EL PESO DE LA CORBATA DE SEDA

EL PESO DE LA CORBATA DE SEDA

Mike G. Duck

29/12/2024

Cuando intentas ver, pero no sabes mirar: mira, mira, mira.

Nevaba, nevaba mucho. No caían copos, se arrojaban grupos de calamidades blancas.

Y yo, intentando con una pobre pala paliar la laguna de mis miserias.

Puede parecer místico, pero nada está más lejos de lo que intento contar. Sólo que mi conciencia ya no es la misma.

Sigue la nieve, la niebla, sigue recordándome que estoy vivo. Sí, sigo vivo, y lo sé porque tengo frío.

Me tomo solo un momento, un suspiro, un reflejo en el espejo del sol sobre el manto de blanca nieve.

Me giro y miro la gran mansión en la que vivo.

Solo, muy solo.

¿Para qué?

Un hombre con una gran mansión, con todo el dinero del mundo, durmiendo en una enorme cama con dosel de seda;

un hombre al que le traen comida todos los días, al que le lavan los calzoncillos, le hacen la cama,

le limpian la casa, le dicen «sí» a cualquier comentario que vomite su voz… sólo por ser quien es.

¿Quién soy?

Solo un hombre, solo ese «yo».

El hombre rico y pobre en solemnidad: un alma ahorcada con una corbata de seda.

¿Cuánto tiempo he desperdiciado en una sola vida? Porque no habrá otra.

Quizás, y solo quizás, pueda redimirme.

La redención es mi última forma de apaciguar los demonios que atormentan mi perdida alma.

Hoy, 25 de diciembre del año en que volví a nacer,

yo, Alejandro Verne, juro ante la tumba de mis antepasados,

ante los astros del firmamento,

ante los olores del mundo y los dolores de la humanidad,

que no volveré a dejar pasar la oportunidad de ser mejor persona,

de procurar que a mi alrededor la gente sea un poquito mejor.

Ya estoy tardando. Buen día.

Un saludo,

Alejandro Verne.

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