Reino bajo el mar (Another Kingdom 2)

Reino bajo el mar (Another Kingdom 2)

En el momento en que ambos se sumergieron en el agua, todo el cuerpo de Miach se tensó. Dejo de respirar instintivamente y cerro sus ojos con fuerza. Tras sus parpados cerrados noto un destello cegador. Saoirse lo llevaba hacia las profundidades, su mano se había transformado en una fría y resbalosa. La presión del agua estiraba su rostro. Lucho por liberarse, pero el único pensamiento que latía en su mente era que su vida se resumía en aquel momento. Todo por lo que había batallado en aquellos últimos días, por su hogar, su amada, su espíritu, se difuminaba con cada metro que se alejaba de la superficie.

Clavo sus uñas con fuerza en la escamosa piel y cuando sintió la falta de presión en su mano, abrió los ojos. Estos le escocieron por un momento. Su cuerpo le gritaba que nadara, que escapara. Pero este, solo se paralizó. Flotando en un fondo negro, en un bosque de algas Kelp, se encontraba su mujer. Había cambiado, una belleza etérea la envolvía. Su vestimenta se había esfumado. Su piel era blanca azulada y reluciente, su rostro parecía estar modelado para parecer maligno aun cuando sus ojos dorados mostraban una suavidad interna. A cada lado de su mandíbula, habían aparecido tres branquias, se abrían y cerraban con cada segundo. Su torso desnudo mostraba unos pechos firmes decorados con perlas que se mezclaba con su larga cabellera. Las perlas bajaban por su cuerpo hasta fusionarse con una cola tornasolada que con cada movimiento mostraba un color diferente, azul, morado y blanco. Miach, miro hacia arriba y se llevó su mano a la garganta, los pulmones le quemaban. Le faltaba el aire. Sin embargo, antes de que pudiera volver a moverse, la mano lánguida de su mujer, lo tomo desde el cuello de su camisa de lino. Retomando su camino. Con su cuerpo enfrentado a la superficie, pudo ver sus brazos y piernas distendidos. La luna continuaba allí, calma, como si su único trabajo fuera iluminar su terror. Su cuerpo comenzó a perder fuerzas, su cabeza le dolía por la presión del agua en los oídos. Sonrió. Tan solo unos segundos y todo acabaría. Hasta tal vez podría tener un largo sueño sobre la vida que habría tenido con su mujer. La vida que habría tenido antes del ataque de aquellos despreciables piratas. Cerro los ojos, fluyendo con la profundidad.

Un frío le invadió el rostro, parte del pecho y volvió a sentir aire en sus pulmones. ¡Oh! Querido paraíso, pensó. Pero, al mismo tiempo, una suave voz le habló en su mente obligándolo a abrir los ojos. Al hacerlo, ella lo estaba besando.

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