Retazos y restos

Retazos y restos

Carlawings

20/01/2025

Tu ruca ya no tiene paredes,

no sé si sabes,

porque te fuiste extinguiendo

y dejaste un cuerpo vagando sin encuentros.

Te visité varias veces,

fui cobarde,

y te observé desde lejos

cómo dormías una tarde de verano,

entre retazos y restos como en receso.

Tu cabeza sobre una almohada

de bolsas de pan

que encontraste

en un tarro para desecho.

También una maleta roja

tirada cerca de tus pies,

como una caja que pedía que volvieras

para cruzar la calle

gritando fuerte por un deseo.

Tampoco sabías

lo que era un abrigo

o un montón de sacos

que anidaban a las ratas

que dormían contigo

después de comer el pan

bajo tu cuello cansado y doblado

como en un lamento.

Otro día te vi caminando,

llevabas tu pelo tomado,

un hombre te habló

como proponiendo un trato.

Tú mirada extraviada

no dio respuesta

y continuaste tus pasos

como si una repentina urgencia

te llamara a su presencia.

Llegaste al espacio de la maleta,

la almohada y los trastos viejos,

te acostaste entre unas bolsas

y vi que tenías otra plástica

entre tus manos

que parecían garras atrofiadas,

antiguas armas

de un duelo.

Mis ojos en tu cara sucia,

con uñas carcomidas

y dientes escasos

vieron como ponías la bolsa

entre tu nariz y tu boca

y aspirabas veneno con sarro

mientras más ratas habitaban

tu almohada de pan

que a ti te parecía cómoda.

Al lado de tu ruca,

bajo un árbol,

se quedó la maleta,

un canasto

y un par de zapatos.

Estuvieron todo el tiempo,

no pudiste verlos

porque ya no estabas

solo había un cuerpo,

el que exhaló en la bolsa,

esa tarde en que te observé

como una intrusa

en tu campo negro.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS