Las aventuras de Super Perico
Un amo digno de su sirviente
Décimo sexto movimiento: Falsa miopía
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Los cronistas de historias de superhéroes con frecuencia nos vemos urgidos a modificar los diálogos originales para evitar el escándalo, especialmente en consideración a los lectores de menor edad. En medios audiovisuales, podríamos recurrir a un pitido que sustituyera la expresión inapropiada. También es un recurso válido, advertir que no se pretende maleducar al auditorio con prácticas y malos ejemplos. En tales situaciones, bastará con anotar que los diálogos cuestionados obedecen al interés de aumentar la historicidad y exactitud del relato.
Tales cuidados son especialmente importantes, cuando se trata de la conversación de los protagonistas y héroes. En épocas de crecimiento moral, podríamos solventar este problema pidiendo disculpas por deficiencias en la educación de nuestros ancestros. En épocas de decadencia, también se corre el peligro de pasar por timoratos o demasiado exigentes. No creemos que exista una solución satisfactoria para todas las situaciones y contextos. De todas formas, pedimos disculpas a los protagonistas y lectores por los inconvenientes.
—¡Niña, está prohibido pegar papeles en el tablón policial!
—No se meta en lo que no le importa —la que respondió fue Chloe, una niña de anteojos con una vista extraordinariamente buena. Utilizaba lentes que no necesitaba para crear una imagen planificada de chica intelectual y de buen comportamiento.
—¡Pero que niña más malcriada!
—La reto a que retire este panfleto y lo use de papel higiénico.
Chloe a sus doce años de edad no era una niña malcriada. Si sus maestras de sexto de primaria la hubieran observado en este momento, probablemente creerían que se trataba de algún evento extraordinario, de esos que anteceden a los temblores.
Sus amigas decían que tenía unas tres o cuatro personalidades, en el buen sentido de la palabra. Chloe se consideraba a sí misma la mejor actriz de su edad. Le divertía cambiar su apariencia e imagen completamente a voluntad.
La versión de chica intelectual y buen comportamiento, pese a su falsa miopía, indiscutiblemente para todos era su estado natural. ¿Qué se podía decir de una chica que aparentaba saber de todo cuanto se habla? Pero la pequeña insistía que su verdadera personalidad era… Asumo que ninguna.
Chloe tomaba el rol de chica perfecta cada vez que le convenía, entonces necesariamente tenía que verse fea.
En las escuelas para niñas de Haram se les advertía sobre los peligros de la vanidad física, que solo era tolerable en fechas especiales. Existían toda clase de argumentos para tal costumbre. Una especie de maldición mitad lógica y mitad espiritual que castigaba a las mujeres vanidosas. No había unanimidad al respecto, pero era un hecho indiscutible la mala reputación que provocaba en la comunidad.
Chloe era ferviente admiradora de Viviana y de su libro «La superioridad de las mujeres en el futuro»; aunque rechazaba la agresividad e inmoralidad propuesta por la periodista. Ferocidad de la cual la autora había terminado por retractarse hacía pocos años.
La niña simpatizaba con muchas ideas de las feministas radicales de Haram. Soñaba con un mundo gobernado por mujeres y la supremacía femenil. Más que una venganza justa, para Chloe era una utopía realizable y una consecuencia del progreso natural del mundo.
Había decidido colaborar con el movimiento extremista: afirmaría en adelante la superioridad de las mujeres respecto de los hombres; y lo demostraría con hechos en su propia vida.
Chloe nunca fue una seguidora pasiva de las ideas de Viviana. Entre muchas teorías, la polémica escritora aseveraba la superioridad del valor futuro de la belleza sobre la castidad. Respecto de este y muchos otros asuntos la pequeña no se había convencido en lo absoluto.
Ese día, Super Perico había retornado a las famosas fuentes de los parque de Egeria. Entre los curiosos de las pizarras, que allí solían ubicarse, esperaba encontrar algún policía aficionado a quien ofrecerle sus servicios. Pero recién encontrado todo lo contrario, una niña pegando sus propios panfletos en el tablón policial.
Una señora que curioseaba las autorizaciones de arresto civil discutía fuertemente con la pequeña. La ley, por supuesto, daba la razón a la mujer. Únicamente la policía podría hacer uso de sus propias pizarras.
—¡Insolente! —regañaba a la niña por su grosería.
Si arrancar panfletos era un delito, con mucho mayor razón lo era pegar carteles sin autorización de la comisaría. Normalmente nadie le daría importancia a un papel arrancado. Sin embargo, el intento de un falso AAC era considerado una falta gravísima; hasta era común el arresto civil in fraganti.
El periquito comprendió rápidamente, que en esta ocasión la ley daba la razón a la señora mayor, y ese fue su partido a defender. La mujer, por su parte, agarró el panfleto de Chloe sin más contemplaciones. Ya comenzaba a destrozarlo; cuando su rostro cambió repentinamente a otro mucho más compasivo.
—Este cartel habla de la recompensa por un secuestro. ¡Esto es muy serio! Tu ganas chiquilla, no me atrevo a romper una nota tan terrible. Pero si quieres que alguien ayude a esta pobre gente deberías ser más amable.
—¡Perdón! —admitió su error con el orgullo herido. Se suponía que con sus lentes puestos controlaba su carácter con perfecta ecuanimidad—. He tenido varias discusiones fuertes durante el día y estoy de un pésimo humor. Ustedes han hecho lo correcto, evitar que se pongan papeles sin autorización. ¡Adiós!
—¿Por qué no pides que los validen en la comisaría? —sugirió la señora.
—¿Ir con el sargento Joel? Es que… no es mi asunto. Solo cumplo un favor que me pidieron, pegar esos papeles.
La señora y Super Perico no insistieron con la puesta en regla de los documentos. Sospechaban que estaban conversando con algún pariente de la secuestrada. El cartel ofrecía una recompensa por parte de la organización CPAN, de la cual no tenían idea.
—¿Quiénes son el tal CPAN? —preguntó el ave.
—Son las siglas del Club de policías aficionadas para niñas —respondió Chloe. Por su reacción daba a entender que ella también formaba parte de la asociación.
El periquito estaba muy emocionado. Por fin conversaba con uno de esos policías aficionados de los que tanto había oído hablar. No conocía a ninguno, al menos en actividad; pues su amigo el ermitaño estaba retirado.
¿Pero una niña? De todas formas, para un perico una niña sería un gigante en tamaño pequeño.
—¡Yo les ayudo! Es justo lo que necesito. Yo puedo ayudar al CPAN, y consigo dueña. ¿Me aceptan como mascota de su club? —ofreció el perico con la esperanza de encontrar por fin el amo que buscaba.
Su entusiasmo duró poco, pues Chloe lo rechazó inmediatamente:
—¡Nunca! Pierdes tu tiempo. Ellas solo son policías aficionadas en su imaginación. Solo servimos para jugar a las muñecas y resolver casos tomados de las caricaturas.
Si existía alguien en el planeta capaz de hablar con menosprecio de su propio club era Chloe. Dio tales y tan abundantes razones, que de no tratarse de una niña de escuela, cualquiera hubiera pensado trabajaba de espía a favor de los secuestradores. El ave como siempre se dio por vencida.
¿Y la recompensa? Chloe confesó que no era real. El club de niñas no tenía para pagar el dinero.
La señora razonó entonces en voz alta: una recompensa sin fondos era considerada estafa y un acto delictivo. Allí creyó haber encontrado la razón de porque Chloe evitaba sancionar los documentos con los oficiales de policía.
La chiquilla admitía su farsa, pero ni siquiera reconoció que se trataba de una mentira en el sentido cristiano. En base a una confusa mezcla de sus lecturas de teología, administración y moral cristiana; aunado a muchas ideas propias, había elaborado extrañas justificaciones para sus planes.
Según su punto de vista, era tan buena actriz que bien podría convencer a cualquiera a renunciar a la recompensa. Según la pequeña, aunque no decía verdad tampoco decía mentira. En sus propias palabras:
—Si tengo certeza que no existirá nunca el pago, puedo ofrecer dinero inexistente sin mentir; ni cometer estafa; ni necesito confesarle al sacerdote ningún pecado por su causa.
Tanto la señora como Super Perico le rebatieron que manipulaba las teorías económicas, jurídicas y morales. Pero dada la gravedad del asunto no insistieron en cambiarle su opinión.
¿Y la información? Chloe aseguraba que ante el milagro de cualquier informante útil, el plan era colaborar con la policía, quienes recibirían toda la información recopilada.
Era inútil esperar nada de unas chiquillas bobas, ella misma incluida. La niña no titubeaba en mostrar desprecio tanto por el club como por sí misma. El CPAN era una farsa. Unos panfletos trivialmente fáciles de imprimir, no hacían para ella ninguna diferencia.
—¡Yo, Super Perico, puedo utilizar mis superpoderes para convertir tu farsa en realidad! —insistía el ave por enésima vez.
—¡Que no! Es una farsa, porque eso fue lo que me pidieron. Es la solución correcta en vista de las circunstancias. Payasear y dejar que la policía se encargue. No ayudes a unas niñas que juegan con muñecas como tiene que ser —respondió Chloe tratando de cortar al perico que no cejaba en sus ofrecimientos.
Sin ningún progreso y rechazando cualquier ayuda, Chloe decidió marcharse para seguir pegando carteles de recompensa en el resto de la ciudad de Egeria. Pero antes, Super Perico realizó su último intentó con la chiquilla:
—¡Llévame con la presidenta del club!
—¡No!
—¿Eres tú la presidenta? —le interrogó la señora.
—No.
—¿Quién es…?
Todos estaban en silencio. La niña comenzaba a retornar a su agresividad anterior. Aunque no decía nada, por su expresión parecía que en cualquier momento iba a estallar en insultos. La que resolvió el misterio fue la señora:
—Creo que sé quien es la presidenta.
—¿Pues quién? —preguntó el pajarillo.
—Si está bien claro. La presidenta del club al que pertenece Chloe, debe ser la hija de esta señora secuestrada.
—¿Eso es cierto? —preguntó Super Perico a la niña.
Pero Chloe al sentirse descubierta rompió a llorar abiertamente. Con las lágrimas que cubrieron sus anteojos, difícilmente podía ver nada. Aún así consiguió salir corriendo hacia ninguna parte…
-Siguiente entrega disponible el 15 de junio del 2025
-Libro completo disponible en octubre del 2026
Ver también: Un amo digno de su sirviente, Arte Lancelot
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