceaban frases que en si mismas parecían coherentes, pero que estaban totalmente fuera de contexto. A partir de ese momento comencé a estar alerta, intentaba que mis descansos no coincidieran con el de ninguna otra persona, dejé de tomar el café de la oficina y me sentaba cerca de la puerta para ser el primero en salir apenas terminara mi jornada laboral.

A pesar de mis esfuerzos no pude salvarme, lamentablemente luego de un suceso reciente, siento que he comenzado a convertirme en un cabizbajo. Hoy subí al ascensor y fruto de mi falta de atención, no noté que Benavídez venía detrás de mi. Cuando me di cuenta era demasiado tarde ya que las puertas se habían cerrado y el ascensor se había puesto en marcha. Para colmo de males, ese ser que había sido mi compañero de trabajo en el pasado, había enderezado su cuello por primera vez en meses y me miraba fijamente a los ojos, su mirada estaba clavada en la mía pero notaba que estaba perdida, como la mirada de una persona ebria o la de alguien que no es dueño de sus acciones, parecía que en el fondo de sus pupilas, el Benavídez que yo conocí me pedía auxilio; ese padre de mellizas, fanático del boxeo, amante de las películas de cowboys, gritaba socorro desde algún sitio muy profundo de su mente. Acto seguido, extendió sus brazos en una especie de abrazo, colocó su boca abierta sobre mi hombro derecho y me dió una firme y dolorosa mordida. Luego tomó distancia y bajó del ascensor en el piso doce.

Espero que esta información te sea de alguna utilidad para conseguir un destino diferente, por lo pronto, ya todo está perdido para mi.

(Fotografía por Misha Gordin)

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