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Desde que la muerte habla los vivos enmudecemos. Nadie sabe a quién se le ocurrió la idea de esa tecnología que todos desean implantar: cementerios del futuro en los que el pasado se conserva intacto. Lápidas con pantallas táctiles donde el fallecido recrea su propia vida. Incluso muestra imágenes de su biografía y narra su existencia.
La realidad virtual se mezcla con la irrealidad en una especie de archivo digital de recuerdos personales. Por ello, a día de hoy la panacea de todos es ser protagonistas de nuestra película existencial para acariciar la inmortalidad.
Nos hemos convertido en esclavos de la vida y la muerte a partes iguales. También del ruido. Solo cuando el sistema eléctrico falla todos enmudecen o se activan al unísono, lo que provoca una algarabía tal que ni los gatos que velan el pasado descanso eterno logran conciliar el sueño.
Imagen: libre de derechos
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Música: Sarabande, Haendel (libre de derechos).
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