Hace miles de años, donde aún los hombres todavía creían en los dioses, existió un pueblo indígena que por las cosas del destino, tubo el infortunio de quedarse sin la luz del día. Sucedió que el Sol, el Astro Rey, quien era el que gobernaba la vida, maravillado por la forma en que vivían y sentían los hombres, descendió a la Tierra, para experimentar y conocer la alegría y la tristeza, el placer y el dolor de la humanidad.

Con el tiempo fue cometiendo errores, los cuales se tornaron cada vez más graves, trayendo como consecuencia que olvidase quien era en esencia y de donde venía, quedando atrapado en este vehículo mortal.

Como todas las mañanas, las criaturas esperaban con ansias el amanecer, al Dios Sol, pero el Astro Rey nunca más apareció.

La Luna, su eterna enamorada, observaba con dolor y amargura, la desventura de su amado; el amor que tenía ella hacia él, era tan grande que decidió enviar a su alma para ir a su rescate…

Ella lo buscó incesantemente hasta encontrarlo, pero él perdido en sus tinieblas, no la reconoció. Angustiada se retiró a lo más profundo de un bosque a llorar por siglos su dolor. Formó un lago de lágrimas, ocultando en el fondo de él, el secreto para liberarlo…

Así transcurrieron cientos de años, y, los hombres se acostumbraron a vivir en la oscuridad…

En una de esas noches eternas, un joven cazador llamado Antu, se movía sigiloso y vigilante por la espesura de un bosque, asechando a un puma llamado Pangue, para darle muerte, comer su corazón, y de esta manera absorber sus habilidades…

A unos metros se encontraba el felino, caminando suave y tranquilamente en conocimiento de su amenazante.

¡De pronto! y súbitamente, Antu suelta una flecha que sale disparada como un rayo en dirección a la bestia, y, a toda velocidad Pangue por entre las ramas, piedras e infinidad de obstáculos, huye mientras Antu desorbitado de euforia lo seguía a la par.

Luego de una larga carrera, la persecución llegó a su fin a las orillas de un lago. En ese lugar, Pangue se vio acorralado, no tenía escapatoria y, el muchacho satisfecho con su trabajo, sacó su flecha, tomó su arco, apuntó concentradamente en dirección a Pangue, y, en el instante que iba a soltar su ira, sucedió algo fenomenal: Pangue, el puma, le habló. Y Antu enfocado en su objetivo, no lo escuchó, pero el felino gritó su nombre más fuerte: ¡Antu!. Y el joven paralizado ante tan extraña situación, bajó su flecha, y, mirándolo asombrado, lo oyó con atención.

En esos momentos el puma, dotado de mucha sabiduría y astucia, lo seducía con su verbo. Le contó que conocía secretos maravillosos, y, estos se los revelaría a costa que lo dejase vivir….

Uno de los tantos secretos que le prometió entregarle, era el método para convertirse en un dios, en un inmortal. Y Antu, entusiasmado ha ante tan colosal y tentadora información, prometió que no le haría nada, pero que tenía que entregarle ese secreto, o de lo contrario iba a conocer su ira. Pangue accedió. Le dijo que para alcanzar la deidad suprema, tenía que introducirse al fondo del lago, y ahí recoger la piedra de los mágicos poderes, la cual era un cuarzo redondo que estaba sobre un altar de piedra. Y Antu, atento a todas las instrucciones del felino, con vehemencia preguntó: ¿Cómo puedo bajar al fondo del lago?, ya que él sabía que esas aguas eran sagradas y, que nadie podía bañarse, ya que los que penetraban en ellas, se ahogaban de forma misteriosa, y, nunca más se sabía nada de ellos. Y Pangue mirándolo fijamente a sus ojos le respondió, ven acércate, este secreto se debe contar de labios a oídos, y Antu enamorado, seducido por el misterio y lo desconocido, se acercó lentamente, sin titubear, al punto de estar a centímetros de Pangue, y éste, replicó, más cerca por favor, y en eso que el muchacho se arrimó muy próximo al felino, este dio un salto colosal sobre Antu, y, con gran fiereza desgarró la piel de sus entrañas, causándole una herida mortal, a la vez que se desplomaba desgraciadamente contra el suelo.

¡Maldito!, se escuchó un juramento como trueno, en la fría noche donde nuestro cazador yacía abatido, a medida que Pangue, el causante del daño, se retiraba contemplando a la distancia al dolido….

En Antu solo quedaba la amargura y la tristeza, por el haber sido tan ingenuo…

Ahí se encontraba, desahuciado, tenía una herida mortal, y además estaba solo. ¿Qué podría hacer Antu ante tal situación?, ciertamente nada, no había nadie que lo pudiese socorrer. Pero por sorpresa, algo metafísico sucedió. Esa noche era noche de luna llena, y en las noches de luna llena suceden cosas extraordinarias; Antu, buscando refugio en la tierna y cálida luna para calmar su dolor, clavó sus ojos en ella y vio paz, la contempló como nunca antes lo había hecho, y, mágicamente un rayo de luz emanó de bajando lentamente hasta depositarse sobre la faz del lago, y, poco a poco entre la espesa bruma de la noche, se dejó ver la silueta de una hermosa mujer de largos cabellos negros plateados y mirada profunda. Adornaba su cuerpo un vestido decorado con joyas de plata y sobre su cabeza una delicada corona de diamantes como pequeñas gotas de agua que brillaban a la luz de la luna. Frente a tan mágica escena, y olvidando su desgarrado dolor, alzó su cabeza, para poder contemplarla mejor.

Ella, montándose sobre el viento, se aproximó y le sopló un conjuro sobre su herida, acabando inmediatamente con su hemorragia. El Joven, al darse cuenta que su dolor había cesado, muy feliz exclamó: ¡Estoy Sanado!. Y poniéndose de pie, tomando las delicadas manos  de la fémina aparición, la miró a los ojos con infinita dulzura… El tiempo se detuvo, y,  en el ambiente quedó la sensación de un reencuentro. De él solo se escapó un tímido “gracias”.

Cuyén, la Doncella Del Lago, le advirtió que su magia era temporal, y, que no duraría para siempre. Antu ante tal noticia, se desconsoló, creyendo que ya no habría solución. Pero Cuyen, con una sonrisa benevolente, le dijo: Tranquilo no te preocupes, estoy aquí para ayudarte. Le confesó que ella conocía el secreto para su mal, y, que la cura de este estaba al fondo del lago. En ese instante, Antu, recordó el engaño del puma. Y ella, al ver su rostro entristecido, le aseguró que no lo traicionaría.

Cuyen le dijo que para bajar al lago, debía subir a la cima de la montaña más alta, y, allá conseguir una pluma de cóndor, luego bajar, y, llegar a la orilla del lago, antes del plenilunio, donde soplaría a la pluma y así poder ingresar. Después de esta plática, ella se retiró envuelta con la espesa bruma de la noche.

Tras el  correr de los  días, se dio cuenta que estaba perdido, no sabía a dónde ir, y, en la oscuridad de la Luna Nueva, no alcanzaba a divisar nada, además había una niebla tan espesa, que ni siquiera podía ver sus manos. En eso y, de improviso, escuchó un silbido agudo, que iba y venía. Intrigado se detuvo a escuchar nuevamente aquel extraño sonido, cuando en eso, oyó una voz que siseaba. Y Antu armado de valor, y, con voz firme, exclamó: ¡Sal de ahí! ¿Quién eres?, ¡Muéstrate!

Y entre las sombras de los árboles se dejó ver una figura serpentina, que lentamente se posó sobre sus hombros, dejándolo paralizado de miedo. Y, la serpiente con una voz susurrante le dijo: no temas, Cuyen me ha enviado para ayudarte, para indicarte el camino…

Filú (la serpiente) y Antu, emprendieron juntos el viaje hacia la montaña.

Cuando iban subiendo la montaña, pasó algo extraño para variar, se hizo presente un viejo amigo, Pangue el puma, aquel quien le había causado el incidente, y, hecho cargar esa cruz a la fuerza.

Antu se llenó de ira, solo quería darle muerte, pero Filú, le dijo que no lo hiciera, que él lo había hecho con el objetivo de permitirle conocer el misterio, y, que acceder a los misterios no era cosa gratis, hay que pagar por ello. Luego de los consejos de Filú, desistió nuevamente de su acción, y siguió caminando pensando cosas macabras contra el felino.

En esta oportunidad, Pangue se aliaría al grupo, obviamente con el desencanto del cazador, pero él hacía lo que le dictaba Filú, ya que lo había enviado Cuyen para ayudarlo.

Luego a inicios de la Luna Creciente, llegaron a la cumbre de la montaña. En ese lugar buscaron al cóndor, pero no lo encontraron. Hasta que luego de un rato, sintieron una fuerte brisa que los alarmó, era el ave, señor de esa montaña, quien se hacía presente. Bajando majestuosamente al frente de ellos, les preguntó qué buscaban. Y la terna le explicó que ellos venían a conseguir una pluma de él para poder penetrar al fondo del lago. Pero el Cóndor se negó a entregar una pluma así como así, quería algo ha cambio. Por lo cual Antu le preguntó a Filú, y, la serpiente le dijo que lo más probable que quería algo muerto. Y el Cóndor moviendo la cabeza asintió que sí. Y mirando a Pangue dijo, démosle al puma, ¿para qué lo queremos?, yo lo mato, todavía estoy enseñado con él (obvio que Pangue se espantó, pero el Cóndor quería un cuerpo en especial)

Entonces la solemne ave interrumpió la discusión de las dos criaturas enemigas, y, les dijo que quería el cuerpo del joven, o si no, no entregaba nada. Y Pangue viendo la incomodidad de Antu, dijo que si quería, él lo mataba para él.

En eso, Filú intercedió por ambos y replicó ante el Señor Cóndor, diciendo que había una forma más conveniente para todos, en donde ambas partes ganaban. Y ahí le explicó que al entrar el muchacho en el fondo del lago para apoderarse de la piedra, tendría que abandonar su cuerpo material, para poder revestirse de un cuerpo divinal, el cual nacería por obra y gracia de los poderes de la piedra mágica.

El Cóndor mirando seriamente a Filú, y, acompañado de un impío silencio, el ave finalmente accedió.

Ahí el Cóndor les advirtió que tenían poco tiempo, ya que se encontraba próximo el plenilunio, y, pasado tal evento, ya no habría salvación. Por tal razón la serpiente Filú le dijo a su protegido, que era verdad, que quedaba poco tiempo y, que al paso de humano no llegaría. Pero, inesperadamente aconteció algo insólito, Pangue ofreció llevarlo, y, Antu, mordiendo su orgullo, accedió.

Montado el cazador sobre la espalda de la bestia, bajaron como dos relámpagos en la oscuridad, atravesaron toda la espesura del bosque, corriendo a gran velocidad, trascendiendo al tiempo.

Cuando pensaban que no llegaban, llegaron. Era el momento preciso, la Luna estaba en su lugar, y se reflejaba en la superficie del lago. En cambio el puma, estaba cansado, había corrido como nunca y cayó jadeando sin fuerza al piso. Antu lo miraba con consideración, agradeciendo su ayuda con el titilar de sus ojos, y, cuando le iba hablar, se manifestó la serpiente, diciéndole que lo dejase descansar.

Se acercaron el mancebo y la serpiente a la orilla del lago, instante en que, se hizo presente Cuyen. Allí ella los animó a apresurarse, momento en que el joven sacó solemnemente su pluma, la puso frente a él y en dirección al lago, sopló incesantemente…

Un terrible temblor acudió al lugar, y, se separaron las aguas, se pudo observar trece peldaños que llevaban al fondo del lago. Ahí Cuyen le señaló a Antu que tenía que descender, conseguir la piedra e introducirla en su herida. Bajaron posteriormente los tres.

Se encontró con el sagrado templo.

Ahí dejó la pluma sobre la piedra que era como un altar, tomó la esfera de cuarzo blanco que estaba encima, y, cuidadosamente la depositó sobre su herida, esta ingresó, y su cuerpo empezó a brillar tan fuerte, que se desdobló en otro, cayendo al suelo su parte material, instante justo en que tras la huella de una sombra, bajó el Cóndor, y, tomando al difundo se lo llevó. En cuanto a Antu, cada vez brillaba más, y más, iluminando el lago, el bosque de araucarias, la cordillera, y, todo el planeta, anunciando la esperanza de un nuevo amanecer. Detrás de su espalda nacieron dos alas de oro, sus ojos se volvieron diamante, y su cuerpo era oro maleable, celular. Luego miró a Cuyen, convertida en una mujer, fulgurando en plata, bañándose con la luz de él. Se volvió un arcángel, y recordó de donde venía, recordó quién era. Se acercó a ella, y, tomó sus manos, la miró largamente, y luego, se elevaron juntos los dos hacia el firmamento…

Volvieron a nacer los días y como testimonio del amor de Cuyen quedó el lago. Y los hombres construyeron un templo muy cerca del lago, bautizado como el Templo de la Luna. Y muy cerca de él pero más grande, construyeron otro templo el Templo del Sol. Y así los seres humanos, contaron esta historia de generación en generación, adorando eternamente a estos dos grandes dioses.

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