Había una vez en la ciudad de San Rafael, dos amigos inseparables: Sofía y Alejandro. Sofía provenía de una familia de clase media, mientras que Alejandro era el heredero de una de las fortunas más grandes de la región. A pesar de sus diferencias económicas, su amistad floreció desde la infancia. Juntos compartieron risas, secretos y sueños.
Un día, cuando ambos tenían diecisiete años, ocurrió un trágico accidente. Alejandro estaba conduciendo su lujoso auto deportivo por una carretera sinuosa cuando perdió el control. El vehículo se estrelló contra un árbol, dejando a Alejandro inconsciente y con una grave lesión en la cabeza. Sofía, quien estaba en el asiento del copiloto, sufrió heridas menores.
Cuando Alejandro despertó en el hospital, su memoria estaba fragmentada. Recordaba su infancia, su familia y su riqueza, pero había un vacío en su mente: Sofía. No podía recordarla, ni siquiera su nombre. Los médicos explicaron que era un caso raro de amnesia selectiva.
Sofía visitaba a Alejandro todos los días en el hospital. Aunque él no la reconocía, ella seguía a su lado, esperando que algún destello de recuerdo regresara. Pasaron semanas, meses y finalmente años. Sofía nunca dejó de amarlo en silencio, a pesar de que Alejandro no recordaba su pasado juntos.
Un día, por casualidad, Sofía y Alejandro se encontraron en un parque. Él estaba sentado en un banco, mirando al horizonte con una expresión melancólica. Sofía se acercó, nerviosa pero llena de esperanza. «¿Recuerdas algo?», le preguntó.
Alejandro la miró con confusión. «Siento que te conozco, pero no puedo recordar cómo.»
Sofía sonrió, luchando contra las lágrimas. «Éramos amigos, Alejandro. Mejores amigos. Compartimos risas, secretos y sueños. Pero un accidente te robó esos recuerdos.»
Alejandro frunció el ceño. «¿Por qué no puedo recordarte?»
Sofía le contó la historia de su amistad, cómo habían explorado juntos la ciudad, cómo él solía escribirle poemas secretos y cómo ella siempre lo había amado en silencio. Alejandro escuchó atentamente, tratando de conectar los fragmentos de su pasado.
Esa noche, mientras Alejandro dormía, tuvo un sueño vívido. Vio a Sofía sonriendo, sus ojos brillantes con complicidad. En el sueño, él le entregaba una rosa roja y ella le susurraba al oído: «Nuestros recuerdos están en las estrellas, Alejandro. Siempre han estado ahí».
Cuando despertó, Alejandro sintió una extraña calidez en su corazón. Aunque no podía recordar todo, sabía que Sofía era especial. Juntos comenzaron a crear nuevos recuerdos, explorando la ciudad como si fuera la primera vez. Se enamoraron lentamente, construyendo un amor que trascendía la amnesia.
Y así, entre sueños y estrellas, Sofía y Alejandro encontraron su camino de regreso el uno al otro. Porque a veces, el verdadero amor es capaz de superar incluso la pérdida de la memoria. No importaba lo que el pasado les hubiera arrebatado; lo que importaba era el presente y el futuro que construirían juntos.
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