Mónicase ataba los cordones sentada en el borde de la cama. Estaba intranquila, expectante. Era el primer día de cole y estaba deseando ver a sus amigas. Había pasado el verano entero en el pueblo, llevaba apenas dos días de nuevo en la ciudad y no había visto a nadie. Empezaban quinto curso y estaba tan nerviosa… Su madre además no dejaba de hablarle desde la cocina. Bueno, más bien le gritaba, claro, recordándole todo lo que tenía que llevar.
—¿Ya te has puesto las zapatillas?
—Sííí, mamá.
—¿Y ya has metido todos los libros en la mochilaaa? ¡Que no se te olvide ninguno!
—Sííí.
—¿Y el estuche? ¿Has metido ya el estuche?
—Sííí —Se limitaba a responder.
La mochila todavía aguantaba la pobre. Ya dos cursos juntas. Le hubiera gustado una nueva (Violetta ya no le hacía tanta gracia), pero no pudo ser, no había conseguido convencer a su madre. Su argumento era irrebatible: el presupuesto del principio de curso no llegaba para todo.
En cambio sí consiguió renovar el viejo estuche, que ya tenía cuatro años, por uno de Gorjuss, que molaba más, con su aire triste, sin boca, el flequillo recto, los vestidos lánguidos… Se parecía un poco a ella, en el corte de pelo, morenas ambas, menudillas. Sin embargo Mónica tenía unas pecas muy graciosas en las mejillas y no era para nada lánguida o triste. Al contrario, siempre con una sonrisa. Aunque lo que más le gustaba de Gorjuss a Mónica eran sus medias a rayas. Estaba harta de pedirle unas así a su madre pero no había manera. “Parecerás una payasa con ellas” le decía, y se zanjaba el asunto.
Desde la cocina su madre seguía muy pesada con las cosas del cole:
—Pregunta al profe si te valen todos los libros, y qué cuadernos necesitas, que si de cuadritos o rayitas… y qué se necesita para plástica, y para ginnasia —su madre nunca conseguía decirlo bien—, y que os den ya el menú del comedor; y si…
—¡Que sííí, mamaaa, ufff…! —respondía Mónica resoplando.
Con tantas preguntas Mónica no conseguía atarse bien las zapatillas. Éstas tampoco eran nuevas y menos aún había presupuesto para otras; la camiseta y el pantalón, en cambio, sí los estrenaba. Venían directos del mercadillo del pueblo. Le gustaban mucho porque la camiseta tenía una espiral de lentejuelas y el pantalón una estrella; y porque le traían muchos recuerdos del pueblo. Además, llevaba casi todo el verano en bañador o con las ropas más viejas que tenía, porque como dice su madre: “para el trote que le das aquí, mejor las viejas”. Ahora estaba entusiasmada con ponerse ropa bonita.
Al final lo consiguió. Zapatillas atadas, ropa nueva, mochila pesadísima con todo cargado… ¡Ya estaba preparada para salir hacia el cole!
Pero a su madre todavía le faltaba arreglarse.
—Venga maaama, ¡que vamos a llegar tarde!
—Caramba hija, te voy a recordar otro día las ganas de ir clase que tienes hoy —le recriminó su madre.
—Es que estoy deseando ver a mis amigas y contarles todo lo que ha pasado este verano —dijo Mónica poniendo morros.
Y era verdad: quería encontrarse de nuevo con Amaya, Kristen, Jennifer, Sheila, Paula, Silvia, Fátima… También le apetecía ver a los chicos. A Marcos, Ahmed, Kevin… Aunque con menos entusiasmo. Quería ver cómo estaban, qué tal habían pasado el verano, si habían cambiado algo, algún nuevo corte de pelo, ropa nueva tan chula como la suya, qué peripecias podían contarle, si tenían tanto que contar como ella…
Porque Mónica tenía muy claro lo que quería contar. Para ella fue un verano inolvidable. Sobre todo porque descubrió algo fantástico. ¡Descubrió que era una cazadora! Y estaba como loca por explicárselo a todos.
Mientras esperaba a que su madre terminara de arreglarse todos los recuerdos volvían a su cabeza…
(continuará)
Iré publicando cada 2-3 semanas una nueva entrega.
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