Hospital Saint Elora

Condado de Maine

Horario: 10:00 p.m. – 6:00 a.m.

Pago: $60 por hora


Cuando me ofrecieron el turno nocturno en el Hospital Saint Elora, algo en el silencio del reclutador me hizo dudar. No había entrevista formal, solo una llamada, una voz grave y pausada:

—“Si estás dispuesto a seguir las reglas, el puesto es tuyo.”

Sesenta dólares la hora.

Era demasiado bueno para rechazarlo.

Aun cuando el hospital llevaba más de veinte años semiabandonado, tras una serie de incendios inexplicables, desapariciones, y el famoso caso del personal que… simplemente dejó de hablar. Uno por uno. Hasta que no quedó nadie cuerdo.

El edificio, cubierto de hiedra, con cristales rotos y pasillos oscuros, parecía más un mausoleo que un lugar de trabajo. Y sin embargo, el ala oeste seguía operando, con luz tenue y pacientes que —según me dijeron— “no hablan, no se levantan y no hacen preguntas”.

Cuando llegué esa primera noche, me entregaron una linterna, un radio sin señal y un sobre sellado con cera negra.

Dentro, una hoja amarillenta: “Reglamento del Turno Nocturno – Saint Elora”.

Seis reglas. Horas específicas.

Y una advertencia escrita a mano, al final:

“No son normas. Son barreras. Y no están hechas para ti.”


Reglas del Turno Nocturno – Saint Elora

1. 10:00 p.m. – Firma en la recepción del ala B.

Hazlo incluso si ya ves tu nombre escrito.

Si alguien te saluda desde el pasillo al fondo, no respondas. Esa parte del hospital no tiene electricidad desde 1999.

2. 11:45 p.m. – Aléjate de las ventanas del ala sur. No importa si ves a alguien afuera, golpeando el cristal. No importa si te llama por tu nombre completo. Cierra los ojos, respira hondo y repite en voz baja:

“Soy parte del turno. No pueden entrar.”

Si olvidas esta regla… abrirán por dentro.

3. 2:03 a.m. – Dirígete al tercer piso y apaga la luz central del pasillo.

Exactamente a esa hora. Ni antes ni después. Si al llegar encuentras todas las luces apagadas, da media vuelta sin mirar hacia las habitaciones. Y bajo ninguna circunstancia te detengas frente a la 309.

Si oyes que alguien llora ahí dentro… no lo escuches.

4. 3:33 a.m. – Regresa a recepción.

Habrá una taza de café caliente sobre el mostrador. No intentes recordar quién la dejó. Tómala sin dudar. Si no lo haces, el hospital empezará a reconocerte.

Primero olvidarás tu número de identificación. Luego tu reflejo. Después, tu nombre.

5. 4:13 a.m. – Si ves a una enfermera caminando de espaldas, no la mires.

Camina en dirección contraria, en silencio. Ella murió aquí, pero no lo recuerda. Si la haces detenerse, si logras que te vea… lo recordará todo.

Y se quedará contigo.

6. 5:59 a.m. – Baja a la capilla subterránea.

Permanece de pie junto al altar. No hables. No mires el crucifijo. No toques nada. Solo espera a que el reloj de péndulo marque las seis.

Si no lo hace… es porque no has sido autorizado a salir.


La primera noche cumplí cada regla. Aún así, escuché pasos detrás de mí en pasillos vacíos, voces infantiles saliendo de los ductos, y una sombra alta que no dejaba de reflejarse en los cristales, incluso cuando yo ya había pasado.

La segunda noche, olvidé apagar la luz a las 2:03.

Desde entonces, la puerta de la habitación 309 aparece en distintos pisos.

Y a veces, incluso en mi casa…

Anoche, en el reverso de la hoja de reglas apareció algo escrito que antes no estaba:

“Turno confirmado. Empleado 237 ha sido registrado permanentemente.”

El problema es que yo nunca firmé para quedarme.

Y el reloj… ya no marca las seis.

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