1.-Sombras en Carcosa
La ciudad de Carcosa no dormía. Sus calles, impregnadas de una niebla espesa que serpenteaba entre los edificios altos y decadentes, eran testigos mudos de los crímenes que nunca cesaban. Las luces parpadeantes de los letreros en neón apenas lograban perforar la oscuridad que parecía envolverlo todo, una oscuridad que no solo habitaba en las esquinas más olvidadas, sino también en los corazones de aquellos que habían perdido el camino.
Para Grace Harper, esas calles no eran solo un lugar de trabajo; eran su campo de batalla. Una detective reconocida por su valor y su tenacidad, Grace nunca había sido de las que se quedaban esperando que las cosas sucedieran. Cuando se enfrentaba al caos de la ciudad, lo hacía con la misma determinación que había marcado toda su carrera. En Carcosa, donde el miedo reinaba y la justicia parecía una fantasía, ella era la excepción. Una mujer decidida a encontrar la verdad, sin importar lo que tuviera que enfrentar en el camino.
—Otro estudiante —dijo Scott, su compañero, mientras ambos se acercaban al cordón policial que aislaba la escena del crimen. —Carcosa ya no es segura ni para los jóvenes.
Grace lo escuchó en silencio, su mente ya en otro lugar. Para ella, las palabras eran innecesarias cuando había trabajo por hacer. Llevaba años recorriendo esas calles infestadas de criminales, persiguiendo sombras que parecían multiplicarse con cada paso. La valentía no era algo que ella demostrara en gestos grandilocuentes, sino en su constante lucha contra el desánimo, contra las probabilidades.
—¿Qué tenemos aquí? —preguntó Grace al jefe de forenses, Brendan, al llegar al lugar del crimen.
Brendan, un hombre meticuloso, estaba agachado junto al cuerpo de la víctima. El olor a muerte impregnaba el aire, pero Grace apenas lo registraba. Estaba acostumbrada a escenarios como ese; lo que le importaba era encontrar las pistas que otros no podían ver.
—Chico, veinte años, estudiante de la universidad local —dijo Brendan, mientras seguía con su análisis forense. —Mismo modus operandi que los otros. Golpes contundentes en la cabeza, pero esta vez… hay algo diferente.
—¿Diferente cómo? —Scott, más pragmático, se inclinó hacia el cadáver mientras sacaba su libreta de notas.
Brendan señaló el pecho del joven, donde un símbolo extraño estaba grabado en su piel. No era profundo, pero lo suficiente para que llamara la atención.
—Esto. No lo vimos en las otras víctimas. Parece algún tipo de marca.
Grace, siempre observadora y directa, se acercó y examinó el símbolo con la mirada fría de quien no teme enfrentarse a lo desconocido. La valentía no significaba no tener miedo, sino no dejarse paralizar por él. El símbolo era inquietante, pero también despertaba en ella una alarma que no podía ignorar.
—No puede ser… —murmuró, más para sí misma que para los demás.
—¿Qué es? —preguntó Scott, mirándola con el ceño fruncido.
Grace enderezó su postura, su mente ya corriendo a toda velocidad. Aquella marca no era un simple detalle. Cuervo, el vigilante al que todos en las calles temían y respetaban, había sido solo un rumor hasta ese momento. Pero aquella marca hacía que la leyenda se sintiera más real que nunca.
—Nada —respondió finalmente Grace, sacudiendo la cabeza. —Debemos encontrar al responsable, y rápido.
Grace sabía que no había tiempo para detenerse en suposiciones. Cada segundo que perdían, el asesino avanzaba un paso más. Pero en su interior, algo le decía que Cuervo ya estaba mucho más cerca de lo que podía imaginar. Y si eso era cierto, ella lo encontraría. Porque en Carcosa, nadie escapaba de la detective Harper.
La lluvia seguía cayendo con fuerza, formando pequeños ríos que arrastraban el polvo y la suciedad de las calles hacia las alcantarillas de la ciudad. Grace, sin perder el enfoque, se apartó del cuerpo del estudiante para observar mejor la escena del crimen. Siempre había algo, alguna pequeña pista que otros pasaban por alto, y ella era experta en encontrarlo. Su valentía se manifestaba en su obstinación, en esa necesidad implacable de descubrir la verdad, sin importar cuán oscuro fuera el camino.
—Tenemos que movernos rápido —dijo, cruzando los brazos mientras se alejaba del cadáver. —Si este símbolo está relacionado con Cuervo, significa que estamos lidiando con algo más grande que un asesino común.
Scott miró de reojo a Grace, levantando una ceja. —¿Cuervo? ¿Ese mito urbano? No me digas que empiezas a creer en fantasmas.
—No son fantasmas, Scott. Sabes tan bien como yo que alguien está tomando la justicia en sus manos —replicó Grace, firme. —Y si está dejando símbolos en las víctimas, significa que está enviando un mensaje.
Brendan, aún arrodillado junto al cuerpo, frunció el ceño mientras examinaba el símbolo con más detalle. —Es posible que esté tratando de decirnos algo… o quizá esté marcando territorio —dijo con calma, su tono analítico. —Sea como sea, Cuervo o no, este asesino está jugando a un juego más peligroso de lo que imaginábamos.
Grace no necesitaba más advertencias. La ciudad ya era un caos sin necesidad de un vigilante decidiendo quién debía vivir o morir. Aunque Cuervo estuviera cazando criminales, eso no lo hacía menos peligroso. Grace siempre había creído que la justicia debía seguir un proceso, uno que, aunque imperfecto, mantenía el orden. Pero algo sobre Cuervo la inquietaba. Era el tipo de hombre que rompía todas las reglas, y aunque ella era conocida por empujar los límites de lo permitido, sabía que él jugaba en un terreno mucho más oscuro.
—Necesitamos un perfil completo de las víctimas anteriores —dijo Grace, mientras se giraba hacia Scott y Brendan. —Algo que nos diga si este símbolo está conectado con ellas también, o si es un nuevo desarrollo.
Scott asintió lentamente, pero en su mirada había una mezcla de escepticismo. —Lo conseguiré de inmediato, pero sigo sin estar convencido de que sea Cuervo —dijo, levantando el teléfono para hacer las llamadas pertinentes. —Hasta ahora, sus víctimas han sido criminales con antecedentes pesados. Esto es diferente. Este chico… no tiene pinta de encajar en ese perfil.
—Aún no sabemos si es su trabajo o si alguien está usando su reputación para desviar nuestra atención —replicó Grace. —Sea como sea, hay algo aquí que no cuadra. Y no voy a dejar que lo descubramos cuando sea demasiado tarde.
Mientras Scott hablaba por teléfono, Brendan recogía más pruebas, y Grace se quedó observando el perímetro. Algo no estaba bien. Las calles oscuras de Carcosa siempre habían estado llenas de secretos, pero sentía que este era distinto. Cuervo había sido un nombre murmurado por las esquinas, un espectro invisible para el resto del mundo, pero ahora parecía estar reclamando su lugar en la ciudad. Y si él estaba detrás de estos asesinatos, significaba que Carcosa estaba a punto de enfrentarse a una tormenta más grande de lo que cualquiera podía prever.
De repente, un sonido apenas perceptible rompió la calma tensa de la escena. Grace se tensó al instante, sus sentidos alerta, como si toda su experiencia como detective se concentrara en un solo momento. Giró la cabeza hacia el callejón adyacente, entrecerrando los ojos. Había alguien allí.
—¿Lo escuchaste? —murmuró Grace, sin quitar la vista del callejón. Brendan y Scott dejaron de hacer lo que estaban haciendo al instante.
—¿Qué cosa? —preguntó Scott, su tono repentinamente más serio.
—Hay alguien aquí —respondió Grace en voz baja, sacando lentamente su arma reglamentaria mientras comenzaba a caminar hacia la sombra del callejón.
Los años de experiencia le habían enseñado a no ignorar su instinto. La lluvia amortiguaba los sonidos, pero ella había sentido la presencia de alguien observándolos. Cada paso que daba hacia el callejón, su corazón latía más fuerte, no por miedo, sino por la certeza de que quienquiera que estuviera allí, no tenía buenas intenciones.
Los pasos de Scott se acercaron detrás de ella, pero Grace no se detuvo. Al girar la esquina, el callejón estaba vacío, como si la oscuridad hubiera devorado cualquier evidencia de movimiento.
—¿Cuervo…? —susurró para sí misma, sus ojos recorriendo cada rincón del lugar.
Nada. Ni una sombra. Pero algo en su interior le decía que él había estado allí, observándola, estudiando cada movimiento que hacían.
—Parece que te estás obsesionando con ese tipo —comentó Scott, llegando detrás de ella con una sonrisa nerviosa, tratando de disipar la tensión.
Grace no respondió. Guardó su arma, pero no la sensación de que algo mayor estaba por desencadenarse. Y cuando lo hiciera, ella estaría lista para enfrentarlo.
La marca en la pared era clara, tan nítida como el símbolo tallado en la piel del estudiante. Grace la tocó con la yema de los dedos, casi esperando sentir algún rastro de calor, algo que le indicara que Cuervo acababa de estar allí. Pero la superficie fría y húmeda del ladrillo no le ofrecía más que vacío. Aún así, su mente ya estaba trabajando a toda velocidad.
—Nos está observando —murmuró ella, apenas apartando la vista de la marca.
—Si esto es lo que creemos que es —dijo Scott mientras miraba a su alrededor, claramente incómodo—, entonces probablemente deberíamos informar a Lance. Esto se está volviendo peligroso, Grace. No somos cazadores de vigilantes.
Grace se giró lentamente hacia él, con una mirada firme y decidida. —No voy a sentarme y esperar a que este tipo siga matando. Lo sabes.
Scott abrió la boca para replicar, pero se detuvo. Conocía demasiado bien a Grace Harper. No importaba lo oscuro que se volviera el caso, ella siempre avanzaba hacia el peligro, no en dirección contraria. Esa era una de las razones por las que la admiraba, aunque a veces deseaba que su valentía no la empujara tanto al límite.
—Esto no es solo un vigilante común, Scott —continuó Grace, su voz baja pero llena de convicción—. Cuervo está jugando a algo más grande, y si dejamos que continúe, no sé cuántos más terminarán muertos.
Scott asintió con desgana, sus dedos tensos alrededor de su arma. —De acuerdo, pero si esto se pone peor, no podemos enfrentarlo solos.
Grace le lanzó una mirada rápida, consciente de lo que estaba en juego. Sabía que Scott tenía razón en algo: las cosas se pondrían peor, y rápido. Pero no podían esperar a que el sistema los alcanzara. Cuervo se movía con rapidez y astucia, y si esperaban demasiado, él desaparecería en la oscuridad, llevándose consigo las respuestas que necesitaban desesperadamente.
—No vamos a esperar —dijo finalmente Grace, tomando una decisión mientras daba un paso hacia atrás y sacaba su teléfono—. Voy a hacer algunas llamadas.
Scott observó cómo Grace se alejaba ligeramente, marcando un número en su teléfono. Sabía que en cuanto ella comenzaba a moverse así, las cosas estaban a punto de volverse más peligrosas. Lo que no sabía era hasta qué punto.
—¿Brendan? —dijo Grace en cuanto su jefe forense contestó—. Necesito que me hagas un favor. Analiza el símbolo en profundidad y dime si encuentras algún patrón que podamos vincular con otros casos. No solo locales. Mira a nivel nacional.
Brendan, con su voz calmada y profesional, asintió del otro lado de la línea. —Eso llevará tiempo, Grace. Pero si este símbolo tiene algún significado, lo encontraré.
—Confío en eso —dijo ella, antes de colgar y girarse de nuevo hacia Scott—. Necesitamos atar cabos más rápido. Algo en mi instinto me dice que esto es solo el comienzo.
Scott resopló, echando un vistazo al oscuro callejón que los rodeaba. —A veces desearía que tu instinto fallara de vez en cuando, Harper.
Una sonrisa ligera cruzó los labios de Grace, el toque de humor siempre presente entre ellos, aunque ahora solo añadía más tensión a la situación. —Lo siento, pero no está en mis manos.
Antes de que Scott pudiera responder, el sonido de sirenas en la distancia interrumpió el silencio. Se giraron al unísono, observando cómo dos patrullas de policía se acercaban a toda velocidad por la avenida principal. Grace frunció el ceño. Sabía que eso solo significaba una cosa: otro incidente. Y no podían ignorarlo.
—Vamos —dijo Grace, ya en marcha antes de que Scott pudiera procesar lo que estaba sucediendo.
—Espera, ¿crees que esto está relacionado? —preguntó él, apresurándose a seguirle el paso.
—No lo sé, pero no podemos dejarlo pasar —replicó Grace mientras ambos se dirigían hacia las luces parpadeantes que iluminaban la calle a unas cuadras de distancia.
Cuando llegaron a la escena, los agentes ya estaban bajando de los vehículos, levantando rápidamente un perímetro alrededor de una pequeña tienda en ruinas. A simple vista, no parecía más que un robo común, pero en Carcosa, nada era lo que parecía. Grace y Scott intercambiaron miradas antes de acercarse al primer oficial que custodiaba la entrada.
—¿Qué tenemos aquí? —preguntó Grace, mostrándole su placa.
El oficial, un hombre joven que claramente llevaba poco tiempo en la fuerza, tragó saliva antes de responder. —Parece otro asesinato, señora. Un tipo dentro… no sabemos quién es, pero lo encontramos de la misma forma que las otras víctimas.
Los músculos de Grace se tensaron. —¿Qué quieres decir con ‘de la misma forma’?
El joven oficial miró nerviosamente hacia la tienda antes de hablar en voz baja. —Marcas en el cuerpo. Como símbolos.
Grace intercambió una mirada con Scott. No podía ser coincidencia. Cuervo había vuelto a atacar, y ahora parecía estar acelerando su macabra misión.
—Vamos a entrar —dijo Grace con una determinación acerada, antes de dirigirse hacia la puerta de la tienda.
Scott la siguió de cerca, pero su mente ya estaba en otro lugar, tratando de juntar las piezas del rompecabezas que Cuervo les estaba dejando. Si seguía este patrón, ¿Quién sería el siguiente? Y, lo más inquietante, ¿por qué ahora? ¿Por qué esas señales, esas marcas deliberadas, como si estuviera jugando con ellos?
Cuando entraron a la tienda, el olor a sangre los golpeó con fuerza. El cuerpo de la víctima, un hombre robusto de mediana edad, yacía boca arriba en el suelo, su pecho marcado con el mismo símbolo que habían encontrado en el estudiante. Esta vez, el grabado era más profundo, más violento.
—Mierda —murmuró Scott mientras ambos se agachaban junto al cuerpo.
—Lo mismo, pero más agresivo —dijo Grace, su mirada fija en el símbolo. El corte era limpio pero más pronunciado, como si el asesino hubiera estado apurándose o enviando un mensaje aún más claro.
Mientras Scott se levantaba para llamar a los agentes forenses, Grace se quedó junto al cuerpo, sus pensamientos girando rápidamente. Cada asesinato que resolvía la acercaba más a Cuervo, pero también la arrastraba más hacia su juego. Un juego en el que ella no estaba dispuesta a ser una simple pieza.
El aire dentro de la tienda era sofocante, cargado con el hedor a sangre fresca y el amargo perfume de la lluvia que se filtraba por las ventanas rotas. Grace permanecía en cuclillas junto al cadáver, sus ojos fijos en el símbolo tallado en el pecho de la víctima. Era casi como si Cuervo hubiese dejado su firma, un recordatorio de que estaba jugando a un juego del que no podían escapar. Pero la ferocidad de este nuevo asesinato le decía algo más: el asesino estaba impaciente.
—Este tipo no es como el primero —comentó Scott, interrumpiendo sus pensamientos. Se paseaba alrededor de la tienda, examinando cada rincón mientras hablaba. —Mira su tamaño, Grace. Este no es un estudiante cualquiera. Parece más un matón callejero.
Grace asintió, aunque su mirada seguía clavada en el símbolo. Scott tenía razón; la víctima era más corpulenta, con cicatrices que sugerían una vida de violencia. Pero eso solo planteaba más preguntas.
—Eso significa que Cuervo está cambiando su perfil de víctimas —dijo ella finalmente, levantándose. —No es solo una cuestión de justicia vigilante contra criminales menores. Está yendo tras tipos con más poder.
Scott se acercó a ella, cruzando los brazos. —Entonces, ¿por qué dejarnos el símbolo? Si está eliminando a tipos como este, ¿por qué hacernos partícipes?
Grace miró a Scott, pero antes de responder, su mirada volvió a caer sobre el cadáver. Sabía que Cuervo no era solo un asesino; si fuera así, no habría dejado rastro alguno. Lo que la perturbaba era la deliberación de esos símbolos, como si quisiera que los encontraran. Como si los estuviera retando a seguirle el paso.
—Porque quiere que lo sigamos —murmuró finalmente, sus pensamientos más claros—. Nos está retando. Quiere que lo encontremos. Pero no para detenerlo.
Scott frunció el ceño, claramente confundido. —¿Entonces para qué?
—Tal vez quiere demostrarnos algo —continuó Grace, cada palabra cargada con una certeza que comenzaba a inquietarla. —Quiere que lo veamos como lo que él cree que es: el único que puede hacer lo que nosotros no podemos.
Scott se quedó en silencio, su rostro reflejando una mezcla de duda y resignación. —O tal vez es solo otro lunático que se cree un héroe.
—Quizá. Pero lunático o no, Cuervo está trazando un camino —dijo Grace, dirigiendo una última mirada al cuerpo antes de apartarse.
Mientras Scott llamaba a los agentes forenses para que llegaran al lugar, Grace no pudo evitar que su mente siguiera trabajando en todas las piezas del rompecabezas. Cada asesinato los acercaba más a Cuervo, pero también lo hacía más escurridizo, más imposible de atrapar.
Justo cuando pensaba en salir para coordinar el perímetro de la investigación, el sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos. Lo sacó del bolsillo y vio que el nombre de Brendan aparecía en la pantalla. Había pasado apenas media hora desde que le pidió que investigara el símbolo, pero algo en su tono del otro lado de la línea hizo que la preocupación de Grace aumentara.
—Grace —dijo Brendan, sin perder tiempo en saludos—, he encontrado algo. Estaba revisando bases de datos nacionales, y parece que ese símbolo no es único de Carcosa. Apareció en varios casos sin resolver en otras ciudades hace unos años. En su mayoría, fueron atribuidos a bandas criminales, pero el perfil es muy similar: víctimas con un pasado oscuro, heridas ritualísticas, y el mismo símbolo grabado en la piel.
Grace sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral. —¿Cuántos casos?
—Cinco, repartidos en distintas ciudades, todos en los últimos tres años —respondió Brendan—. Pero lo más interesante es que los casos fueron cerrados, catalogados como ajusticiamientos entre bandas. Nadie conectó los puntos.
—Hasta ahora —murmuró Grace, mientras las piezas del rompecabezas empezaban a encajar en su mente.
Cuervo no era solo un vigilante local. Llevaba tiempo en este juego, mucho más de lo que habían creído. Si esos asesinatos en otras ciudades estaban conectados, significaba que su cruzada había comenzado mucho antes de que llegara a Carcosa. Y lo más inquietante era que su patrón de asesinatos no parecía detenerse con simples criminales callejeros. Cuervo estaba cazando algo más.
—Gracias, Brendan. Necesito que me envíes todo lo que encuentres sobre esos casos. —colgó rápidamente, su mente ya trazando nuevas teorías.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Scott, al notar el cambio en la expresión de su compañera.
—Cuervo no empezó aquí —respondió Grace, su mirada fija en la ventana de la tienda, más allá del cuerpo. —Este símbolo ha aparecido en otros lugares. Otras ciudades, otros asesinatos. Esto no es solo Carcosa. Él ha estado haciendo esto durante años.
El silencio entre ellos se hizo palpable. Scott la miró con incredulidad, procesando lo que acababa de escuchar.
—Si es así, entonces estamos lidiando con algo mucho más grande de lo que pensábamos —dijo él, casi en un susurro.
—Lo estamos —replicó Grace, asintiendo lentamente. —Y lo peor es que, si Cuervo ha estado haciéndolo tanto tiempo sin ser detenido, significa que tal vez ya está más allá de nuestro alcance.
—¿Y qué hacemos ahora? —preguntó Scott, visiblemente inquieto.
Grace se quedó en silencio por un momento, mirando la lluvia que caía con fuerza fuera de la tienda. Sabía que estaban ante algo mucho más peligroso de lo que habían imaginado. Cuervo no era solo un asesino o un vigilante; era alguien con una misión mucho más profunda, alguien que creía estar haciendo justicia por su propia mano.
—Lo encontramos —dijo finalmente, su voz firme—. Antes de que decida que nosotros también somos parte del problema.
Scott la miró con una mezcla de admiración y preocupación. Sabía que Grace era valiente, pero también sabía que esa misma valentía podía llevarla a lugares oscuros. Y con Cuervo, ese lugar oscuro estaba cada vez más cerca.
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