El recolector de café

El recolector de café

Diana Galvis

26/04/2018

Empiezan a asomarse los primeros rayos de luz detrás de la montaña, una sinfonía lenta con trinos desordenados. La niebla descansa cómoda sobre los cafetales, creando una atmósfera densa y blanquecina, diminutas gotas de agua caen de las hojas lentamente, con un ritmo tranquilo, casi sonámbulo. Empieza a subir la intensidad, los pájaros se ponen alerta, se unen más voces a acompañar este compás, azulejos y copetones macho desde las ramas más altas, entonando su himno al sol.

Efraín se levanta con estos primeros llamados, es igual a las gallinas, abre el ojo en cuanto siente la primera luz. Se sienta en el borde de la cama, mientras acomoda la vista, estira los brazos, y mentalmente agradece por un día nuevo, una nueva oportunidad.

Se prepara su tinto, así llaman alla al cafe, en olleta al fuego vivo; Enciende unos troncos y chamizos, rápidamente la llama está lista para la preparación de esta bebida ancestral. Con tinto en mano, endulzado con panela al estilo campesino, hace su brindis con sus pájaros de todos los colores, su viejo burro Simon, mientras mira como la niebla va subiendo, los rayos de sol se van colando dibujando áreas iluminadas sobre la montaña, por aca un cultivo de café listo para recoger, allí un cultivo de plátano, todo brilla entonando una melodía alegre y danzarina, una celebración por la lluvia de la noche anterior.

Hoy es un dia de mucho trabajo en los cultivos de café, pues estamos en época de cosecha, en cuanto aclara el dia se arranca la tarea de seleccionar los granos que están listos. Efrain siempre ha sembrado café, como su padre, su abuelo, su bisabuelo y más allá. Recoge lo que siembra en su terreno, algo más de una hectárea, y para recoger todo en temporada se necesitan unas cinco personas. El es el primero que llega, alista los canastos y los va entregando a los ayudantes.

Cuando es temporada de cosecha llega gente de todo el país. Algunos ya conocidos de años anteriores, como las hermanas Manrique que vienen desde Valledupar, o Dionisio, hombre de unos cincuenta años, nacido en Bogotá y que decidió viajar por el país haciendo el oficio que se le atraviese en su camino; Cientos de hombres como él viven de esa forma, se les dice «los andariegos», quienes se la pasan de region en region buscando los mejores salarios, al recibir el pago de la semana se van directo a una cantina en el pueblo y se gastan todo lo ganado en aguardiente.

A cada uno le toca un surco en el pequeño cultivo, camino que recorre lentamente con su canasto a la cintura, de una planta a otra, moviendo sus manos y dedos rapidamente, un ejercicio de paciencia, casi de meditacion. Cada uno con su canasto, va pasando por cada mata de cafe, rama por rama, grano por grano, arrancando unicamente los rojos y dejando los verdes. Al final del dia entrega su canasto lleno, sin hojas, sin ramas, solo granos rojos, maduros, listos para pasar al secado.

La zona cafetera es una región extensa, fincas grandes o pequeñas todas llenas con hileras de matas de café que infinitas se pierden en la falda de la montaña. Este es clima perfecto para cultivar este grano mágico y apetecido. Cálidos días de sol, lluvias refrescantes en las tardes, el ambiente ideal. A veces las Manrique se ponen a cantar, que como vienen de Valledupar tienen voz de vallenato puro, llena de pasión y sentimiento, escencia romantica corre por sus venas. Entonan canciones llenas de nostalgia, recordando amores que dejaron correr por el río Guatapuri. Son canciones conocidas por todos, que se van uniendo a la gran voz, cantando las estrofas que se saben, y llegando a un coro que va de finca a finca.

Cuando es época de cosecha, hay que mantener a la gente contenta. El pago del día incluye desayuno, almuerzo y comida. De desayuno, ingredientes frescos, caldo con huevo y cilantro, humeante y delicioso. El almuerzo es un momento familiar, se sientan todos bajo el Samán, árbol centenario que acoge a todos en su sombra, en el jardín cerca a la cocina, y entre Efrain y las Manrique, van sirviendo uno a uno los platos. Generalmente preparan un sancocho, sopa campesina que incluye carne de gallina, papa, yuca, mazorca, plátano y una jarra helada de limonada de panela. Ponen una radio con música vallenata, y se ponen a hablar de sus hijos, sus esposas o novias, chismes del pueblo, uno que otro se va para un ladito y se pega su siesta bajo la semisombra que cae de la rama del Saman gigante.

Ya va cayendo la tarde sobre la zona cafetera, la sombra va avanzando tragándose lentamente la montaña, atardeceres naranjas, rojos y violetas en una paleta de pasteles. Termina otro dia, cada uno entrega su bulto lleno, luego se toman una aguadepanela caliente con queso, y se van a descansar en un rancho pequeño que tiene Efrain al lado de su casa, ese que se va llenando de ayudantes temporales, su familia por tres meses, mientras dura la cosecha, pronto volverá a estar vacia…

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