A veces, la naturaleza es sabia y las estructuras del planeta alejan a la gente de ciertos sectores por algo. Más allá de las advertencias visuales y físicas, hay que tener mucha mala suerte para encontrar la ubicación de Los Espejos del Aconcagua que aparecen cada ciclo metónico lunar.
Ahora no viene al caso explicar qué es un ciclo metónico lunar, pero digamos que cada 19 años (aproximadamente) aparecen por un solo día y noche unos espejos en el interior del Aconcagua y al llegar el amanecer desaparecen como si allí no pasara nada, volviendo a la normalidad.
Dos parejas habían llegado a un hotel cerca del Aconcagua, en Uspallata, donde se hospedaron y empezaron a planificar todo para subir el Aconcagua. Un día antes de subir al Aconcagua, decidieron hacer un paseo para conocer los lugares turísticos en los alrededores, para conocer la zona y las bellezas de la naturaleza.
Alejados un poco de Uspallata, en la ruta 7, encontraron un lugar donde comer a la noche luego de un día agotador de disfrute y un jóven los atendió amablemente para servirles la comida. En ése lugar también había un anciano, muy anciano, probablemente con 80 o 90 años encima, que se amacaba en su silla mecedora y había escuchado a las parejas hablar de que al otro día subirían el Aconcagua hasta la cima. El anciano interrumpió la conversación y les dijo que no debían ir a ése lugar el día de mañana, que lo hagan otro día ya que era muy peligroso, menos ése día en concreto. Uno de los muchachos del grupo le preguntó entre risas porque mañana no podían subir, pero otro día si (evidentemente no tenía mucha lógica). El nieto jóven que los atendía dijo que no le hagan caso al anciano ya que vive contando historias tontas y que de hecho ya fueron varias veces al Aconcagua a ver si lo que decía era verdad, pero nadie vió nunca nada raro.
El anciano le discutió a su nieto diciendo que nadie vió nada porque nunca habían ido el día o noche correcto, en el momento exacto que dura la presencia de los espejos. Una de las chicas del grupo, por mera curiosidad, le preguntó sobre que tipo de espejos y porque era algo malo o peligroso. El anciano respondió lo que ya había comentado al principio, cada 19 años aproximadamente aparecen esos espejos en el Aconcagua que transportan a la gente de nuestro mundo a uno contrario, más bien al universo contrario: el antiuniverso y la antitierra.
Las parejas se empezaron a reír y la chica le siguió preguntando, mientras el nieto del anciano se moría de vergüenza. Alfredo, como se llamaba el anciano, comentó que acompañó a una pareja doble así como los de ahora, 4 personas jóvenes universitarias. Hace 19 años o hace 235 meses, Alfredo los recibió para servirles comida y esos jóvenes universitarios vinieron con libros y artefactos raros contándole sobre estos espejos del Aconcagua, que debían encontrar los espejos para ver realmente como opera la existencia ya que estudiaban física. Alfredo se tocó la barba tratando de recordar sus nombres y finalmente los fue diciendo uno a uno lentamente: Tramontana, Solano, Noto y Céfiro.
Marin, la chica curiosa del grupo, se presentó con Alfredo nombrando al resto del grupo: Bora, Garbino y Cierzo. Marin le preguntó como sabía todo esto a Alfredo y Alfredo le mostró uno de sus pies con marcas de piel derretida, como cuando uno se quema con agua caliente o algo así. Cierzo interrumpió diciéndole a Marin que solo les quiere meter miedo y que tal vez esas marcas en su pierna se las hizo cuando se le cayó alguna pava caliente para el mate o algo así. Alfredo les aseguró diciéndoles que ellos pueden creer lo que quieran, pero que al menos lo escuchen y Marin pidió que lo escucharan, aunque sea para saber la historia.
Alfredo siguió contando que hace 19 años acompañó a los jóvenes que le pagaron a Alfredo unos billetes extras para llevar algunas herramientas que tenían en el hotel y Alfredo aceptó para también ver ése fenómeno, siempre fue curioso y no se perdía la oportunidad de una nueva aventura a pesar de las edades. Alfredo comentó que llegaron a la noche en el Aconcagua en una especie de cueva y al adentrarse vieron unos espejos gigantes que iban desde el techo hasta el suelo de la cueva. Los universitarios habían festejado por el encuentro de estos espejos, mientras Alfredo no podía creer lo que veía. Cuándo se acercaron para reflejarse en los espejos la cosa fue a mayor, los espejos reflejaban todo como si fuera una foto en negativo, ellos se reflejaban en negativo o inverso a los colores que los componían.
Céfiro se había acercado a tocar el espejo pensando que era algo físico y al tocarlo vieron como los espejos actuaban de manera líquida, pero sin caerse. Cuándo Céfiro tocó ése líquido, mientras se veía a sí mismo reflejado en negativo, decidió cruzar el espejo para saber que pasaba y atrás de él fueron Tramontana y Solano, quedándose solo Noto y Alfredo en las cuevas viendo en el espejo como se movían y escuchaban hablar los otros 3 que cruzaron al otro lado. Realmente era verdad, había un antimundo allí, eso relataron los que habían cruzado y así los escuchaban Noto y Alfredo. Ellos relataron que cuando se acercaron a la antisalida de la cueva del AntiAconcagua podían ver todo la Tierra y el Sol mientras flotaban, veían como el espacio era blanco y las estrellas negras. Por alguna razón flotaban y no veían rastro de vida alguna en la AntiTierra. De repente, Noto y Alfredo vieron que del cuerpo de Céfiro salieron uno seres de sombra negra compuestos de nuestra figura del cosmos (estrellas y galaxias) que tenían la misma forma o contorno que Céfiro y todos se asustaron aun más cuando empezaron hablar, pero sin mover boca alguna. Cada sombra dijo una palabra distinta: Odio, Celos, Ira, Venganza, Ego, etc. Lo mismo pasó con Tramontana y Solano, pero con otras palabras que a veces coincidían. Solano intentó dar una explicación hipotetizando que estaban diciendo conceptos, que tal vez ese mundo era así o tal vez eran extraterrestres de ése mundo. Los 3 que estaban del lado del antimundo habían dicho que se sentían aliviados, con mucha paz y armonía, luego de que las sombras hablaran. No se supo bien qué eran, pero Alfredo se quedó con eso de los conceptos que había dicho Solano. Lo cierto es qué, segundos después de que salieran de sus cuerpos y nombraran esas palabras, una de esas sombras que salieron de Céfiro abrió su boca pegajosa y con sus dientes afilados se devoró por detrás la cabeza de Céfiro de un solo bocado cayendo el cuerpo negativo de Céfiro muerto. Instantáneamente, todos gritaron y corrieron mientras veían como las sombras de Céfiro se comían su cuerpo y las sombras de Tramontana le atravesaron y sacaron el corazón a Tramontana comiéndose su corazón y luego su cara. Los lamentos siguieron y cuando Solano estaba por escapar sus sombras lo agarraron del pie y lo tiraban para adentro. Noto entró para salvarlo agarrandolo a Solano que justo de unos patados se había librado un poco de ellos mientras Alfredo seguía inmutable por el horror que veía. Noto le pidió ayuda a Alfredo y éste atinó a intentar entrar para ayudarlos, pero las sombras de Noto le pusieron una traba en su pie haciéndola tropezar y otra de ellas le piso la cabeza como si fuera zapallito mientras la sombra dijo: Depresión. Seguidamente, una de las sombras de Solano estiró de sus manos unas garras afiladas gigantes, agarró del cuello a Solano y le desfiguró la cara diciendo: Vanidad. Alfredo, que tenía un pie dentro del antimundo, sintió como se le quemaba el pie viendo a una casi sombra de Alfredo sin formar aun agarrandolo de ese pie y corrió escapando del lugar sin saber más nada de ellos ni de los Espejos del Aconcagua.
Marin sintió algo de miedo, pero el resto del grupo se le río al anciano y volvieron al hotel después de cenar, agradeciendoles por la comida al nieto y a Alfredo.
Al otro día, el día que los espejos iban a aparecer, Alfredo se levantó rogando que por favor que ése gruoo no haya ido al Aconcagua y esperó mirando al Aconcagua hasta la noche siguiente, quedándose dormido. Los días pasaron, 7 días pasaron, hasta que Alfredo y su nieto vieron en las noticias sobre la desaparición inexplicable de las 4 personas que fueron a comer a su local. Alfredo y su nieto vieron como llegaban los helicópteros de búsqueda y las noticias entrevistando a los trabajadores del hotel donde se hospedaron. Finalmente, Alfredo agarró su libro de notas sobre Los Espejos del Aconcagua, salió a mirar el Aconcagua y le dió el libro a su nieto diciéndole:
«Ya me queda poco tiempo de vida. Sí querés ser bueno, evitá una tragedia».
Luego de éstas palabras, Alfredo se fue a dormir y su nieto se quedó sentado leyendo el libro mientras miraba el Aconcagua.
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